13 de julio de 2020

La semilla que fructifica es la que cae en buena tierra, la de quien cree en Cristo Nuestro Señor y abre su corazón para que la Palabra penetre en su interior.

Dice la Sagrada Escritura que Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, se trata por lo tanto de lo que Dios contempla en su Divina Providencia, otorgar la salvación a toda la humanidad.

Ahora bien, la misma Palabra de Dios presenta como una especie de división entre quienes escuchan la Palabra de Dios y la siguen y aquellos que cierran sus oídos a esa Palabra de Dios y la rechazan. Precisamente eso es lo que les responde Jesús a los discípulos ante la pregunta “¿Por qué les hablas por medio de parábolas a la gente?” Y Él citando al profeta Isaías reconoce que a los discípulos se les da la explicación de las parábolas porque están abiertos en su corazón, - aún con sus limitaciones y sus faltas- a recibir y escuchar  esa Palabra,  están atentos a las enseñanzas del Señor.
En cambio, mucha gente ha cerrado su corazón, ha cerrado su oído y no quiere saber nada de Dios, que es lo que dice el mismo Isaías, “por más que oigan no comprenderán, por más que vean no conocerán, porque el corazón de este pueblo se ha endurecido”. Eso nos pasa también no pocas veces a nosotros que cerramos los oídos cuantas veces la palabra de Dios es molesta o porque cae mal la explicación que el sacerdote hace de esa Palabra. El ser humano tiene la tentación de alejarse de la verdad, o a dirigirse para escuchar algo que alabe sus oídos, que esté de acuerdo con lo que piensa.
¿Cuántas veces esperamos que la palabra de Dios concuerde con nosotros, con nuestros criterios, con nuestro conocimiento, con nuestro punto de vista? Y por lo tanto huimos cuando esa palabra de Dios nos disgusta, aparece como imposible de cumplir o fuera de época, “eso era antes ahora las cosas han cambiado, no hay que ser tan estrictos, Dios es tan bueno que se inclina a perdonar a todo el mundo aunque alguien no se arrepienta” decimos o escuchamos decir a otros que están siempre detrás de la novedad.
Vivimos en una época en que todo vale, todo pareciera que es permitido, que todo es licito, donde esa mentalidad cultural de que cada uno hace lo que le viene en gana se aplica también al seguimiento de Cristo. ¿Cuántas veces se escucha “cada uno tiene su manera de vivir la religión, la fe, no podemos pretender algo uniforme se escucha por allí”? y de hecho no hay muchas formas de vivir la fe o vivir el Evangelio, hay una sola forma, o se sigue el Evangelio, la enseñanza de Cristo o directamente se la rechaza.  Por eso aunque en medio de la iglesia muchas veces se escuchan voces hasta incluso contrarias al Evangelio,  hay una sola forma que es la que el mismo Señor nos transmite, hay una única enseñanza sobre lo que es la familia por ejemplo, qué es el matrimonio, aunque la sociedad diga que son muchos los tipos de familia según el parecer y gusto de cada uno.
Y así en todos los ámbitos de la vida notamos cuán alejado está el creyente de escuchar a Jesús,  aún el católico. Mirando por ejemplo en el Facebook de algunas personas conocidas he quedado espantado, porque son personas por ejemplo cristianas, católicas, sin embargo ante los problemas de la vida cotidiana presentan como solución invocar a no sé que deidad oriental pidiendo a la misma la protección  de sus males, de sus cosas. Yo decía entre mí, esta persona que conoció la fe católica ¿cómo puede estar en la pavada? ¡Invocá a Cristo, invocá al Espíritu Santo, invocá  al Señor!
Igualmente nos encontramos con católicos que presentan el diploma que han recibido por alcanzar el tercer nivel  del reiki por ejemplo. ¡Qué distinto sería llegar a un nivel alto de profundización de las Sagradas Escrituras!
Suele suceder que como personas nos compliquemos la existencia de cada día porque incursionamos en  aprendizajes y cosas que pensamos son buenas y descuidamos lo que realmente importa para resolver los problemas, de allí, que sea frecuente en nuestros días la presencia de sucesos extraños, sin explicación o que directamente son demoníacos.
La vida conducida desde la fe es simple, porque Dios es simple, nosotros somos los complicados que buscamos soluciones por ahí medio etéreas, en vez de ir a buscarlas en el Señor, en Jesús.
 Al respecto, el apóstol San Pablo nos dice en la segunda lectura que acabamos de escuchar  (Rom. 8, 18-23), que la creación gime esperando alcanzar la libertad de los hijos de Dios, y así, “la creación entera gime y sufre dolores de parto y no solo ella, también nosotros que poseemos la primicia del Espíritu gemimos anhelando la plena realización de nuestra filiación adoptiva”.
¡Fíjense ustedes! si para el que vive la fe en plenitud es un parto llegar a la realización plena en Cristo, cuánto más en el creyente que se ha desviado de la fe, para seguir por otro camino buscando nuevos atractivos.
Por eso no nos extrañemos por lo que  dice Jesús en el Evangelio (Mt. 13, 1-23) que acabamos de proclamar. La semilla de la palabra del mismo Dios, que quiere sembrarse en nuestro corazón, tiene poco éxito, ya que una cae en el borde del camino, otra sobre la piedra, otra sobre las espinas y todo fracasa. Solamente una parte es la que fructifica, la que cae en   buena tierra, la de aquel que cree en Cristo nuestro Señor y abre su corazón para que la Palabra  penetre en su interior y de mucho fruto.
La otra semilla de la palabra de Dios, que es el mismo Cristo que quiere sembrarse en nosotros, se pierde porque la tierra está en otra cosa, en la que he descrito hace un rato, por ejemplo. Por eso es muy importante volver nuevamente a nuestras raíces, volver a lo que hemos aprendido en nuestra fe católica, vivir realmente para el Señor Jesús. Si así no lo hacemos sucederá lo que dice Isaías, palabras del profeta  que Jesús hace suyas: “por más que oigan no comprenderán, por más que vean no conocerán porque el corazón de este pueblo se ha endurecido”. Con dolor Cristo ve que a pesar de su enseñanza, de su palabra dada así generosamente a todos, no todas la personas están abiertas a recibir su palabra y a convertirse en esta vida nueva que se  ofrece a cada uno.
Preguntémonos hoy nosotros y a lo largo de estos días qué tipo de tierra estamos ofreciendo a la semilla de la palabra de Dios, qué disponibilidad hay en nosotros para recibir la verdad, porque puede acontecer que muchas veces haya mayor disponibilidad y mayor aceptación para recibir cualquier cosa antes que la palabra de Dios.
A respecto, hoy el papa en el Ángelus, recomendaba que cada uno lleve en su bolsillo, en su mochila, en lo que sea, un Evangelio, de esos Evangelios de bolsillo, y que  cada día vaya leyendo un párrafo, algún aspecto del texto bíblico, y de ese modo, enriquecidos,  encontrar respuesta a las inquietudes. Pidamos entonces al Señor que nos ilumine y nos de fuerzas para asumir aquello que nos dignifica como hijos suyos,  y  como creyentes católicos.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XV durante el año. Ciclo A. 12 de julio de 2020. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com







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