4 de octubre de 2021

Dios nos hizo varón y mujer, el hombre dejará a sus padres, será una sola carne con su mujer, para transmitir la vida humana según el designio divino.

La carta a los Hebreos (2,9-11) que proclamamos nos conduce a contemplar el misterio de Cristo, el cual estuvo por poco tiempo –en cuanto hombre- debajo de los ángeles, aunque como Dios es creador de todos los seres.  

Ahora está coronado de gloria y esplendor a causa de la muerte que padeció: “Convenía, en efecto, que Aquél por quien y para quien existen todas las cosas, a fin de llevar a la gloria a un gran número de hijos, perfeccionara, por medio del sufrimiento, al jefe que los conduciría a la salvación”.

Es decir, que Jesús con su muerte y resurrección liberó a la humanidad del pecado preparándola y guiándola, siempre que así lo queramos, a la gloria.
A su vez, con el misterio pascual de Jesús, no sólo es santificado el hombre sino también las instituciones que refieren a la dignidad y realización del ser humano en el matrimonio y la familia, como lo expresan los textos de hoy.
De allí la afirmación de la carta a los hebreos “Porque el que santifica y los que son santificados, tienen todos un mismo origen. Por eso, Él no se avergüenza de llamarlos hermanos”
En el texto evangélico de hoy (Mc. 10, 2-12) la polémica que introducen los fariseos con Jesús refiere al tema del divorcio. En ese tiempo cualquier hombre podía repudiar a su mujer por cualquier motivo, quedando obligado a darle a la mujer una constancia del divorcio para que ésta pudiera casarse otra vez si así se diera la oportunidad.
Jesús al responder a esta inquietud y luego que le reconocieran acerca de lo establecido por Moisés, enseña claramente que la permisión mosaica obedecía a la dureza del corazón de ellos pero que desde el principio no era así ya que “Dios los hizo varón y mujer”.”Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y los dos no serán  sino una sola carne”. Por lo “que el hombre no separe lo que Dios ha unido”.
Por lo tanto, Jesús al recurrir a lo enseñado por el Génesis (2, 4b.7ª.18-24) deja en claro que la voluntad divina acerca del diseño creatural es que  el hombre existe como varón o mujer, que están llamados a formar su propio matrimonio y familia, dejando la familia de la que proceden, y que está unión que los hace una sola carne, porque se complementan en orden a la procreación, es indisoluble, y que por lo tanto el hombre no puede cambiar  el designio divino según su voluntad por medio del divorcio.
Esto nos hace ver que Jesús se enfrenta claramente a la mentalidad vigente en esa época, sabiendo que no causaría mucha gracia su enseñanza, incluso probablemente causando la incomprensión de los discípulos, pero dispuesto, a pesar de esto, a transmitir y defender la verdad presente desde el principio de la creación, en el diseño creativo de Dios.
Al igual que en la época de Cristo, en nuestros días la Iglesia tampoco cae bien cuando afirma estos principios que fue recibiendo de Jesús y recordados constantemente por el Magisterio y la Tradición desde antiguo.
Todo esto debe comprometer a los bautizados a testimoniar y defender la verdad recibida, aunque no pocas veces en lo cotidiano entremos en contradicción con la mentalidad divorcista, el adulterio, las familias ensambladas o los mal llamados matrimonios de personas del mismo sexo, o las uniones de hecho tan comunes incluso entre los católicos que no se casan.
La esclerosis del corazón que admite todos estos desvíos del diseño original de Dios acerca del hombre y de la familia, existe también en nuestros días, por lo que se hace difícil poder transmitir la verdad y que ésta sea comprendida y aplicada. Vivimos muchos momentos de confusión en que todo lo recibido por el Señor es rechazado o aceptado a medias.
Ahora bien, si es cierto que el hombre y la institución matrimonial y familiar fueron saneadas por la muerte y resurrección de Cristo, de modo que es posible vivir lo que Jesús enseña, también es cierto que la inclinación al pecado que ha quedado después del bautismo, muchas veces quiebra el ideal propuesto, necesitando todos una ayuda especial para sortear los obstáculos.
Ahora bien, desde siempre, el demonio está decidido especialmente a boicotear el designio y diseño divino, ya sea hiriendo al ser humano en su dignidad sugiriendo propuestas que lo deshumanizan y sembrando oscuridad en su corazón, como atacando el matrimonio y la familia que forman a las personas y son un resguardo de su integridad.
No pocas veces se da la violencia en la familia, entre los esposos, entre padres e hijos, insultos permanentes, padres que se meten en la vida de sus hijos casados provocando grandes males, situaciones insostenibles que llevan al sufrimiento a tantos inocentes, incluso obligación no pocas veces de convivir con golpeadores porque la persona inocente no tiene  otro refugio.
Todas estas situaciones son conocidas por Jesús y quiere que sean corregidas por medio de la misericordia, apoyo y acompañamiento de la Iglesia, y la toma de decisiones liberadoras por parte de los involucrados.
Estos desvíos de la voluntad divina, como dijimos, son fruto del pecado del ser humano, que haciendo mal uso de su libertad, destruyen todo a su paso.
No pueden permitirse la violencia y toda clase de humillaciones que perjudique a las personas y que muchas veces lleven a los hijos a casarse para salir del clima hostil de sus familias con el consiguiente fracaso futuro.
La Iglesia, continuando siempre en la búsqueda de la verdad y ejerciendo la misericordia que proviene del mismo Cristo, estudia todas las situaciones matrimoniales que se le presentan en orden a descubrir si hubo en realidad un matrimonio cuando los cónyuges dieron su consentimiento, o si éste estaba viciado desde el principio haciendo inválido el mismo matrimonio.
Ciertamente esto no  contradice con lo enseñado por Jesús, el cual habla de lo que es “desde el principio de la creación”, sino que se contempla el ideal al cual hay que tender, y que es realizable en muchos matrimonios bien constituidos, pero al mismo tiempo se estudian aquellas situaciones en que el diseño y designio divino sobre personas concretas no se ha realizado verdaderamente, por decisiones tomadas inmaduramente o sin los recaudos que correspondían a la verdad de la realidad de ser una sola carne.
Queridos hermanos: Pidamos al Señor nos ayude a comprender su enseñanza esclarecedora sobre el matrimonio y la familia para testimoniarla en medio de una sociedad que descree de esta verdad y busca seguir los caminos señalados por el mundo que se alejan de la verdad divina.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXVII durante el año. Ciclo B. 03 de octubre de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com







 

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