4 de septiembre de 2007

Invitados al convite del Señor

“Tenemos la obligación de tratar de actuar en consecuencia con nuestros ideales, en la realidad cotidiana, en lo económico, laboral, afectivo, tratando de integrar al prójimo, aunque no compartamos sus opiniones o estilo de vida” Jorge A.

1.-La fiesta de la vida.

“En aquel tiempo, entró Jesús un sábado en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola: Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: "Deja el sitio a éste", y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado”.(Lucas 14, 1. 7-11)

En la Sagrada Escritura se compara muchas veces a la vida eterna con un banquete de bodas donde reina la alegría y la concordia entre los invitados. No es para menos: el encuentro con Dios y con los hermanos tiene siempre carácter festivo.
Son las bodas del Dios encarnado con cada una de sus criaturas racionales, llamadas a la vida feliz, sin retorno a las lágrimas o a cualquier tipo de miseria.
Pero estas bodas comienzan de un modo incipiente en este mundo terrenal.
En efecto, Dios nos ha llamado a la vida para que todos podamos participar de sus bienes abundantes mientras caminamos en el tiempo preparándonos para la eternidad.
En este llamado a la vida nadie está autorizado a impedir a otros el logro de la meta para la que fuimos creados todos: el encuentro con el Señor en el Reino que instauró con su venida como anticipo del Reino definitivo.
Es decir que ya en este mundo estamos llamados a vivir como hermanos, reconocidos y respetados como hijos del único Dios que todo lo ha hecho para nuestra grandeza.
Vivir en el acá, pues, significa que hemos de transcurrir el tiempo que nos separa de la eternidad utilizando los bienes comunes de la creación, dados universalmente a todos para nuestra personal realización, mientras cantamos y reconocemos la gloria de Dios con un obrar orientado al bien.
Llamados al convite de la vida somos simplemente invitados, siendo el Creador el verdadero dueño de todo, que dispone sabiamente de las riquezas de sus dones para que a nadie le falte y a nadie le sobre en inteligente disposición de equidad.

2.-Los primeros puestos y el poder.

En estas bodas terrenas que implican compromiso en términos de alianza con el Hijo de Dios hecho hombre, no faltan quienes no se sienten simplemente “invitados” sino que creen que pueden ocupar los primeros puestos con un dominio absoluto y despótico sobre los demás, -cual si fueran patrones-, y sobre los bienes que sólo se tienen en administración.
Los primeros puestos en el uso del dinero y del poder, los primeros puestos desde los que se miran a los “otros” cual “hermanos” de segunda y que pareciera que no tienen más derecho que el de recibir las migajas de los opulentos….
Los cargos se miran con codicia ante la ilusoria fantasía de que pueden “cubrirnos de gloria” o que nos permiten ser alguien.
En rigor es la persona la que debe ennoblecer el cargo o la posición y no al revés, ya que de ser esto así quedaría al descubierto que nada valemos sin el cartel extrínseco de un honor que fácilmente se desvanece en la bruma del tiempo que transcurre impiadoso.
La tentación del hombre es la de distinguirse él por sí mismo, en lugar de esperar que sea el que nos ha invitado al banquete de la vida quien nos reconozca en nuestro ser y valer.
¿Por qué sucede esto? El libro del génesis nos ofrece una pista excelente para llegar a la raíz de esta soberbia: “Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió” (Gn.3, 6). Comió del fruto más apetecido, que no es precisamente una manzana, sino el poder.
“Cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gn. 3,5).
La gula de “ser como dioses” acecha desde siempre el corazón vanidoso del hombre. No es de extrañar que sintiéndose dios, el ser humano quiera dar rienda suelta a su delirio de grandeza manejando a su antojo, cual soberano ilimitado, aquello de lo que sólo es administrador para dar gloria al creador y servir a sus hermanos.
Ya el hombre no se siente “invitado” sino dueño, para apropiarse de los mejores manjares del banquete de bodas y repartir a sus hermanos las sobras del festín.
De allí que no sea extraño que el henchido por la concupiscencia del poder escuche con severidad, tarde o temprano, “deja el sitio a éste”, es decir, al que habiendo comprendido su condición de “último” se haga acreedor de ser enaltecido como buen administrador, ya que “todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado” (Lc 14,11).

3.-Conocedores del bien y del mal.

¿Qué es ser conocedor del bien y del mal? Haber caído en el ilusorio espejismo de creer que el hombre puede por sí mismo decidir lo que es bueno o malo.
Envanecido por el supuesto derecho a los primeros puestos, muchas veces cree el ser humano que puede disponer también acerca de lo bueno o de lo malo, atribución sólo compatible con la divinidad, de la cual se cree estar investido.

