4 de diciembre de 2015

“Cristo que sigue vivo y viene a nuestro encuentro cada día, nos orienta a su segunda venida diciendo: “tengan ánimo, levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación”.

En nuestra vida cotidiana estamos en un permanente adviento ya que siempre esperamos de algún  modo la aparición de algún acontecimiento que pueda marcar nuestra existencia.
Esperamos concluir con alguna tarea encomendada, lograr el nacimiento de nuevas posibilidades,  alcanzar el sosiego de nuestro interior tantas veces turbulento o perturbado.
Porque el corazón humano se orienta siempre a lo que lo engrandece,  deseamos insistentemente el advenimiento de cosas buenas, por ejemplo, en lo político, económico o social, a pesar de que muchas veces nos hemos quedado solamente con ilusiones. 
La esperanza cristiana que  pone el acento en alcanzar los cielos nuevos y la tierra nueva, se asienta en el hecho de que Cristo ha resucitado de entre los muertos, certificando que sigue vivo y viene a nuestro encuentro cada día como vendrá al fin de los tiempos, como ya  lo hizo por primera vez.
De allí se explica que el mismo Jesús nos diga en el texto del evangelio del día (Lc.21, 25-28.34-36) “tengan ánimo, levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación”.
El profeta Jeremías (33,14-16) en la primera lectura ante la angustia que suscita la caída de Jerusalén y el destierro a Babilonia, tiene un mensaje de esperanza que mira más allá de los hechos históricos de su tiempo, anunciando “que haré brotar para David un germen justo, y él practicará la justicia y el derecho en el país” refiriéndose a la llegada futura del  Mesías.
En el texto del evangelio, Jesús anuncia la caída de Jerusalén con pinceladas apocalípticas según  el relato de Lucas, mirando al futuro de su segunda venida, que hemos de esperar confiadamente.
En rigor, el adviento pone el acento en la segunda venida de Jesús, buscando que a ella nos preparemos como lo hicieron los antiguos que fueron al encuentro de la primera venida con la certeza que otorga la fe.
En la primera venida, Jesús vino en la humildad de la carne, en la segunda vendrá lleno de gloria, en busca de los que se han mantenido fieles en el decurso del tiempo. De allí, que entre una y otra estamos nosotros ante la necesidad de elegir por Jesús y servirlo sólo a Él, o por el contrario, dejarnos conducir por aquello que nos aleja del Salvador.
El mismo Señor, sabiendo de nuestra debilidad, nos exhorta a no dejarnos “aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa”.
Este tiempo de Adviento es tiempo de oración y de vigilancia. 
Esta vigilancia no es solamente mirar hacia el futuro para indagar acerca de los acontecimientos que se avecinan, para que no nos sorprendan, sino que implica custodiar aquellos bienes que nos son más preciados como la presencia en nosotros de Jesús, la nueva vida que con Él hayamos comenzado.
Esta vigilancia fue vivida también en su momento por el apóstol san Pablo (I Tes. 3,12-4,2), ya que estaba en medio de la primera venida y la segunda que esperaba, y entendía que debía ser vivida creciendo “en el amor mutuo y hacia todos los demás”, deseando ser fortalecidos en nuestros corazones por Él en la santidad, viviendo irreprochables delante de Dios nuestro Padre en previsión de la venida de Jesús con todos sus santos.
Hace un llamado a vivir conforme a lo que hemos aprendido sobre la manera de comportarnos para agradar a Dios todos los días de nuestra vida.
En definitiva, Adviento es un llamado perentorio a que profundicemos la fidelidad en nuestras vidas. Y así, como el Señor es con nosotros, vivir en conformidad a lo que hemos recibido abundantemente de Él, con la certeza que Él sigue siempre cumpliendo con sus promesas a pesar de nuestras infidelidades y debilidades.
Adviento nos debe llevar a vivir gozosamente cada momento de nuestra vida temporal, ya que el Señor ya está con nosotros, pero a su vez, mirando a la proximidad de la segunda venida, aunque no conocemos ni el día ni la hora, clamando con confianza “¡Ven Señor Jesús!”
Hermanos: pidamos la luz necesaria para profundizar en este tiempo litúrgico y la fuerza  necesaria para obrar el bien conforme a nuestro compromiso bautismal, mirando con confianza la gloria que espera a los que permanecen fieles a su Señor.



Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el primer domingo de Adviento, ciclo “C”. 29 de Noviembre  de 2015. http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.- 












No hay comentarios: