17 de octubre de 2015

“La Vida Eterna es la meta del creyente, y el seguimiento de Cristo, el camino para llegar a ella”.

En este segundo domingo de octubre celebramos la “Jornada mundial de las Misiones” en la que reflexionamos sobre la razón de ser de la Iglesia Católica, la evangelización o misión universal.
 Es decir, sentirse enviada a toda la humanidad para dar a conocer a Cristo y a su Buena Nueva o Evangelio, continuando con la vivencia de aquél mandato recibido de Cristo “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará” (Mc. 16, 15). 
La misión, fundada en el carácter salvífico de la presencia de Jesús entre nosotros, testimonia que somos redimidos del pecado y toda miseria, orientándonos hacia la meta última que es la vida eterna junto a Dios.
La preocupación por la salvación de la humanidad se hace cada vez más urgente en nuestros días, habida cuenta de que la tentación de prescindir de Dios en la vida cotidiana se agudiza notoriamente entre nosotros.
De allí que resulte imperioso preguntarnos acerca del sentido de la vida como hace este hombre, que de rodillas ante Jesús (Mc. 10, 17-27)  le dice, “Maestro bueno, ¿que debo hacer para heredar  la vida eterna?”. 
Este hombre representa a toda persona de buena voluntad que se pregunta por el sentido último de su existir en este mundo pasajero, que es la vida eterna para la que fuimos creados y nos dirigimos, transitando el camino que siguió Jesús hasta llegar a la unión plena con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Esta vida eterna como meta última, enaltece y ennoblece nuestro ser, confirmando la grandeza de criaturas  hechas a imagen y semejanza de Dios.
La pregunta formulada por este hombre  se orienta a dejar en claro que la preocupación principal y constante del creyente se ha de  situar en aquella realidad que se espera alcanzar y da sentido último a toda la existencia humana, y que sólo el Hijo de Dios puede indicar el medio para llegar.
La vivencia de los mandamientos implica el mínimo necesario a plasmar según la respuesta de Jesús, y que este hombre cumple desde su juventud.
Es ante esta actitud del judío piadoso que cambia el desarrollo de los hechos narrados, ya que Jesús  lo mira con amor –según menciona únicamente san Marcos- ,  con complacencia, como diciendo “sé que vives los mandamientos de la ley, que tratas de agradar a Dios, que quieres ser mejor, que no te conformas con lo indispensable para  ser bueno”. De allí que resulte obligado que Jesús agregue “Sólo te falta una cosa; ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”.
El papa san Juan Pablo II en la encíclica “El esplendor de la Verdad” (cap. 1), analizando el diálogo entre Jesús y este hombre, que personifica a todo hombre de buena voluntad, señala que el llamado a la perfección que hace el Señor se identifica con el espíritu de las Bienaventuranzas.
A este hombre concreto se le pide el despojo de lo que lo mantenía prisionero y le impedía una entrega radical al Maestro, o sea, el dinero y su uso.
Cada uno de nosotros, a su vez, es interpelado de diferente  modo, según sea la atadura  o la cosa que nos impide ser totalmente de Jesús. 
Al respecto el mismo Señor destaca que sólo quien es capaz de dejar lo que se considera importante en la vida, como padres, hermanos y bienes, para seguirlo, puede ser realmente discípulo suyo, prometiendo darle en este mundo más de lo que ha dejado, y la Vida eterna después de la muerte.
Este dejar no implica desconocer los lazos afectivos familiares, por ejemplo, sino saber subordinarlos al amor superior que el Hijo de Dios merece, y desde ese amor preferencial al Señor poder amar rectamente todo lo creado, y así amar a todos en su justa medida y usar de los bienes de este mundo sin que ninguno de ellos nos esclavicen
De allí la necesidad de pedir la sabiduría, la prudencia, de la que nos habla el libro de la Sabiduría (7, 7-11) que evoca la oración de Salomón cuando al comenzar su reinado le pide humildemente a Dios la sabiduría imperiosa para gobernar sensatamente al pueblo elegido. 
Y esta sabiduría que proviene de Dios, esta  prudencia por la que se busca a cada momento la voluntad del Creador para realizarla devotamente,  son preferidas a los cetros y los tronos, ante ellas las riquezas son nada, no se las iguala a la piedra más preciosa, mientras el oro es  arena y la plata es barro.
Y sigue diciendo el texto sagrado “la amé más que a la salud y a la hermosura, y la quise más que a la luz del día, porque su resplandor no tiene ocaso. Junto con ella me vinieron todos los bienes, y ella tenía en sus manos una riqueza incalculable”.
Para la enseñanza del evangelio esa sabiduría está personificada por el mismo Cristo, y es Él  “el resplandor que no tiene ocaso” y por quien nos llegan todos los bienes poseyendo “una riqueza incalculable”.
La experiencia nos enseña que cuando el ser humano se tara y se esclaviza con los bienes perecederos, no encuentra la verdadera felicidad, sino sólo una apariencia de la misma, ya que debe vigilar siempre para no perder lo que posee, mientras que el seguimiento de Cristo y el deseo de servirlo y seguirlo de corazón, se convierte en fuente de paz y bendición. 
Jesús nos convoca una vez más a una mayor entrega a su persona. Precisamente la segunda lectura tomada de la carta a los hebreos (4, 12-13) dice que la Palabra de Dios, esto es el Hijo, Palabra del Padre, “es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo”, penetra en la intimidad humana conociendo los pensamientos recónditos, e invitándonos a seguirlo más de cerca como fuente de verdadera felicidad, ya que la salvación imposible  de adquirir por  el hombre, es posible para Dios.
Pidámosle al Señor nos enseñe a buscar esta Sabiduría que es Él mismo para asimilarla a nuestra vida y manifestarla a todos los que nos rodean. 


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXVIII durante el año. Ciclo B. 11 de octubre de 2015. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


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