25 de agosto de 2025

Dice el Señor: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mi" (Jn. 14,6)

 


En el texto de Isaías de este día (cap. 66,18-21), el profeta se dirige al pueblo vuelto con ilusión del exilio, pero que ahora en su tierra sufre penosos problemas,  su fe flaquea y agoniza su esperanza, por lo que le sigue este anuncio de salvación.
En efecto, después del exilio iba surgiendo un judaísmo cerrado sobre sí que buscaba defender su identidad, evitaba mezclarse con los extranjeros, sugiriendo la exclusión de los mismos de  la salvación.
En este contexto, el profeta anuncia el día mesiánico de la reuniòn de todos los pueblos en Jerusalèn, lugar de salvación universal.
O sea, no solamente el pueblo de Israel está llamado a la salvación, a la vida eterna, sino todos los pueblos de la tierra, toda persona que viene a este mundo por ser criatura de Dios, está llamada a la salvación, formando un único pueblo. 
Es cierto que para que eso suceda, indudablemente hay que dejar de lado muchas barreras, la de la cultura, la de la raza, incluso de las creencias, para poder aceptar la verdad que está presente en el único Dios, uno y trino, y manifestado en la persona de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre en el seno de María.
De manera que aún todos aquellos que creen en el budismo, o son islamitas, o buscan a Dios de otra forma, están llamados a formar un único pueblo, pero aceptando a Jesús como el Hijo de Dios hecho hombre, como el único salvador. 
En el texto del Evangelio (Lc. 13,22-30, Jesús enseña que son recibidos aquellos que vienen del norte o del sur, de oriente o de occidente, o sea, aquellos que lleguen de distintos lugares del mundo, y que ciertamente lo acepten a Él, porque aquellos que vienen del judaísmo lo han rechazado, no se han convertido. 
Y por eso Jesús, con toda claridad, cuando le preguntan acerca de si son pocos los que se salvan -pensando el que pregunta sólo en los judíos como pueblo elegido-,  les dirá que es necesario pasar por la puerta estrecha. Es decir, tanto judíos como paganos deben pasar por la puerta estrecha de la salvación, de la renuncia de sí mismos.
La puerta estrecha que va también, como dice el texto paralelo de San Mateo, el camino estrecho. Porque para la perdición tenemos muchas facilidades, y por eso el Evangelio habla del camino amplio, y de la puerta amplia, para alejarse de Dios. En cambio, para pertenecer al Señor, el camino  es estrecho y la puerta es estrecha. 
Y dirá el Señor también, que no basta con golpear la puerta, "Señor, ábrenos". "¿Quiénes son ustedes? Yo no los conozco" respondiendo a la afirmación de que convivía con ellos en su vida mortal.
Alguien podrá decir, "yo era monaguillo", "yo pertenecía a la catequesis", "yo  a la acción católica", "estaba en el grupo juvenil". Pero el Señor podría responder, "No los conozco", porque no basta el haber recibido el bautismo, ser cristiano, sino que es necesario transitar el camino estrecho, y pasar por la puerta estrecha. 
O sea, no basta la fe, sino que son necesarias las obras. Lutero decía que era suficiente con la fe, y se olvidaba de las enseñanzas de la carta de Santiago, que la fe sin obras no sirve para nada. Por lo tanto, es la realización de obras concretas, en honor de Dios y en caridad para con el prójimo, lo que conduce a la salvación. 
Muchas veces se mete en la conciencia colectiva la idea de que todo el mundo va al cielo. De hecho, si bien no tenemos una revelación divina acerca de eso, son pocos los que van directamente al cielo. Los demás, con la gracia de Dios, y si morimos arrepentidos de nuestros pecados, tenemos que purificarnos en el purgatorio. 
Si leemos por ejemplo, los avisos necrológicos de cada día, nos encontramos que la gente se adhiere al duelo de alguna persona y ya parte de la idea de que el difunto está en el cielo,  y no es así. 
El Papa Benedicto XII,  a través de la bula Benedictus Deus (año 1336), definió dogmáticamente que después de la muerte si hemos muerto en gracia, después de ser purificados, veremos cara a cara a Dios, nos encontramos con la vida eterna, en el cielo. Asimismo los muertos en pecado mortal son inmediatamente condenados.
O sea, Benedicto XII, define que después de la muerte hay salvación o condenación, por lo que  tenemos que trabajar permanentemente para llegar a la vida eterna, que está como promesa para toda la humanidad, en la profecía de Isaías y en el mismo Evangelio. 
Pero es necesario responder con nuestra libertad porque somos libres para responder o no a Dios nuestro Señor ante aquello que nos ofrece, mientras siempre ayuda con su gracia para llegar a la vida. 
Y así, en la Carta a los Hebreos (12,5-7.11-13), el autor sagrado advierte que de Dios recibimos corrección, y que cada uno de nosotros debe sentirse feliz por ser corregidos por Dios, porque eso ayuda justamente a cambiar y  comenzar  una vida nueva. 
Así como un padre si ama a su hijo  lo reprende cuando  hace algo malo, así también el Padre del Cielo nos corrige para que podamos cambiar y seguir en este camino de la salvación. 
Por eso es muy importante, queridos hermanos, trabajar incansablemente para unirnos cada vez más a Jesús, de tal manera que cuando golpeemos la puerta, en lugar de decirnos que no nos conoce, diga vengan benditos de mi Padre al reino que no tiene fin. Ustedes sí han hecho la voluntad del Padre mientras vivían, vengan por lo tanto a participar del reino.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XXI "per annum". 24 de agosto de 2025. 

