22 de enero de 2009

El compromiso del cristiano a partir del bautismo.


La Iglesia celebra la fiesta del Bautismo del Señor concluyendo el tiempo litúrgico de Navidad.
Hemos meditado y reflexionado acerca de la manifestación de Jesús como Hijo de Dios hecho hombre que viene a nosotros y se introduce en nuestra historia, asumiendo todo lo humano menos el pecado.
Meditamos sobre la manifestación de Jesús al pueblo judío fiel –representado por los pastores- que esperaba con fe la venida del Mesías. También sobre la presencia de los sabios de Oriente adorando al recién nacido significando con esto la voluntad de Dios de llegar a todos los pueblos de la tierra, porque como dice san Pedro “Dios no hace acepción de personas”.
Pedro pensaba que la predicación debía ser dirigida especialmente a los judíos, pero luego de la experiencia que tiene con la conversión del centurión Cornelio cae en la cuenta del llamado universal a la salvación
En esta fiesta del bautismo del señor lo contemplamos a Jesús como adulto, y nos preguntamos ¿cuál es la diferencia con las otras manifestaciones? Acá no se da a conocer Jesús sino que el Padre revela que quien se está bautizando es su Hijo hecho hombre., “este es mi Hijo muy amado”, certificando esto con la consagración realizada por el Espíritu antes de la misión que se le ha encomendado.
Isaías en la primera lectura recordará que Dios se ha complacido en su Siervo, que lo ha elegido y enviado a los pueblos de la tierra para dar a conocer el derecho, la justicia de Dios.
Este Siervo viene a traer la salvación, de modo que la mecha que aún humea comience a arder nuevamente, como diciendo que aquello que parecía perdido puede nuevamente recobrarse.
Es decir que la misión de Jesús es salvar al hombre de sus miserias ya que en el proyecto de Dios cada uno está llamado a participar de su misma vida, mensaje constante en el tiempo de Navidad que hoy concluimos.
El bautismo de Jesús junto con el testimonio del Padre y del Espíritu, nos indica que el Hijo de Dios viene a traernos una vida nueva, justamente a través del bautismo.
El bautismo de Juan es sólo de agua, es de conversión, y orienta, prepara el bautismo nuevo que trae Jesús por el agua y el Espíritu.
Jesús no necesitaba ser bautizado pero quiso pasar por el mismo para darle al agua el poder que le otorga la gracia.
Jesús se humilla delante de quien debiera ser su servidor dando cumplimiento a lo anunciado por Isaías sobre el siervo de Dios.
Cristo al salir del agua, ya no es el siervo, sino el enviado para llevar la Buena Nueva a todos los que quieran abrir su corazón a esta vida nueva.
El bautismo del Jordán marca el comienzo de la misión de Jesús, que es conducir al encuentro con el Padre.
El bautismo del Señor nos interpela ya que se repite en el nuestro el que el Padre nos considere sus predilectos.
Cada bautizado comienza con su renovación interior a participar de un modo nuevo de la vida de Dios.
Esta transformación interior que realiza el bautismo va reclamando en cada uno una existencia nueva.
Y ese es el desafío para cada uno. No estamos bautizados para sólo decir que somos católicos sino que nuestra vida debe desarrollarse asumiendo a Cristo Nuestro Señor.
Nuestras palabras, gestos, intenciones y obras deben tener esa modalidad de bautizados “por el agua y el Espíritu”, siguiendo al modelo que es el mismo Cristo.
De tal manera que la misma vida de Jesús debe iluminar todos los aspectos de nuestra existencia.
En efecto, muchas veces hacemos un divorcio, una separación, entre lo cultual y la vida de cada día, como si esto no perteneciera a nuestro quehacer cotidiano y no tuviera que tener un encuadre surgido del hecho del bautismo.
El bautismo debiera hacer de cada uno levadura en medio de este mundo. Hasta en la forma de vestir hemos de convertirnos en verdaderos ejemplo para todos, de modo que aún el carente de fe al vernos. pudiera decir de nosotros que somos creyentes, porque nos hemos revestido no con lo mundano tan lejos de Cristo la mayoría de las veces, sino de “Cristo”.
Hemos de vivir de tal manera que nuestros criterios en lugar de ser del mundo, han de responder a criterios surgidos desde la fe.
Es cierto que es esto tiene sus dificultades, dado que las tentaciones son muy grandes y el influjo de una cultura descristianizada es frecuente, sin embargo por la gracia de Dios es posible mantenerse en el camino de la fidelidad a Dios.
Hacernos siervos como Cristo delante del Padre, es decir, reconocer lo que somos, nuestra nada si estamos separados de Dios.
Nuestra grandeza nos viene porque el Padre nos ha creado y llamado a participar de su misma vida.
Pidamos a Cristo en este día que podamos vivir como verdaderos bautizados, hijos predilectos del Padre que anuncian al mundo la fuerza transformante del Evangelio.

Padre Ricardo B. Mazza, Cura Párroco de la Pquia “San Juan Bautista”. Reflexiones en torno a los textos bíblicos de la liturgia dominical de la fiesta del Bautismo del Señor, 11 de Enero de 2009. (Is. 42,1-4.6-7; Hechos 10,34-38; Marcos 1,6b-11).
ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com; www.nuevoencuentro.com/provida; www.nuevoencuentro.com/tomasmoro.-

No hay comentarios: