11 de agosto de 2025

¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia! (Salmo 32)


La idea central que sobresale en  los textos bíblicos de este domingo refiere a  la vida de fe  del hombre, con perspectiva de  vida eterna. 
O sea, hemos de reflexionar en qué consiste la vida de fe del ser humano en el mundo, que se orienta a  la gloria  que se nos ha prometido, pero que todavía no hemos alcanzado.
Por lo tanto, es necesario recorrer un camino largo o corto, pero un camino en el que vamos a encontrar muchas dificultades para vivir nuestra fe, pero también muchas posibilidades para vivir en ella.
Tomemos la primera lectura del libro de la Sabiduría (18, 6-9). En este texto que hemos proclamado, el autor sagrado hace una relectura teológica sobre los acontecimientos del pasado vividos por Israel.
En efecto, el autor escribe a los judíos que habitan Alejandría y que ante el peligro que corren de caer en el helenismo olvidándose de la historia de salvación que le es propia, se hace necesario recordársela.
La noche de la liberación, ¿De qué acontecimiento se trata? del día en que el pueblo de Israel fue liberado de la esclavitud de Egipto.
De ese hecho salvador, una cosa es recordar el momento histórico, y otra es reflexionar sobre el sentido que ha tenido.
El texto hace hincapié en que ha habido una elección de vida, el pueblo egipcio que no quiso escuchar la voz del Señor, ¿Quién es este para  darnos indicaciones? posiblemente decían, y el pueblo de Israel, que confió en la palabra de Dios, tuvo fe y fue rescatado. 
El texto hace mención al momento  en que el ángel exterminador pasó en la noche de la liberación y eliminó a todos los primogénitos de los egipcios y fue liberado el pueblo de Israel.
Por lo tanto, el mensaje que deja el texto bíblico es que aquellos que no han querido obedecer a Dios y que obran  el mal son rechazados por el Señor y, los que aún con sus defectos, escuchan la palabra y creen en las promesas divinas, son salvados. 
A raíz de esto, el pueblo  de Israel es liberado de la esclavitud para ser conducido a la tierra prometida, que no es únicamente el lugar donde se establecerán temporalmente mientras vivan, sino que es un anticipo de la tierra prometida del cielo.
A raíz de esto entendemos, pues, que el verdadero motivo de la fe, del creer en Dios, aceptar y practicar su palabra, es siempre  la esperanza de alcanzar  la grandeza prometida.
La carta a los hebreos (11,1-2.8-19) que proclamamos refiere también a la fe, que es "la plena certeza de las realidades que no se ven",  recordando el texto bíblico la fe de Abraham obedeciendo el llamado de Dios, la fe de Sara por la que pudo concebir, e Isaac y Jacob herederos de la promesa por la fe y tantos otros.
Y por último,  el texto del evangelio (Lc.12, 35-40) menciona la vivencia práctica de  la fe a cada uno de nosotros mientras vivimos en este mundo.
Se trata de esperar la venida del Señor con fe, que se traduce en la actitud evangélica de la vigilancia.
En efecto, así como  si supiéramos a qué hora va a venir el ladrón a nuestra casa estaríamos esperándolo para que no nos robe, así también   la segunda venida de Cristo amerita   estar preparados, no estar pensando que  falta mucho para la muerte  o  para el fin del mundo, o  para que Dios me pida cuenta de mis acciones.
No sabemos ni el día ni la hora, por eso hemos de estar preparados,  no cargados de miedo, sino de amor hacia el Señor que viene a nosotros. 
El que está preparado no teme lo que va a acontecerle porque sabe que su corazón está pronto para salir al encuentro del Señor que viene de la fiesta de boda dice el texto bíblico,   está esperando la venida del Señor para abrirle apenas llegue y  decirle "mira Señor, he administrado bien lo que me has dado, las cualidades otorgadas, la misión que me has encomendado en esta vida o en la Iglesia.
Todo lo he observado dignamente, esperando realmente poder presentárselo a Él.
¿Y qué es lo que  mueve por lo tanto a ser buenos administradores de los bienes recibidos? Justamente la fe, la certeza de que el Señor viene, y que pedirá cuenta de nuestras vidas, de lo que hemos  hecho. 
Porque el interés que tiene el Señor es mirar nuestros buenos frutos de vida.
Hermanos: en esta misa, además, pedimos por el movimiento provida de nuestra diócesis, damos gracias por aquel momento en agosto del dos mil dieciocho en que el senado no aprobó la ley del aborto, aunque después vino  otro gobierno más siniestro todavía, que sí lo aprobó. 
Pero en un primer momento hubo un rechazo, por lo que debemos trabajar y luchar para que ese rechazo siga en nuestras vidas.
Tenemos que evangelizar, llevar al mundo circundante la idea de que el Señor es vida no muerte, "no soy Señor de muerte, sino de vida", dice Jesús, y  mientras vivimos en este mundo tenemos que luchar por este ideal de defender la vida del hombre desde que ha sido engendrado hasta su muerte natural 
¿Y por qué defendemos la vida? Porque es el primer derecho que tiene un ser humano y gracias a este primer derecho que es el de la vida, se encamina a la gloria del cielo.
Por lo tanto, ¿Cómo no vamos a defender y luchar para que el mayor número posible de personas esté gozando de la gloria de Dios? 
Pero al mismo tiempo pedimos por la conversión de los abortistas, por aquellos que desprecian la vida, para que convertidos, no sufran bajo la acción del ángel exterminador como escuchamos en la primera lectura, porque Dios no se olvida de lo bueno que hacemos como de lo malo. 
Por eso hemos de estar siempre preparados para poder ofrecerle lo mejor de nosotros mismos.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XIX "per annum". 10 de agosto de 2025. 

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