18 de agosto de 2025

Esperé confiadamente en el Señor : Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor (salmo 39)

 

Los textos bíblicos de este domingo ponen el acento en la persecución que se sufre en el seguimiento de Dios Nuestro Señor, en el caso del Antiguo Testamento, o en el seguimiento de Cristo, en el caso del Nuevo Testamento. 
Este seguimiento del plan de Dios siempre trae problemas al creyente, por eso ha de estar preparado y armarse con la fe, la esperanza y la caridad y no desfallecer en medio de las dificultades. 
La primera lectura tomada del profeta Jeremías (38,4-6.8-10)  presenta la figura del profeta que sufre persecución por decirle al rey Sedecìas y a sus seguidores, que pongan su confianza en el Dios de la Alianza, que no vayan a buscar el apoyo de Egipto para liberarse de Nabucodonosor, porque esto va a ser peor todavía. 
No le hacen caso, y de hecho, diez años después, Nabucodonosor toma Jerusalén, ya de una forma definitiva, y son conducidos los judíos màs importantes  al destierro. 
Mientras tanto el profeta es humillado, insultado, descreído y terminará asesinado en Egipto. 
Siempre se ha visto a este profeta, como el profeta de las calamidades, como un anticipo del Cristo doliente, que también es humillado, despreciado, perseguido, no es escuchado y que va a la muerte también, por su pueblo. 
En la segunda lectura tomada de la carta a los Hebreos (12,1-4), se menciona la necesidad de ser testigos de los sucesos de fe vividos por el pueblo de la alianza antigua, y de la nueva con Cristo.  
El autor sagrado habla de la multitud de testigos, a los cuales ya había mencionado, Abraham, Isaac, Jacob, Sarah, todos aquellos que en la fe caminaban  ansiando llegar a la tierra prometida. 
En el texto de hoy,  siguiendo el ejemplo de esos testigos,  vamos detrás del Cristo doliente y humillado, y así "fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz, sin tener en cuenta la infamia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios".
Esto implica, por cierto, abandonar en primer lugar, el pecado, todo aquello que impide la búsqueda de Cristo, su seguimiento fiel. 
De tal manera, que se nos recuerda que es imposible ser discípulo del Señor si no renunciamos al pecado, a lo terrenal, para adherirnos a los verdaderos bienes que se nos muestran repetidamente.
Y así, el proyecto de vida manifestado, tanto en la primera lectura como en la segunda, consiste en la renuncia de uno mismo para seguir a Dios, en el caso de Jeremías, o al Hijo de Dios hecho hombre, Jesucristo, en la carta a los hebreos. 
Obviamente que este panorama que se le presenta al creyente, suele provocar el desbande, o sea, el seguimiento de Cristo, para mucha gente, no es algo atractivo para la vida. ¿Para qué vamos a preocuparnos? ¿Para qué vamos a ser perseguidos?.
Es decir, resulta frecuente que  las personas se pregunten: ¿Para qué vamos a dar la cara por el Señor cuando podemos vivir en este mundo, colmados de felicidad terrenal, dándonos todos los gustos, siendo el placer el objeto de nuestra vida, y dejando la preocupación por la vida eterna para cuando seamos viejos, o cuando veamos que es lo más conveniente para nuestra existencia? 
Por eso también hoy en día observamos cómo se abandona la fe católica,  la misa dominical, no solamente en esta iglesia, sino en las demás iglesias de la ciudad, y yo diría del mundo. 
La gente está en otra cosa, pensando en gozar lo máximo y sufrir lo menos posible, aunque de la cruz diaria nadie puede escapar.
Todo esto permite entender lo que afirma Jesús, trayendo a la sociedad la división, causándola Él mismo, ya que muchos lo rechazan y otros lo siguen, incluso dentro de la familia misma.
En efecto, en cada familia, en cada grupo de amigos, en los compañeros de trabajo, en cada sociedad humana, hay quienes siguen a Cristo y quienes no quieren saber nada con Él. 
Por eso nos dice Jesús en el Evangelio que en una familia de cinco personas, tres miembros están contra  dos, y dos contra tres, y así sigue la vida, digamos, adelante. 
Pero ¿Quién es el que triunfa? Por supuesto el que sigue a Cristo Nuestro Señor, pero sabiendo que ha de sufrir persecución. Hoy en día hay muchos perseguidos en el mundo por Cristo Nuestro Señor, los musulmanes asesinan a muchos cristianos seguidores de Cristo, en diferentes lugares el mundo, en nuestra sociedad, aparentemente más educada, la persecución pasa por el desprecio, el rechazo, la indiferencia, el ninguneo. 
En Santa Fe, por ejemplo se redondea una Constitución provincial en la que se ignora al catolicismo, incluso con el beneplácito de católicos que deberían ser ejemplo de trabajar por la presencia de la verdad en los distintos ámbitos de la vida social.
Pero el verdadero seguidor de Cristo sabe que la persecución lo espera como consecuencia de su fidelidad a aquel que es el camino, la verdad y la vida. 
Pidámosle entonces al Señor que nos dé su gracia para que sepamos acompañarlo, padeciendo con él, que vive angustiado hasta que llegue el momento de su bautismo, es decir, la muerte en cruz, por la salvación de los hombres.
Pidamos ser sostenidos en este camino de seguimiento de Jesús para que algún día veamos los frutos que de esto viene para nuestra vida y la alegría que le damos al Señor.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XX "per annum". 17 de agosto de 2025. 

11 de agosto de 2025

¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia! (Salmo 32)


