12 de agosto de 2019

“Caminemos en la fe “con las lámparas encendidas”, en la esperanza “ceñidas las vestiduras” y en la caridad “sentándonos en la mesa de los elegidos”



Los textos bíblicos de este domingo son muy ricos en enseñanzas para  el crecimiento sostenido de cada persona en  la vida de fe en Dios y en su manifestación como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Precisamente en la oración inicial pedíamos: “Dios Todopoderoso y eterno, a quien, movidos por el Espíritu Santo nos animamos a llamar Padre, confirma en nuestros corazones la condición de hijos tuyos, para que podamos entrar en la herencia prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo”.
La vida de fe, pues, se presenta como principal sostén en el creyente, permitiéndole crecer en el conocimiento de Dios y actuar en consecuencia.
El conocimiento que proviene de la fe sobrenatural es superior a cualquier modo de conocer “con fe humana”, ya que se funda en el testimonio de un testigo no sólo creíble, sino especial, Jesucristo mismo.
Cuando creemos, por ejemplo, que con las palabras de la consagración el pan se convierte en el Cuerpo de Jesús y el vino en su Sangre, aceptamos su testimonio y enseñanza de la Última Cena.
Esta fe tiene consecuencias concretas ya que participamos de la misa dominical porque Jesús viene a nuestro encuentro, lo recibimos como alimento si estamos en gracia o evitamos  hacerlo si hemos de purificarnos previamente con la confesión, y nos abrimos, a su vez, en obras de caridad en bien del prójimo.
Además, el Señor confirma “este milagro” de fe, cuando  duda  el corazón humano, con el testimonio de verdad de los llamados milagros eucarísticos en que el pan eucarístico se hace carne visible.
Todo esto nos hace comprender el alcance de lo que afirma la carta a los Hebreos (11, 1-2.8-12) “La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven".
En relación con esta vida de fe acontece en la historia personal del creyente que no pocas veces la cultura y costumbres que han abandonado a Dios para endiosar al hombre como medida de verdad, pone en jaque no sólo el sentido de la vida de cada uno, sino que también trastoca todas las realidades humanas cayendo como sucede en nuestros días con la “idolatría” de lo más absurdo para la inteligencia humana como la ideología de género.
Esto sucedió en la antigüedad, aunque como matices diversos, como señala el libro de la Sabiduría (18, 5-9) (1), en el que el autor sagrado escribe a la numerosa comunidad judía de Alejandría poniéndola en guardia para no caer bajo el influjo del paganismo helenista cuyo resultado era el abandono de la tradición israelita, y la apostasía de muchos con el olvido del Dios de la Alianza.
Fue por ello necesario que se les recordara cómo el Dios de Israel se mostró siempre como salvador y conductor del pueblo de la alianza por medio de hechos extraordinarios, en medio de las vicisitudes, debiendo por lo tanto todos ellos acrecentar la fe de los “padres” y seguir caminando hacia la tierra de la promesa, como lo hizo Abraham en medio de las pruebas, viviendo aquello que afirma la carta a los Hebreos cuando dice “la fe es la garantía de los bienes que se esperan”.
“Los bienes que se esperan” no solamente son los de la tierra de promisión en esta vida, sino que apuntan a los del cielo con Dios.
El mensaje del libro de la Sabiduría, a su vez, está dirigido  a los paganos mismos, para que se conviertan y entren por el camino de la verdad total incoada ya en el Antiguo Testamento.
Jesús, por su parte, hace un llamado a crecer en la fe alejando el temor que a veces  asuela a los elegidos, diciendo “No temas, pequeño rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino” (Lc. 12, 32-48).
Al plantear un ideal de vida como el de no apoyarnos en los bienes de este mundo y esperar vigilantes el regreso del Señor con la tarea ingente de ser buenos administradores del Reino, se esboza a menudo entre los creyentes la idea de por qué no buscar otras seguridades que el mundo gestiona haciendo que todo sea más llevadero.
Al igual que en el pasado, el creyente de hoy se ve tentado a no afirmarse en su fe en el único Dios, sino instalarse en sí mismo, cediendo a la pretensión de su autonomía total del  Creador y de todo ordenamiento bueno que provenga de la naturaleza de las cosas o de la sociedad de la que forma parte, viviendo y acrecentando la ficción de que el hombre todo lo puede por sí mismo sin límite alguno.
No es de extrañar que como resultado de tal modo de pensar se haya caído en nuestro tiempo en toda clase de desvaríos donde cunde la irracionalidad, se legitima lo absurdo y, hasta en lo religioso se defienda cierta  nueva “revelación divina” en la “madre” tierra y el indigenismo.
Para superar todo esto, los creyentes en el único Dios que se manifestó en Jesucristo, estamos llamados a ser fieles al Reino recibido, es decir, fieles a Jesús, a sus enseñanzas, a la vida nueva que nos ha ofrecido por su muerte y resurrección, de modo que “allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón”.
Teniendo a Jesús como el tesoro de nuestro corazón, caminemos por la senda de la fe “con las lámparas encendidas”, de la esperanza “ceñidas las vestiduras” y de la caridad “velando a su llegada”, para sentarnos a la mesa de los elegidos servidos por el Señor a causa de la fidelidad demostrada en la espera de su regreso.
Queridos hermanos: vivimos tiempos difíciles pero no estamos abandonados por el Señor. Él nos protege y cuida para que sigamos formando el “pequeño rebaño” de los que son fieles, colmándonos de sus dones, para que cuando nos lo reclame, podamos dar cuenta de una buena administración de sus bienes, recibiendo el reconocimiento eterno de su bondad.

(1)    Es el libro más reciente del Antiguo Testamento. Fue escrito en griego, entre los años 50 y 30 a.C., por un judío de Alejandría, la gran ciudad egipcia convertida en primer centro cultural del mundo mediterráneo.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XIX del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 11 de agosto de 2019 ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com




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