27 de noviembre de 2015

“El reinado de Cristo comienza en el corazón de cada persona, en la medida que nuestro conocer y saber se someten dócilmente a ÉL”

Con la solemnidad de Jesucristo rey del universo, concluimos el año litúrgico.
Celebramos a Aquél que es origen y meta de nuestra existencia, ya que fuimos elegidos y creados en Él antes de la creación del mundo, y nos dirigimos a Él como fin de nuestro tránsito temporal. Es Alfa y Omega, principio y fin de todo lo que existe. La plenitud de la existencia humana se alcanza en el encuentro definitivo con quien fue enviado por el Padre, para que hecho hombre en María nos redimiera del pecado y de la muerte eterna.
El apóstol san Juan (Apoc. 1, 5-8) nos dice  que “Jesucristo es el Testigo fiel, el primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los reyes de la tierra”.
Es testigo fiel porque nos descubre el misterio divino oculto a la humanidad hasta que Él se hiciera presente entre nosotros, y esto porque “Él nos ama y nos liberó de nuestros pecados, por medio de su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre”.
De este Reino nuevo que Cristo inaugura como Cabeza visible, formamos parte todos los bautizados, y a nosotros viene a encontrarnos para hacernos partícipes de su misma vida de tal modo que sea entregado al Padre “el reino eterno y universal, reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz” (prefacio del día).
Pero el reinado de Cristo comienza en el corazón de cada persona, de allí que Orígenes insistiera en la necesidad de que todo en nuestra vida estuviera sometido dócilmente a la reyecía de Cristo. 
Imposible laborar por el reinado de Cristo en la sociedad, si nuestro interior desordenado no se le somete de buen grado y si no aspiramos a la santidad. 
No solamente los enemigos del Señor se le han de someter el día que ha sido fijado, sino que también, nuestro interior debe sometérsele desde ahora para participar de su designio de salvación.
Pero Jesús no sólo quiere reinar en nuestros corazones sino también en las estructuras sociales, en los ámbitos en los que nos movemos.
Y así en el mundo de la política, del trabajo, de la familia, en la economía y en los espacios sociales, el corazón humano debe buscar la voluntad del Creador, es decir, que todo sea medio apto para la gloria a Dios y servicio de los demás,  de esa manera Cristo será realmente rey de  todo lo creado.
De allí la necesidad de que nos preguntemos si realmente queremos ser conducidos por el Señor, o si por el contrario buscaremos pertenecer al reino de las tinieblas, por medio del pecado y de la lejanía de Dios.
En el texto del evangelio (Jn. 18,33b-37), Jesús nos dice que su realeza no es de este mundo, de manera que si queremos pertenecerle no hemos de aceptar estilos de vida opuestos al seguimiento del Salvador. 
La transformación interior que Él realiza en nosotros si somos dóciles a su Persona y sus enseñanzas, se ha de continuar en la renovación misma de la sociedad en la que vivimos, de modo que todas las personas y las cosas se orienten por Cristo al Padre.
Queridos hermanos: en este día examinemos nuestro corazón y la vida diaria, para conocer si caminamos bajo la guía de Cristo rey o si por el contrario nos dejamos conducir por  lo que nos deslumbra con falsos placeres y seguridades,  alejándonos  de la verdad y la vida de la gracia.
Pidamos  humildemente la ayuda de Dios para ser fieles a la Persona, vida y enseñanzas de Aquél que es alfa y omega de todo lo creado.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Solemnidad de Jesucristo, rey del universo. Ciclo B. 22 de noviembre de 2015. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


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