La idea central que sobresale en  los textos bíblicos de este domingo refiere a  la vida de fe  del hombre, con perspectiva de  vida eterna. 
O sea, hemos de reflexionar en qué consiste la vida de fe del ser humano en el mundo, que se orienta a  la gloria  que se nos ha prometido, pero que todavía no hemos alcanzado.
Por lo tanto, es necesario recorrer un camino largo o corto, pero un camino en el que vamos a encontrar muchas dificultades para vivir nuestra fe, pero también muchas posibilidades para vivir en ella.
Tomemos la primera lectura del libro de la Sabiduría (18, 6-9). En este texto que hemos proclamado, el autor sagrado hace una relectura teológica sobre los acontecimientos del pasado vividos por Israel.
En efecto, el autor escribe a los judíos que habitan Alejandría y que ante el peligro que corren de caer en el helenismo olvidándose de la historia de salvación que le es propia, se hace necesario recordársela.
La noche de la liberación, ¿De qué acontecimiento se trata? del día en que el pueblo de Israel fue liberado de la esclavitud de Egipto.
De ese hecho salvador, una cosa es recordar el momento histórico, y otra es reflexionar sobre el sentido que ha tenido.
El texto hace hincapié en que ha habido una elección de vida, el pueblo egipcio que no quiso escuchar la voz del Señor, ¿Quién es este para  darnos indicaciones? posiblemente decían, y el pueblo de Israel, que confió en la palabra de Dios, tuvo fe y fue rescatado. 
El texto hace mención al momento  en que el ángel exterminador pasó en la noche de la liberación y eliminó a todos los primogénitos de los egipcios y fue liberado el pueblo de Israel.
Por lo tanto, el mensaje que deja el texto bíblico es que aquellos que no han querido obedecer a Dios y que obran  el mal son rechazados por el Señor y, los que aún con sus defectos, escuchan la palabra y creen en las promesas divinas, son salvados. 
A raíz de esto, el pueblo  de Israel es liberado de la esclavitud para ser conducido a la tierra prometida, que no es únicamente el lugar donde se establecerán temporalmente mientras vivan, sino que es un anticipo de la tierra prometida del cielo.
A raíz de esto entendemos, pues, que el verdadero motivo de la fe, del creer en Dios, aceptar y practicar su palabra, es siempre  la esperanza de alcanzar  la grandeza prometida.
La carta a los hebreos (11,1-2.8-19) que proclamamos refiere también a la fe, que es "la plena certeza de las realidades que no se ven",  recordando el texto bíblico la fe de Abraham obedeciendo el llamado de Dios, la fe de Sara por la que pudo concebir, e Isaac y Jacob herederos de la promesa por la fe y tantos otros.
Y por último,  el texto del evangelio (Lc.12, 35-40) menciona la vivencia práctica de  la fe a cada uno de nosotros mientras vivimos en este mundo.
