12 de mayo de 2017

Tener “olor a oveja”, sudorosa o perfumada, es conocer las personas y sus vivencias, para llevarlas a Dios por la comprensión y el consuelo.






 La figura del Buen Pastor y su relación con las ovejas está presente en la Sagrada Escritura ya desde el Antiguo Testamento,  habida cuenta que se trata de una estampa particular en un pueblo pastoril como Israel, de manera que no resulta extraña su mención.

Antiguamente, Dios único Pastor, guiaba a su pueblo por medio de los sacerdotes, reyes y profetas, que no siempre buscaban el bien del pueblo sino el propio, abusando de su liderazgo. En la plenitud de los tiempos, con la encarnación del Hijo de Dios, es Jesús quien asume esta presencia de Buen Pastor en beneficio de las ovejas que somos cada uno de nosotros, entregando su vida en la Cruz libremente para que seamos salvados y tengamos la vida de la gracia como hijos del Padre.
El día de Pentecostés, el apóstol Pedro junto con los once apóstoles (Hechos 2, 14ª.36-41) da testimonio de que Cristo crucificado, a instancias de los israelitas, fue constituido por Dios Señor y Mesías, causando que los oyentes conmovidos dijeran “hermanos, ¿qué debemos hacer?”. Pedro, entonces, viendo la sinceridad de los oyentes, los insta a la conversión y a recibir el bautismo, para que sus pecados sean perdonados y reciban el Espíritu Santo.
Los insta además a ponerse a salvo de esa generación perversa, es decir,  no contaminarse con lo que no proviene de Dios sino del engaño del maligno.
Esta última advertencia se dirige a nosotros también, ya que el seguimiento de Cristo supone apartarse en cada tiempo histórico de lo que la sociedad o la cultura presentan como propio del espíritu mundano lejos del evangelio.
Y así en nuestros días son muchas las voces que sutilmente buscan atraernos a una forma de vida que  no es la que nos muestra Jesús el Buen Pastor, ya sea en el mundo de la economía, de la política, en lo social, en lo relacionado con la familia, con el amor, en fin,  con las demás personas que nos rodean.
En lo relacionado con lo religioso y la vida de fe, recibimos no pocas veces sugestiones personales de aquellos que nos quieren robar la verdad enseñada por Cristo a sus apóstoles y con ellos en la Iglesia, entrando y trepando al corral por otra parte porque “son ladrones y asaltantes”, esperando Jesús que nos los escuchemos ya que son lobos disfrazados de ovejas.
Pienso en la campaña sistemática que contra la Iglesia Católica realizan confesiones cristianas distintas o sectas, que buscan “pescar en la pecera” de la Iglesia Católica personas descontentas o frágiles en la verdadera fe.
Pero también, aunque de forma simpática, desde corrientes orientales se nos tienta a seguir un aparente vivir religioso en lo que todas las creencias son válidas, y que a la larga nos hacen perder la fe recibida, por medio de la educación de la mente, el descanso del cuerpo y gimnasias reparadoras.
El menú de posibilidades que hoy se ofrecen al creyente desprevenido es muy amplio como para seducir a todos según diversas apetencias personales.
De allí que sea necesario recordar siempre quién nos redimió llevando “sobre la cruz nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Gracias a sus llagas, ustedes fueron sanados”(I Pt. 2, 20b-25), y vayamos tras sus pasos de Buen Pastor cuya voz reconocemos, porque Él nos conoce y llama por nuestro nombre.
También en nuestros días corremos el riesgo de perder el camino por escuchar otras voces que nos halagan y prometen solución fácil a tantas dificultades de la vida, pero que resultan siempre engañosas, para lo cual nos sirve  de advertencia aquello de que “antes andaban como ovejas perdidas, pero ahora han vuelto al Pastor y Guardián de ustedes”.
Lejos del Buen Pastor que es Cristo, es propicio el momento para ser conquistados por el enemigo infernal que como lobo vestido de oveja procura siempre separarnos de quien  entregó su vida por salvarnos.
Precisamente el apóstol Pedro señala que los falsos atractivos que encandilan en la sociedad de consumo en la que vivimos, han de ser rechazados por la decisión de encarnar diariamente el misterio de la muerte y resurrección de Cristo ya que a ello hemos “sido llamados, porque también Cristo padeció por ustedes, y les dejó un ejemplo a fin de que sigan sus huellas”.
De allí el sentido de que “si a pesar de hacer el bien, ustedes soportan el sufrimiento, esto sí es una gracia delante de Dios”.
El seguimiento de Cristo y por lo tanto la realización del bien con la profesión sincera de nuestra fe, nos hace padecer muchas veces el  acoso o bullying religioso por el cual los creyentes son humillados por la acción de quienes creen tener el poder de la verdad en materia de fe y costumbres.
Jesús dice que es la puerta de las ovejas y que cada uno entra al rebaño y  sale algún día  por esa “puerta”, que es la de la gloria para encontrarse con Dios.
En este día se celebra desde hace la 54  Jornada de oración por las vocaciones a la vida consagrada, especialmente la sacerdotal, en la que oramos al dueño de los sembrados despierte en la Iglesia numerosas y santas vocaciones al sacerdocio ministerial.
El papa Francisco en diversas oportunidades nos ha hablado de la necesidad de que el Pastor de una comunidad  tenga olor a oveja, como acontecía con la persona de Jesús, que seguramente después de predicar largamente a la multitud bajo el rayo del sol de la Palestina de su tiempo, percibía el olor de las "ovejas sudorosas", como así también sentía el  aroma de las“ovejas perfumadas” cuando visitaba en su casa a los principales de algún lugar, como aconteció con Zaqueo o el fariseo Simón.
Tener “olor a oveja” es por lo tanto conocer la situación personal y vivencial de la gente para llevarles consuelo, perdón y la presencia de Dios, para lo cual hay que estar siempre “en salida”, es decir ir al encuentro del otro.
Pero también el buen pastor debe asumir la figura del Padre misericordioso que espera en su casa al hijo descarriado, para que cuando regrese pueda “peinar a esa oveja” con el afecto y la presencia, como ya lo hace con el hijo que no se fue de casa pero que necesita también cambiar su corazón. 
¡Cuántas veces la oveja busca ser “peinada”, consolada, cuidada, que se le preste atención a sus congojas y el pastor no se encuentra!
Vivir en “salida” no significa estar de un lado para el otro, sino en “salida de uno mismo” y disponer así el corazón para recibir y consolar a los demás.
Por su parte la “oveja”, el fiel cristiano, ha de tener también “olor a pastor”, es decir, que se perciba que las enseñanzas y ejemplo de vida que recibe del pastor calan en su corazón ayudándole a crecer en su vida personal.
A veces acontece que las ovejas se sienten bien con el pastor, que existe una relación de amistad, participan juntos de la misma vida social, pero no se vislumbra que el pastor sea modelo para las ovejas, o que las ovejas no lo perciben como tal, como otro Cristo frente a la comunidad.
En este sentido es necesario conocer siempre la voz de Jesús Buen Pastor, para que cuando los pastores humanos no enseñen la verdad revelada, sepamos apartarnos buscando los verdaderos pastos de la vida divina. 
Queridos hermanos, aprovechemos este día para repetir lo que oramos al principio de la misa:“Dios todopoderoso y eterno, condúcenos hacia los gozos celestiales, para que tu rebaño, a pesar de su debilidad, llegue a la gloria que le alcanzó la fortaleza de Jesucristo su pastor”.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el IV° domingo de Pascua. 07 de mayo de 2017. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com













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