20 de julio de 2020

Por la paciencia de Dios y la oración de los justos, muchos se han convertido tocados por la Gracia, convirtiéndose en trigo para la cosecha del Señor.



El texto del libro de la Sabiduría (12,13.16-19) en la primera lectura enseña que la omnipotencia de Dios hace que Él sea misericordioso y paciente y que “después del pecado das lugar al arrepentimiento”. 

¿Cómo se explica esto? Dios es Todopoderoso y ese poder divino es intrínseco a Él, forma parte de su esencia, por lo tanto como todo lo puede y tiene absoluto dominio sobre  lo creado, ama todo lo que existe. De hecho  el libro de la Sabiduría  reconoce  que si Dios odiara algo no lo llamaría a la existencia, de modo que aún entre los hombres buenos y malos, existe un proyecto divino para el bien, para alcanzar el fin último de  la vida eterna.
Sucede lo contrario con el ser humano. Como en el hombre el poder es extrínseco a él, o sea “le” viene de afuera, porque el hombre es débil por naturaleza, sucede que cuando alguien posee poder económico, político, social o religioso o lo que sea, tiene la tentación de caer en el autoritarismo como una forma de manifestar que disfruta de poder y que no es débil. De ese modo cuando el ser humano ejerce el poder, no se siente muy inclinado a la paciencia o a la misericordia, sino más bien está decidido a que se cumpla a rajatabla lo que ha establecido, con lo cual queda de manifiesto ese temor interior a ser descubierto en la propia debilidad.
Como percibimos, es  importante tener en cuenta esta diferencia entre el poder divino y el poder humano para entender lo que Jesús nos quiere enseñar con la parábola del trigo y la cizaña. Con las otras dos parábolas, la del grano de mostaza y la levadura que levanta toda la masa, nos está diciendo que el Reino, o sea la presencia de Jesús en el mundo y en corazón del hombre, trabaja lentamente, sigilosamente, no aparece, pero allí está y realiza cambios en el corazón de la persona y en  la sociedad toda, aunque no se lo note.
Retornando a la parábola del trigo y la cizaña que el mismo Jesús se encarga de explicar, se nos manifiesta,  que mientras el mundo sea mundo se da esta doble faceta, esta doble realidad, la presencia del trigo, que personifica a los buenos, -si es que pudiéramos decir que existen los químicamente puros y buenos, porque todos tenemos nuestras grietas por allí-, pero bueno, vamos a suponer, el grupo de los buenos y, por otro lado la cizaña que personifica la presencia del mundo del mal, cuyo autor es el maligno que siembra en la sociedad  a los seguidores suyos, para poner obstáculos permanentemente en todo lo que sea bueno y en las obras de aquellos que quieren obrar el bien.
De allí que no es de extrañar que mientras vivamos en este mundo, cada vez que queremos hacer el bien aparezca alguien que quiera destruir lo que estamos haciendo o que contraríe lo que deseamos hacer,  porque se da permanentemente esta presencia del trigo y la cizaña.
A su vez, también en el corazón del hombre se dan el trigo y la cizaña, porque en cada uno de nosotros hay mucho de bueno pero también hay mucho de malo. Por ejemplo,  si alguien leyera nuestros pensamientos a lo largo del día, (¡mejor que nadie pueda leerlos sino solamente Dios!), qué sorpresa se llevaría por  todo lo que hay, envidia, tentación a la ira, al rencor, a eliminar al otro.
 ¿Cuántas veces tenemos la tentación de creernos de aquellos que forman parte de los ángeles que dice Dios que va a enviar al fin de los tiempos? Los cosechadores dice, son los ángeles, y los ángeles, uno se imagina todos con la hoz, arrancando el trigo y la cizaña, y quizá por ahí alguien tiene la fantasía de ser un ángel vengador e ir con la hoz  eliminando a todos los que hacen el mal, ya sea a  los enemigos personales o  a los perseguidores de los creyentes.
Sin embargo, Cristo dice que se realizará la separación al fin del mundo y, que de eso, se encargarán los ángeles, no nosotros. Aunque esto nos duela porque muchas veces tendremos que soportar a los hacedores del mal, hemos de recordar que ya cada persona da cuenta de su obrar mal o bien en esta vida en el momento de la muerte, antes del fin del mundo.
No significa esto que cada día hagamos la vista gorda ante el mal que acontece, o que pensemos “bueno no queda otra que aguantar al que obra el mal”. No, desde el lugar que ocupo en la sociedad debo hacer lo posible para poner obstáculos al progreso de los servidores del maligno, por supuesto. No puedo decir “bueno, como yo no soy ángel segador, como no puedo juzgar, entonces hago la vista gorda a todo lo malo que sucede”, por supuesto que no. Como decía Chesterton: “Dios nos pide cuando estamos en la iglesia que nos saquemos el sombrero pero no la cabeza”, o sea, no dejar de pensar, lo que está mal está mal y lo que está bien está bien, y debemos luchar para que prospere el bien, pero no nos toca a nosotros resolver esto que acontece a lo largo de la historia.
Por lo tanto no caer en el derrotismo de decir: “bueno entonces no podemos hacer nada, tenemos que soportar esto hasta el fin de los tiempos”. No, al fin de los tiempos el que toma la resolución final es el Señor, en el mientras tanto, nos corresponde a nosotros defender lo que es bueno y poner límites a las obras del maligno.
Ahora bien, ¿por qué Dios hace esto? Volvemos al principio,  ya que su omnipotencia hace que sea no solamente misericordioso sino también paciente, ¿paciencia de qué? Ver si la cizaña se convierte en trigo, pero ojo que el trigo puede convertirse en cizaña a su vez. En efecto, el profeta Ezequiel (18, 21-28) en una cita  suya que se proclama el viernes de la primera semana de cuaresma recuerda  que si el justo deja de vivir en la justicia y obra el mal, no se le tendrá cuenta el bien que realizó en el pasado y morirá. En cambio, si el malvado se convierte y comienza a obrar el bien, vivirá y no morirá.
De esto surge la necesidad de caridad  de trabajar por la conversión del otro, y pedir mucho al Señor su gracia para que nos ilumine y conozcamos el trigo y la cizaña en nuestro interior para hacer prosperar el trigo y sucumbir la cizaña. A su vez, mirando  a nuestro alrededor, discernir los signos de los tiempos para descubrir que es lo que Dios quiere de cada uno de nosotros, ya que a veces pensamos que nada podemos hacer. Sin embargo, ante tanto rechazo de Dios y de las acciones malas contra los que hacen bien, siempre podemos hacer algo, uno nunca sabe los resultados de las cosas buenas por pequeñas que sean, como el grano de mostaza, el resultado que pueden dar.
No olvidemos que no pocos se han salvado porque alguien  ha rezado por su conversión, y ese pecador  tocado por la gracia de Dios, se ha convertido en trigo bueno y en la cosecha  el Señor  lo ha recogido en los graneros.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XVI durante el año. Ciclo A. 19 de julio de 2020. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



No hay comentarios: