7 de diciembre de 2016

“En el desierto de una sociedad incrédula, Juan Bautista asegura que el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego”.



En este segundo domingo de Adviento resuenan las palabras admonitorias de Juan Bautista llamando a la conversión como condición necesaria para entrar de lleno en la vida del Salvador (Mt. 3,1-12).

Como en su tiempo, también hoy Juan Bautista predica en medio del desierto de una sociedad que inmersa en la cultura del disfrute y de lo provisorio, no está atenta, ni le interesa plantearse la necesidad de encontrarse con Jesús. 

Haciendo planes para las vacaciones de verano y cómo pasar mejor las fiestas de fin de año, salteándose la Natividad  del Salvador, el hombre de nuestros días no reconoce que el Reino de los Cielos está ya en medio de nuestro peregrinar desde que el Hijo de Dios naciera asumiendo nuestra humanidad.
El grito de Juan: “preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”, llega tanto más apremiante cuanto mayor es la indiferencia humana ante la obra que Jesús quiere realizar en medio de una sociedad despreocupada por lo espiritual. 
De allí que para los creyentes que queremos seguir fieles a la novedad que significa la Encarnación del Verbo, a quien hemos recibido por la fe en su primera venida, resulta imperioso producir frutos de una verdadera conversión. 
Esto supone confrontar nuestra vida cotidiana con lo que Jesús espera de sus discípulos y disponernos a un nuevo nacimiento, siempre posible con la gracia.
Precisamente en la primera lectura de esta liturgia, Isaías anuncia que brotará un retoño nuevo del tronco envejecido de Jesé (Is. 11, 1-10) en clara referencia al Mesías que vendrá en el futuro, pero que también es promesa de que en cada persona es posible un brote nuevo, mediante la conversión, a pesar de la vejez del pecado que no pocas veces anida en nuestro interior.
Esta conversión a Dios es condición indispensable no sólo para revivir el don recibido de la primera venida de Jesús, sino también para caminar con certeza al encuentro de quien anuncia su segunda venida, para un día incierto.
Más aún, con palabras nada edulcoradas, Juan Bautista asegura “el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego”.
El católico, pues, que quiere revivir el misterio del nacimiento de Cristo en su vida debe dar frutos buenos e implorar a Dios que el hacha de la purificación lo libere de todo aquello que le impide vivir en la plenitud de la gracia prometida.
En consonancia con los buenos frutos reclamados, asegura san Pablo en la segunda lectura recién proclamada (Rom. 15, 4-9), que “Todo lo que ha sido escrito en el pasado, ha sido escrito para nuestra instrucción”, corroborando de esa manera que lo profetizado por Isaías (11, 1-10) como marco perfecto en el que se desarrollará la venida del Señor, será posible en la medida que cada persona comprometida con el Salvador se proponga vivir en santidad, trabajando para que rija la justicia, la paz, la bondad y la caridad en la verdad entre todos.
La preparación esperada en el tiempo de  Adviento, por lo tanto, nos reclama “tener los mismos sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús, para que con un solo corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo”.
Queridos hermanos: deseosos de vivir en fidelidad el seguimiento de Jesús nacido para nuestra salvación, escuchemos y vivamos la Palabra de Dios “a fin de que por la constancia y el consuelo” que ella nos da, “mantengamos la esperanza”, que alienta nuestro deseo de santidad.
Comprendamos que “nuestra fe, por lo tanto,  debe iluminar las pequeñas cosas de cada día, de  nuestra vida y de la sociedad toda, para encontrarles el auténtico sentido que le dio la encarnación del Hijo de Dios.
Fortalecidos por la comunión eucarística, para la que deberíamos esforzarnos el ser dignos de recibirla siempre, adelantemos en el tiempo el encuentro con Dios, que todos creemos y esperamos alcanzar” (homilía primer domingo de Adviento, ciclo A, 28/11/2010).



Pintura de portada: San Juan Bautista en el desierto. Anónimo siglo XVI.




Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo II° de Adviento, ciclo “A”. 04 de diciembre  de 2016.

http://ricardomazza.blogspot.com; 






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