22 de octubre de 2015

“El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos”.





Hay una tentación muy presente en el corazón del hombre, que es la del poder, el tratar de sobresalir por encima de los demás, y así merecer el aplauso de todos. De esa manera  creemos obtener el prestigio que tal vez no podemos conseguir por nuestros propios méritos. Es decir que no es lo mismo ser grande por decisión de otros o por el poder con que fuimos investidos,  que serlo por mérito propio.

Tal tentación no es extraña entre los seguidores de Cristo, como lo percibimos en el texto del evangelio de este día (Mc. 10,35-45), y probablemente nosotros mismos hemos sentido el especial atractivo que tal tentación reviste, por lo que resulta agradable escuchar el pedido de Juan y Santiago cuando dicen con vehemencia “Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. 
A tal pretensión,  el Señor responde “No saben lo que piden”, ya que si lo supieran, se darían cuenta que es necesario seguir los pasos del maestro, marcados por el dolor, el sufrimiento y el desprecio de los hombres hasta el punto que se haga realidad lo afirmado por el profeta Isaías (53, 10-11) “El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él”. 
Más aún, ¡cómo serán de inconscientes que aceptan beber el mismo cáliz del Señor, el del sufrimiento y la cruz, sin obtener lo que piden!
Al mismo tiempo que esto acontece, los otros diez se enojan con tal inusitado reclamo, pero no porque sea la petición impropia, sino porque –es posible- que se sintieran desplazados, por lo que  a ellos también Jesús fustiga con firmeza.
¡Cuánto pesa en la consideración humana alcanzar una chapita, un reconocimiento, un carguito! ¡Cómo le cuesta al Señor modelar de nuevo el corazón de los que Él ha elegido! ¡Qué mundanos que son, cómo les cuesta entender las enseñanzas del Maestro y despegarse de los criterios humanos!
Pero no son ellos los únicos que tienen dificultades para percibir la verdad, ya que  también  a nosotros nos es problemático entender las exigencias del evangelio, o si las entendemos, nos hacemos los distraídos porque  es difícil seguir el estilo de vida de Jesús.
A pesar de ello, Jesús seguirá enseñando a sus discípulos y a sus seguidores de todos los tiempos, que es necesario asumir la misión  peculiar de servidores.
Esta disponibilidad para servir, a su vez, ha de ser también la motivación de los poderes de este mundo, ya sea económico, político o social, por lo que el Señor se despacha diciendo: “ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes”, afirmación hecha con ironía, -según mi parecer- porque no gobiernan realmente cuando falta con frecuencia la actitud de servicio a los demás en la mayoría de los que detentan el poder, “dominan a las naciones como si fueran sus dueños”, afirmación por la que se da por hecho que esto es así, ya que abundan los que actúan como capataces de estancias.
El que tiene poder busca  dominar como si fuera dueño de los demás “y los poderosos les hacen sentir su autoridad”. ¡Cuántas veces hemos escuchado en la sociedad en la que estamos insertos, “acá mando yo y al que no le gusta se va”, sin que interese para nada la vigencia de la verdad y del bien!
Jesús sigue con su enseñanza diciendo “entre ustedes no debe suceder así. Al contrario el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos”. 
Más aún, fundamenta tal exigencia poniéndose Él como ejemplo, sabiendo  que todos lo pueden verificar “porque el mismo Hijo del  hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
Respecto a la última afirmación de “dar su vida en rescate por una multitud” y en relación con la fórmula de la consagración del vino que afirma que la Sangre de Cristo “será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados”, se han suscitado algunas preguntas que se sintetizan en lo siguiente: ¿Cristo murió por todos o por muchos? ¿No es acaso la salvación, universal?
En realidad Cristo murió por la humanidad de todos los tiempos, siendo su sacrificio eficaz para rescatar a todos los hombres  del pecado, pero como no toda la humanidad acoge la salvación, sino que son muchos los que se cierran a la acción de la gracia, resulta que  son  sólo “muchos” o una “multitud”  los que reciben la justificación. De allí, que sea necesario, que los que creemos en quien se compadece de nuestras debilidades, el Hijo de Dios que penetró en el cielo, “vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno” (Heb. 4, 14-16).
El servicio al que estamos llamados nosotros por Jesús es en primer lugar el de la vida, ya que sólo cuando se respeta ésta  como “lo debido” y lo “justo” en la relación con los demás,  es  posible servir después en todos los campos de la existencia. Quien no es capaz de servir a la vida tampoco servirá en otros ámbitos de la vida humana.
Esto lo recuerdo ya que en nuestra Patria se va metiendo la mentalidad abortista que tratan de imponer nuestros gobernantes a la sociedad toda.
En nuestra provincia ya rige el aborto desde el gobierno de Binner promovido por el ministro de “Salud”, y en estos días, como si fuera un gran triunfo de una sociedad “civilizada”, se aprobó en diputados –no por unanimidad, gracias a Dios-  la despenalización del aborto. 
¡Qué falacia! , ¡Se podrá evitar la sanción en este mundo, pero nadie escapará cuando haya de dar cuenta en la otra vida de los actos malos realizados!
Por otra parte, estos que imponen su voluntad sobre la sociedad, no advierten a las mujeres que se dejan llevar por la propaganda de la muerte, que nadie las liberará del síndrome post aborto, que permanece a lo largo de la vida humana.
Estos ideólogos de la violencia contra los más débiles no buscan servir sino dominar a la gente como si fueran señores de la vida y muerte de los ciudadanos.
¡Hay tantas cosas sobre las que legislar! La erradicación de la pobreza, la atención de la salud, la provisión de viviendas, proveer de cloacas y agua potable en toda la extensión de la provincia, velar por la seguridad de la población y tantas otras cosas que son necesarias.
A los médicos mismos que se presentan como objetores de conciencia se los coacciona para que cambien, o no puedan progresar en su profesión, premiando con cargos a los abortistas.
Sería interesante que los médicos protestaran y les dijeran a los legisladores e ideólogos del aborto, algunos jueces incluidos, que hagan ellos de verdugos en lugar de pretender imponer a otros sus proyectos homicidas, pretendiendo que los profesionales de la salud lleven de por vida la carga de haber matado niños.
Es importante que nosotros vayamos tomando las enseñanzas que nos deja Jesús decidiendo vías de acción concretas, no permitiendo que seamos dominados por quienes pretenden  imponernos toda clase de maldades, ya que nuestro único Señor es sólo Dios y no estos servidores del maligno.
Queridos hermanos: pidamos al Señor la claridad suficiente para descubrir cada día su voluntad y la fortaleza  necesaria para ser constantes en la realización del bien, sin que nada ni nadie sea obstáculo para vivir a fondo la fidelidad a la verdad.



Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXIX durante el año. Ciclo B. 18 de octubre de 2015. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com





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