Se trata de esperar la venida del Señor con fe, que se traduce en la actitud evangélica de la vigilancia.
En efecto, así como  si supiéramos a qué hora va a venir el ladrón a nuestra casa estaríamos esperándolo para que no nos robe, así también   la segunda venida de Cristo amerita   estar preparados, no estar pensando que  falta mucho para la muerte  o  para el fin del mundo, o  para que Dios me pida cuenta de mis acciones.
No sabemos ni el día ni la hora, por eso hemos de estar preparados,  no cargados de miedo, sino de amor hacia el Señor que viene a nosotros. 
El que está preparado no teme lo que va a acontecerle porque sabe que su corazón está pronto para salir al encuentro del Señor que viene de la fiesta de boda dice el texto bíblico,   está esperando la venida del Señor para abrirle apenas llegue y  decirle "mira Señor, he administrado bien lo que me has dado, las cualidades otorgadas, la misión que me has encomendado en esta vida o en la Iglesia.
Todo lo he observado dignamente, esperando realmente poder presentárselo a Él.
¿Y qué es lo que  mueve por lo tanto a ser buenos administradores de los bienes recibidos? Justamente la fe, la certeza de que el Señor viene, y que pedirá cuenta de nuestras vidas, de lo que hemos  hecho. 
Porque el interés que tiene el Señor es mirar nuestros buenos frutos de vida.
Hermanos: en esta misa, además, pedimos por el movimiento provida de nuestra diócesis, damos gracias por aquel momento en agosto del dos mil dieciocho en que el senado no aprobó la ley del aborto, aunque después vino  otro gobierno más siniestro todavía, que sí lo aprobó. 
Pero en un primer momento hubo un rechazo, por lo que debemos trabajar y luchar para que ese rechazo siga en nuestras vidas.
Tenemos que evangelizar, llevar al mundo circundante la idea de que el Señor es vida no muerte, "no soy Señor de muerte, sino de vida", dice Jesús, y  mientras vivimos en este mundo tenemos que luchar por este ideal de defender la vida del hombre desde que ha sido engendrado hasta su muerte natural 
¿Y por qué defendemos la vida? Porque es el primer derecho que tiene un ser humano y gracias a este primer derecho que es el de la vida, se encamina a la gloria del cielo.
Por lo tanto, ¿Cómo no vamos a defender y luchar para que el mayor número posible de personas esté gozando de la gloria de Dios? 
Pero al mismo tiempo pedimos por la conversión de los abortistas, por aquellos que desprecian la vida, para que convertidos, no sufran bajo la acción del ángel exterminador como escuchamos en la primera lectura, porque Dios no se olvida de lo bueno que hacemos como de lo malo. 
Por eso hemos de estar siempre preparados para poder ofrecerle lo mejor de nosotros mismos.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XIX "per annum". 10 de agosto de 2025. 

