13 de mayo de 2019

“Imploremos al Pastor bueno que cuide de su rebaño y lo conduzca al encuentro del Padre Eterno en las praderas eternas de la salvación”



Celebramos en este día el domingo llamado del Buen Pastor, con la impronta particular desde hace años, de  realizarse la Jornada Mundial de Oración por las vocaciones sacerdotales y religiosas.

En el Antiguo Testamento encontramos que  Dios mismo se erige en Pastor de su pueblo a causa del abandono en que se encuentran los israelitas.
 En efecto,  los pastores, ya religiosos o autoridades políticas, no supieron o no quisieron guiar al pueblo elegido que se les había encomendado por el camino de la Alianza realizada en el Sinaí, y así encontrarse   con el mismo Dios, velando a su vez para que en este mundo se alcanzara el  bienestar religioso y temporal.
El mismo Dios anuncia  al pueblo que un pastor lo guiará con sencillez, autoridad y bondad, en referencia a Jesús Pastor de almas.
Jesús resucitado, después de comprometernos a amarlo, como reflexionamos el domingo pasado, asegura hoy (Jn. 10, 27-30), que nos guiará por el verdadero camino, si es que reconocemos ser sus ovejas y seguimos sus pasos,  si lo escuchamos  con docilidad y huimos de las “voces” de un mundo paganizado que  buscan separarnos de Él.
Especialmente en nuestro tiempo en que reina tanta confusión no sólo en la sociedad terrenal sino también en la Iglesia, es necesario saber descubrir las distintas voces que pretenden conducirnos por la senda del error, alejándonos de Cristo que es Camino, Verdad y Vida.
El mundo de hoy nos quiere seducir afirmando que la Iglesia ha de adaptarse a la sociedad y cultura reinantes, alcanzando así una mejor compenetración con la realidad, y se insiste en que esta “realidad” de la mentira  no se puede desechar aunque resulte engañosa.
Por el contrario, desde la fe, sabemos que Cristo “no siguió” la voz del mundo de su tiempo, adaptándose a la incredulidad o adorando dioses falsos, sino que por el contrario lo interpeló reclamando ser reconocido como el Hijo de Dios encarnado, presente en el mundo para rescatar al hombre del pecado y elevarlo  a la vida de la gracia.
El mismo Jesús nos promete la Vida Eterna si lo seguimos, asegurando que aunque se busque arrebatarnos de su rebaño, esto no será posible si somos fieles,  ya que nos protege porque así lo ha querido el Padre suyo y nuestro.
De este designio divino sobre Cristo y por extensión, sobre los pastores que continúan su obra, los hechos de los Apóstoles (13, 14.43-52) describen la obra de “pastoreo” que realizan Pablo y Bernabé en diferentes lugares de su misión evangelizadora.
Y así, los vemos en Antioquía de Pisidia en la que en un primer momento los siguen muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios, a quienes recomiendan permanecer fieles a la gracia divina.
Más tarde, al sábado siguiente del primer encuentro, reunidos en la sinagoga, casi toda la ciudad se congregó para escuchar la Palabra de Dios, suscitando la envidia y la furia de los judíos  incrédulos.
Pablo y Bernabé con firmeza, testifican que debían predicar primero a los judíos, pero que viendo su obstinación, falta de fe y que “no se consideran dignos de la Vida eterna”, se dirigen a los paganos.
Observamos con esto, que así como Jesús Pastor, da la Vida eterna a los que lo siguen, también los apóstoles prometen la Vida eterna a quienes escuchando la Palabra divina se convierten y siguen a Cristo, recordando  que dijo “Yo te he establecido para ser la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra”.
Esto culmina con la alegría de los paganos que alaban a Dios “y todos los que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe”.
De nuevo la referencia a la Vida eterna, verdad revelada que es  meta de la fe, ansiada por la esperanza, adelantada con las obras de caridad.
¡Qué bello es contemplar cómo la Palabra del Señor se extiende por todas partes y aumenta el número de los elegidos y llamados a la vida nueva de la gracia, mediante el testimonio de los apóstoles que aseguran sin temor alguno que Jesús resucitado está vivo en su Iglesia!
El testimonio acerca de la persona de Jesús no está libre de persecuciones, como señala el texto de hoy, ni es causa de tristeza, ya que los apóstoles están “llenos de alegría y del Espíritu Santo”.
El apóstol san Juan (Apoc. 7, 9.14b-17) hace referencia también a la revelación acerca de la multitud que canta eternamente la gloria de Dios en la eternidad, elegidos porque vienen de la gran tribulación siguiendo al Cordero Pastor que los guía y conduce a la Vida.
De allí que diga “porque el Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva”.
A su vez, al implorar hoy al Pastor Eterno que envíe abundantes vocaciones sacerdotales y religiosas a su Iglesia, reconocemos nuestra debilidad como ovejas, y que nos duele el desprecio  que muchos sienten por los consagrados porque no hemos sabido dar testimonio adecuado de nuestra misión y llamado.
Necesitamos transformarnos en nuevos evangelizadores que como Pablo y Bernabé vayamos a las periferias de la sociedad y del mundo para proclamar el misterio de Cristo muerto y resucitado, reiterando  el llamado que hace, -a través nuestro-, a todos los hombres de buena voluntad para que creyendo, se incorporen al  rebaño del Padre.
Pidamos con fe esta transformación interior para realizar en el mundo lo que Dios quiere de cada uno de nosotros, imploremos al Pastor bueno que cuide de su rebaño y lo conduzca a las praderas eternas.



Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el IV° Domingo de Pascua. Ciclo “C”. 12 de Mayo de 2019. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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