31 de mayo de 2017

“Enviados a testimoniar la alegría del evangelio, esperamos la meta en la que Jesús nos recibirá junto al gozo de los elegidos”.


San Lucas (Hech 1, 1-11) mencionando el contenido del tercer evangelio señala que se refirió “a todo lo que hizo y enseñó Jesús, desde el comienzo, hasta el día en que subió al cielo, después de haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus últimas instrucciones a los Apóstoles que había elegido”. 
En el libro de los Hechos de los Apóstoles testimonia que Jesús después de su Pasión se manifestó a ellos “dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les apareció y les habló del Reino de Dios”. 
En este contexto Jesús asegura que serán bautizados en el Espíritu Santo, recibiendo la fuerza del mismo  para la misión de ser testigos suyos en Jerusalén, en toda la Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra. Dicho esto, “lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos”.
La Ascensión del Señor que celebramos hoy, permite introducirnos en el sentido de la vida humana en este mundo temporal, ya que con frecuencia  nos preguntamos sobre el por qué  de la existencia terrena, cargada con  penurias y limitaciones, dejando la sensación que sólo estamos para padecer y que únicamente escapamos de ello en el disfrute de lo perecedero.
Precisamente la primera oración de esta misa nos responde ya que damos gracias a Dios “porque en la Ascensión de Cristo…nuestra humanidad es elevada junto…a Él  que nos ha precedido en la gloria que nosotros, su cuerpo, esperamos alcanzar” con quien es Cabeza de la Iglesia.
Sabiendo por la iluminación del Espíritu  de la verdad de esta meta, tiene sentido que los apóstoles miren al cielo hacia el que se eleva Jesús, pero a partir de esta contemplación, - como observan “dos hombres vestidos de blanco”- han de vivir las realidades de este mundo con una mirada nueva, sabiendo que “lo de acá” sólo es pasajero, y que deben instruir a todos en las verdades de fe que han recibido de parte de Jesús resucitado.
Misión ésta que queda plasmada en el texto del evangelio cuando Jesús dice (Mt. 28, 16-20) “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo le he mandado”.
Como esta misión es muchas veces dificultosa, san Pablo (Éf. 1, 17-23) ruega al Padre, como lo ha anunciado Jesús, envíe “un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente”.
El Espíritu de sabiduría permite “saborear” las cosas del espíritu, y la revelación por la que conocemos más profundamente al Señor, nos asegura  la promesa: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.
¿Y cómo estará Jesús con nosotros hasta “el fin del mundo”? Como Cabeza que es de la Iglesia, permanece junto a nosotros que somos las piedras vivas de su Cuerpo, hasta que lleguemos a donde ya se nos anticipó, junto al Padre.
Está presente también por medio de su Palabra, para darnos siempre la respuesta adecuada ante los grandes interrogantes de la existencia cotidiana.
Nutrirá nuestro corazón y el empuje misionero, a través de la comida de su Cuerpo y Sangre que se dispone para la vida de las personas y del mundo.
Esta iluminación del Espíritu, por otra parte nos permite “valorar la esperanza” a la que fuimos llamados, la herencia de la vida eterna que desde la fe y la caridad, aguardamos confiadamente.
¡Qué importante es valorar la esperanza de la vida eterna! ¡Cuántas veces el ser humano se distrae valorando exclusivamente lo que es pasajero y transitorio, poniendo allí su corazón y la razón de todo esfuerzo personal!
¡Cuántas veces se cree que la verdadera felicidad está en lo efímero y, ante el paso de este mundo a la eternidad, no sabe el ser humano qué le espera!
Queridos hermanos: convencidos que el Señor ha vuelto al Padre, permaneciendo ya la naturaleza humana en la Vida eterna, sintámonos convocados a caminar por esta vida temporal  llevando a todos la alegría del evangelio y perseverando en el bien obrar, hasta que lleguemos a la meta en la que nos espera Jesús para recibirnos junto al gozo de los elegidos.



Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Ascensión del Señor. 28 de mayo de 2017. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


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