21 de agosto de 2015

El sabio conoce que el presente es pasajero y, se afirma cuando sólo busca unirse a la verdad absoluta que es Dios.

Los textos bíblicos de este domingo tienen como eje central el papel de la sabiduría en la vida del hombre. En el libro de los Proverbios, capítulo 9, están personificadas tanto la sabiduría como la necedad que se presentan ante el ser humano para que éste elija a una de ellas como ruta para su vida temporal. 
El texto proclamado se detiene en el papel de la Sabiduría, que ciertamente refiere a Dios mismo que prepara la mesa y envía a sus servidoras para convocar a los más ingenuos y sencillos  a comer y beber el alimento necesario para que “sigan derecho por el camino de la inteligencia”.
El salmo interleccional (33, 2-3.10-15) que recién cantábamos describe de alguna manera lo que implica la sabiduría, invitando a que “¡vayamos a gustar la bondad del Señor!”
Y así, es sabio el que bendice al Señor en todo tiempo, el que se gloría en el Señor, lo escucha  y se alegra por ser humilde.
Es sabio quien teme al Señor, es decir, quien  teme ofenderlo.
“¿Quién es el hombre que ama la vida y desea gozar de días felices?” precisamente el sabio.
La sabiduría que presenta la sagrada escritura se caracteriza por un verdadero saber vivir bien, no en el aspecto que proclama el mundo que más de las veces no es más que placer y frivolidad, sino que refiere a lo que dignifica la existencia humana, que discierne entre lo que tiene carácter de eternidad y lo que sólo es fugaz y efímero.
En el texto de san Pablo (Ef. 5, 15-20) son sabios los que buscan la voluntad de Dios, por eso que “no sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la voluntad del Señor” y así se les recomienda que “cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos”. 
Es de sabio, “saber” que el momento presente es pasajero y que no merece que nos atemos a su fugacidad, sino más bien nos anclemos en el saber vivir como creyentes que buscan siempre unirse más y más a la verdad absoluta que es Dios.
Este hombre sabio busca siempre el llenarse  del Espíritu Santo, y no de las cosas pasajeras que no alimentan el corazón humano, que busca siempre, aunque no lo sepa o lo niegue, a su Creador.
El sabio según Dios es capaz de comunicar su alegría a los demás recitando en las reuniones con los creyentes, salmos, himnos y cánticos inspirados, cantando y celebrando  al Señor de todo corazón.
En el texto del evangelio (Jn. 6, 51-59) será verdadero sabio quien acepta la invitación del Señor que siendo el pan vivo bajado del cielo se entrega como alimento para la salvación del mundo y de cada persona, diciendo “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida”
Este  alimentarse con el Señor, permite que el creyente se configure más y más a Él, de manera que así como Cristo vive por el Padre que lo ha enviado, el cristiano vivirá por Cristo cada vez que se alimente de Él, apreciando de esa manera los verdaderos bienes.
El necio, en cambio, pondrá en duda esto como lo hicieron los judíos al discurrir “¿Cómo éste hombre puede darnos a comer su carne?”
Y en nuestros días, ¡cuánto abunda la necedad en los propios católicos al subestimar la importancia en nuestra vida de la Eucaristía, y preferir otros alimentos y diversiones antes que participar del sacrificio del Señor!
Queridos hermanos: ustedes con su presencia en la misa dominical no solamente fortalecen la fe personal sino que también ponen de manifiesto que desean ser sabios y saborear las delicias que provienen del alimento de sí mismo que nos ofrece Jesús.
Jesús se ofrece como dador de vida eterna, busquémoslo siempre, no lo dejemos de lado por preferir alejarnos de la verdad. 
Quizás no siempre participamos de la Misa deseando principalmente unirnos a quien es camino, verdad y vida, pero el sólo hecho de responder al llamado que se nos hace siempre, nos coloca en camino de crecer como hijos de Dios.
Pidamos la gracia de la madurez espiritual que nos permita desde la unión con Jesús, el brindarnos cada vez con mayor entrega a las necesidades de los demás.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XX durante el año. Ciclo B. 16 de agosto de 2015. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com














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