4 de agosto de 2025

"Ya que han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios".

  

El apóstol San Pablo, escribiendo a cada uno de nosotros a través de los colosenses (3,1-5.9-11) deja una enseñanza vital para nuestras vidas, diciendo: "ya que han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios".

De esta manera  invita a poner la mirada en el fin último de la vida, que es la contemplación de Dios, la visión beatífica, para la cual nos preparamos mientras vivimos en este mundo, sin dejarnos marear o esclavizar por los bienes de la tierra. 
Ya el autor del Eclesiastés (1,2; 2, 21-23) repite "vanidad de vanidades y todo es vanidad"... y una grave desgracia".
Este libro, que pertenece a la sabiduría divina, invita a  centrar la vida en lo que es realmente importante, ya que  al contemplar todo aquello en lo que el ser humano pone especial atención, le recordará que es pasajero, es vanidad, es frágil, se desvanece, por lo que hay que poner la mirada y atención en los bienes eternos.
Por eso es que el mismo San Pablo dirá, como acabamos de escuchar, que hemos de morir a "todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría", o sea, todo aquello que saca al ser humano del verdadero camino y lo cierra sobre sí mismo, auto contemplándose permanentemente en lo pasajero y frívolo. 
En efecto, las cosas de este mundo  pueden atar permanentemente al hombre, como por ejemplo, el celular, que atrapa y esclaviza, llega a dominarnos, de modo que vivimos  pendientes de lo que hay en las redes sociales o de la última novedad, estamos detrás de las vanidades o de la pornografía y no de los verdaderos bienes. 
Por eso es que la palabra de Dios  vuelve a insistir a través del Evangelio (Lc. 12,13-21), a que poseamos una mirada totalmente nueva, ya que es frecuente nos equivoquemos haciendo el mal.
Y así, este hombre del cual refiere el texto evangélico, que ha acumulado muchos bienes, ha tenido éxito en las cosechas, en su empresa, se pregunta qué hacer con todos esos bienes, pero sin abrirse  a las necesidades del prójimo, sin pensar en ser rico delante de Dios,  sino que solamente se preocupa por sí mismo. 
Su pensamiento se centra en acumular todos estos bienes, por lo que debe construir nuevos espacios para atesorar, y además comer, beber, darse buena vida, descansar, siendo todo eso  vanidad también.
¡Cuántas veces sucede lo que el mismo Jesús reflexiona en el texto! Dios dirá "insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Para quién será lo que has amontonado?"¿De qué te valió acumular tanto, tener muchos bienes? De estos bienes, van a disfrutar otros, no tú. 
De modo que el pensamiento de este hombre, estaba lleno de vanidad,  de lo que es pasajero y terrenal, no tenía puesta su mirada en lo trascendente, sino en lo pasajero,  y así se fue todo. 
Por eso necesitamos cada día reaccionar frente a esta tentación permanente de preocuparnos y de ocuparnos principalmente de las cosas pasajeras. Recordar que todo esto se diluye. Solo permanecen los bienes del cielo, lo que nos espera y  promete el Señor. 
Oremos al Señor para que nuestra preocupación no sea ser rico materialmente en este mundo, sino rico a los ojos de Dios, buscando la amistad con Él y saber dar generosamente de lo nuestro a aquellos que tienen menos.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XVIII "per annum". 03 de agosto de 2025.