En nombre de este “poder”, simulacro de la divinidad, el hombre ha caído en tantas aberraciones en el transcurso del tiempo, y aún en nuestros días, justificando lo malo y acorralando lo bueno, siendo así rebajado de lo que es desde la creación, esto es, imagen y semejanza de Dios.
Desde los “primeros puestos” del poder, no pocos se engríen convenciéndose que pueden decidir quién ha de vivir y quién ha de morir.
Si el hombre moderno está convencido que puede decidir “la moralidad de sus acciones” como si fuera Dios, cae -como en nuestros días- en la soberbia de mirar a su hermano desde la cima del poder expoliado a su Creador, y decidir si aborta o practica la eutanasia o esteriliza a sus semejantes.
No es de extrañar que sea frecuente el sometimiento del hombre por el hombre, el menosprecio de los más débiles o el uso instrumental de las conciencias al servicio de los que detentan el poder, llámese político, económico o social.
Y así, entonces, es que desde los “primeros puestos” del poder, se hiera de muerte el tejido social decidiendo como bueno la repartija de cuantiosas dádivas con el fin de obtener el triunfo que ilusoriamente promete la danza del acopio de sufragios, como medio para mantener los privilegios ya adquiridos ante la impotencia de los anestesiados débiles de este mundo.
Prolongando esta soberbia se pierde la visión eterna sobre lo creatural en el sentido de que todos estamos llamados a compartir como “invitados” la mesa de la creación bajo la orientación de la sabia providencia divina, teniendo como resultado el cultivo del dolor en sinnúmeros corazones.
Al respecto afirma Jorge A. -en un correo que me enviara a propósito del artículo “San Luis, modelo de gobernante” y que bien se puede aplicar a lo que venimos afirmando- lo siguiente: “Si todas las personas religiosas, de religiones varias, recordaran o al menos hubieran entendido alguna vez las enseñanzas del sentido común o divino, se viviría en una comunidad, donde no sólo importe ganar, inconscientemente algunas veces, conciente otras, sembrando dolor ajeno”.

4.-Llamado a la conversión y a la grandeza.

Sigue diciendo el texto del evangelio que reflexionamos: “ Dijo también al que le había invitado: Cuando hagas una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a los parientes , ni a los vecinos ricos, no sea que ellos, a su vez, te inviten y tengas ya tu recompensa. Cuando hagas una comida llama a los pobres, a los tullidos, a los lisiados y a los ciegos, y tendrás la dicha de que no puedan pagarte”. (Lucas 14, 12-14).

Hemos concluido el proceso electoral en nuestra provincia. Queda como tarea a realizar las consignas que proclamaban las dos fuerza mayoritarias en disputa por el poder político “vienen tiempos de cambio…..Santa Fe va por más”.
Los “tiempos nuevos o de cambio” han de configurarse de tal manera que de aquí en más sea algo común el invitar a la fiesta de la vida a todos los excluidos de la sociedad santafesina.
La grandeza de la sociedad será tal en la medida en que como hermanos podamos compartir distributivamente lo que es común a todos, según necesidades y méritos.

Es necesario que desde los “primeros puestos” del poder político se vayan creando fuentes de trabajo que permitan a todos comer el pan, fruto de la laboriosidad y de la cultura del trabajo.
De capital importancia será el de llevar a cabo proyectos que no busquen el rédito político o la posibilidad del “retorno”, sino el permitir a la ciudadanía una vida más humana.
Tarea necesaria será elevar a los ciudadanos proveyéndolos de aquellas herramientas que permitan actuar a conciencia y no bajo la presión de la dádiva que siempre es excluyente de la dignidad de hijos de Dios.
Ante el clima de inseguridad creciente se han de cultivar espacios de pacificación donde todos podamos vivir como hermanos, corrigiendo con firmeza al que vulnerando la ley de la convivencia, quiere imponer la ley del más fuerte, es decir, de la selva.
La concreción de esto permitirá que dejando de lado la preocupación por los primeros puestos para dominar, pasemos a la búsqueda de los mismos para servir.

Me parece oportuno transcribir una vez más lo que me enviara conceptuosamente Jorge A. -un lector interesado en hacer aportes, y que por lo mismo permite enriquecernos mutuamente- : “Me veo muy reconfortado en que haya gente……, en la cual la semilla de la conciencia se está desarrollando como hace un brote,-cuando se lo nutre como corresponde-. En el caso de las personas, como somos algo más que brotes, tenemos la obligación de tratar de actuar en consecuencia con nuestros ideales, en la realidad cotidiana, en lo económico, laboral, afectivo, tratando de integrar al prójimo, aunque no compartamos sus opiniones o estilo de vida. Integrar al otro es ver la realidad, cuanto más distinto, mejor. Porque si uno cree que tiene algo bueno, el mostrarse como cada uno es, influye en el otro. El otro no es más que uno mismo, criado bajo otras circunstancias y tiempos”.
En efecto, es propio de nuestra dignidad humana el integrar al otro, ya que “segregar, es la propuesta que nos da el mundo, que nos hace ignorar que lo esencial es invisible a los ojos”.

Ojala todos comprendamos que “Santa Fe irá por más” en la medida que gobernantes y gobernados, trabajando juntos, en el convite común de los bienes de este mundo, vayamos construyendo una sociedad más humana que nos permita hacer realidad el recibir la recompensa en la resurrección de los justos.
---------------------------------------------------------------------------------------------------Reflexiones en torno al texto evangélico de la liturgia dominical del 2 de septiembre de 2007.

Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro”

Santa Fe de la Vera Cruz, 04 de septiembre de 2007.
ribamazza@gmail.com
http://ricardomazza.blogspot.com/
www.nuevoencuentro.com

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