28 de enero de 2012

“Peregrinemos de la precariedad de lo temporal a la firmeza de lo eternal”.

En la primera oración de esta misa pedíamos a Dios que ordene nuestra vida según su voluntad para que entrando de lleno en la vida de Jesús alcancemos bienes abundantes.
¿Qué significa que Dios ordene nuestra vida según su voluntad? La respuesta la encontramos en la antífona del salmo responsorial (Ps. 24) que hemos cantado: “muéstrame Señor tus caminos y guíame por ellos”. En la medida que Dios nos muestre sus caminos y nos guíe por ellos, nuestra vida se va ordenando, es decir, orientando y subordinando a Él.
En la primera lectura de hoy (Jonás 3, 1-5.10) Dios muestra a los ninivitas el verdadero camino y desea guiarlos hacia el mismo.
Para ello envía al profeta Jonás, que se resiste a cumplir su misión ya que habían hecho sufrir mucho al pueblo de Israel. No comprende por qué Dios se apiada de ellos, pero al fin, concluye cumpliendo con lo que se le encomienda predicando la conversión para evitar la destrucción.
A los ninivitas se les da un plazo perentorio para convertirse, cuarenta días para recibir la gracia del perdón, antes que sea demasiado tarde. Ellos escuchan y creen en la palabra de Dios y se convierten haciendo penitencia. Pero también Jonás ha de convertirse, no ha de seguir su voluntad y parecer, sino lo que Dios le va inspirando.
En el evangelio (Mc. 1,14-20), Jesús también invita a la conversión diciendo “el tiempo se ha cumplido”. ¿Cuál es ese tiempo ya “cumplido”? el período de preparación por la venida del Mesías que se ha concretado porque ya está Él entre nosotros y, “su Reino está cerca”.
El llamado a la conversión que hace Jesús supone concluido el lapso de la espera, para dar lugar al del cumplimiento, y está dirigido a todos, judíos y paganos, de allí su predicación en Galilea donde se encontraban unos y otros.
Esta conversión, que es volver al origen en Dios, supone siempre la fe, por eso dirá “conviértanse y crean en la buena noticia”, es decir, crean en mi persona, en mi mensaje, comprométanse con el estilo de vida nuevo que les he traído.
Cuando alguien no cree en Jesús como Buena Nueva, o piensa que siempre hay tiempo para adherirse a su Persona, no se convierte, sigue con su proyecto, como Jonás y, no la voluntad del Señor.
“El tiempo apremia” nos dice mientras tanto el apóstol Pablo (1 Cor.7, 29-31), “el tiempo es breve, “queda poco tiempo”. No se refiere aquí al comienzo de la predicación del reino por parte de Jesús, sino que supuesto esto ya presente en el hombre, se hace necesario orientar la existencia cotidiana a los últimos acontecimientos de la vida humana.
Es decir, se apunta a la instancia de la segunda venida del Salvador y posterior comunión del hombre con su Creador, vocación a la que estamos orientados desde la creación. Es la vivencia de nuestro peregrinar desde el advenimiento del Hijo de Dios por primera vez hasta su glorioso retorno. Es el tiempo de la Iglesia, el cual es breve, ya que “no sabemos ni el día ni la hora” de su regreso triunfante y, porque cada instante es crucial para nuestra vida humana, en cuanto decisión voluntaria para pertenecer o no al Señor.
Las palabras de Pablo nos interpelan, en la brevedad del espacio temporal, a encontrarnos con Cristo, descubriendo que la orientación hacia el final de los tiempos, del que estamos cerca sin saber cuándo, nos debe llevar a estar en el mundo “como si no estuviéramos en él”.
El espíritu de conversión del que nos habla el libro de Jonás y el texto del evangelio, queda caracterizado, pues, por estas palabras de san Pablo.
En efecto, el convertido contempla en su verdadera dimensión todo lo creado, advierte su precariedad y su incapacidad para colmarnos de dicha, y asume esa realidad “como si no”, es decir, sin absolutizarla.
“Los que tienen mujer, vivan como si no la tuvieran, los que lloran como si no lloraran, los que se alegran como si no se alegraran”-dice Pablo.
El “como si no” es un llamado a vivir en el espacio y tiempo en el que estamos insertos, sabiendo que existimos para la eternidad, y por lo tanto no hemos de atarnos a cosa alguna.
Cuando el hombre pierde la perspectiva del fin último de su existencia, se engaña pensando que lo de acá es “como si“ fuera absoluto y no “como si no” lo fuera.

Mientras que si estamos convencido que la apariencia de este mundo es pasajera como afirma San Pablo, viviremos lo cotidiano “como si no lo viviéramos”, como si no fuera lo último.
Lo único que es fundante y en lo que no se da el “como si no” es el seguimiento de la persona de Jesús.
Por eso el Señor llama a Pedro, a Andrés, a Juan y Santiago y les dice “yo los haré pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Dejar las redes no es meramente dejar lo que estamos haciendo en la vida, como una profesión, sino aquello que nos tiene atrapados de tal manera que no vivimos el encuentro con el Señor como lo más importante de nuestra condición de peregrinos.
Los convocados a orillas del mar están llamados al seguimiento de Jesús como sus futuros enviados a evangelizar como colegio apostólico. Nosotros también convocados a la misión hemos de vivir en el mundo sin ser del mundo, inmersos en lo temporal “como si no” lo estuviéramos, de modo que no se vea tergiversado el seguimiento mismo.
Seguimiento que da sentido a nuestra vida ya que comprobamos el valor de la entrega al Señor y a su palabra, y así lo transmitimos a los demás.
El seguimiento de Cristo nos hace comprometernos con las realidades de cada día, el trabajo, la familia, los negocios etc, pero a la luz de este “como si no”, es decir, sin poner seguridad en ello y orientándonos siempre a la meta última del encuentro con el Creador. De este modo aprendemos a pasar de la precariedad de lo temporal a la firmeza de lo eternal.
A lo largo de la historia el hombre siempre ha vivido trágicamente la precariedad de lo temporal, especialmente la certeza de la muerte, y esto acontece porque le cuesta aprender a vivir como peregrino, es decir, “como si no” tuviera aquí casa permanente, añorando la verdadera meta que es la participación de la vida divina.
Hermanos: pidamos la luz que proviene de la verdad, para vivir nuestro transcurrir cotidiano con una mirada de fe, con una esperanza firme de lo eterno y con un amor que trasciende las fronteras de este mundo.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 3er domingo durante el año, ciclo “B”. 22 de enero de 2012. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.










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