19 de octubre de 2021

“Dejen de dominar a los pueblos como si fueran sus dueños”, exclama Jesús, porque esto acelera la ira de Dios, y sean servidores de todos”

En el anuncio del profeta Isaías (53,10-11) está presente la persona del Mesías, el Hijo de Dios enviado por el Padre, quien ingresando en la historia humana por la encarnación en el seno de María, nos rescatara del pecado y condujera a la gloria divina, por el sufrimiento y la cruz.

Y así, “El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia”. Y “la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él”.
Más aún, “Mi servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos”. Precisamente es lo que aconteció con la pasión, muerte y resurrección de Jesús, haciendo justos a todos los que en el transcurso del tiempo lo recibieron y se acogieron a su misterio de amor y misericordia.
En línea con este pasaje del profeta, el texto del evangelio de hoy (Mc. 10,35-45), está precedido por el tercer anuncio de la pasión realizado por Jesús mientras se dirige a Jerusalén con sus discípulos.
Como sucediera ante los dos anteriores anuncios de su pasión y muerte, nos encontramos con que la reacción de los apóstoles dista mucho de manifestar que hayan entendido el mensaje, porque siguen atados a la mundanidad.
Les sucede  que no entienden que el seguimiento de Cristo tiene otro rumbo totalmente diferente, están pensando en su propia gloria y adquisición de poder terrenal, rechazando el misterio del sufrimiento y de la cruz.
Con frecuencia, está falta de sintonía con Jesús, aparece también con nosotros, que tan atados al espíritu de este mundo, vemos y planificamos la vida personal conforme a los criterios de la sociedad o de la cultura  relativista que nos agobia, olvidando que el mensaje divino es diverso.
De allí la necesidad de conferir lo que pensamos y vivimos con la persona de Jesús y el evangelio, para descubrir cómo estamos situados y en qué hemos de convertirnos para asumir la vida verdadera que es de salvación.
Siguiendo con el texto, leemos que con atrevimiento Santiago y Juan le dicen “queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir”.
Mal comienzo si se pretende una buena oración, ya que siempre debe hacerse con humildad, “si es tu voluntad, si es para mi bien, si es para tu gloria” concédeme esta gracia, aceptando lo que Dios disponga.
Y enseguida reclaman estar sentados –signo de poder y autoridad sobre los demás- a la derecha y a la izquierda del Señor cuando está en su gloria.
Desde el pecado original la pretensión humana  del poder y el sobresalir y ser más que Dios, es algo constante y creciente, sobre todo hoy.
“No saben lo que piden” responde Jesús, ya que Él no vino a enaltecer a nadie ni otorgarle poder, como sí pretende hacerlo el demonio, sino a dar ejemplo de lo que realmente importa en la vida que es ser servidor de todos.
Jesús les interroga, a su vez, acerca de si pueden vivir lo que Él vivirá, a lo que arrogantemente responden que sí, olvidando que sin la gracia de lo Alto es imposible que el ser humano entregue su vida en sacrificio por el Salvador y por los demás. Así y todo, el Señor les asegura que beberán el cáliz del sufrimiento pero que no le corresponde a Él otorgar lo que piden.
Continúa el texto señalando la indignación de los otros apóstoles porque se sintieron “primeriados”, les ganaron de mano, ya que también ellos tenían puesta la mirada en una meta de gloria terrenal, el ser importantes.
Jesús con paciencia les dirá “Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de  ustedes, y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar la vida en rescate por una multitud”
O sea, el seguimiento ha de pasar por la imitación del Maestro que es servidor y entrega su vida por una multitud, es decir, por quienes lo aceptan.
La vida del creyente, pues, pasa por el abajamiento, como sucedió con Jesús, rechazando todo afán de poder y de enaltecimiento personal.
Es un llamado a cambiar de mentalidad también para nosotros que tanto nos cuesta comprender la lógica del Señor y de su enseñanza, que buscamos siempre la gloria de este mundo y su lógica de poder y gloria mundana.
En este contexto, el autor de la carta a los hebreos (Heb. 4,14-16) hablando de Jesús, afirma que Él es un Sumo Sacerdote, puente entre Dios y los hombres, que penetró en el cielo, por lo que hemos de permanecer firmes en la confesión de nuestra fe, el cual fue sometido a las mismas pruebas que nosotros menos el pecado, permitiendo acudir al trono de la gracia “a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno”.
La imitación de Cristo, permite pues, llegar a su Persona por medio del sufrimiento, difícil para nosotros, pero posible con la gracia divina.
Ahora bien, encontramos otra enseñanza en el texto que meditamos.
Dice Jesús:”Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad”.
Dice “a quienes se considera” ya que el poder de los que gobiernan y de los grandes viene de Dios, y a Dios deben someterse, sin pretender obrar como si ellos fueran el mismo Dios.
Precisamente los que gobiernan y los grandes creen que pueden cambiar lo que Dios ha establecido y hacen sentir su autoridad injustamente sobre la gente imponiendo el aborto o la eutanasia, la diabólica ideología de género.
Hoy no pocos padres de familia tienen que sacar a sus hijos de la escuela y enseñarles en su casa, porque se quiere imponer a los niños, deformando su inteligencia y voluntad, los vicios aceptados por los adultos y las ideologías de turno contrarios a la soberanía de Dios y de la dignidad de la persona.
Dentro de poco estará prohibido como decía Chesterton, afirmar que el césped es verde, porque se busca imponer lo irracional a toda costa y se llegará a perseguir a quienes no se sometan a este pensamiento único.
Estos gobernantes y poderosos han obtenido estos poderes opresores del mismo diablo, que les ha prometido todo si lo adoraban y le rendían culto.
Los que tienen poder participado de Dios, en los diferentes ámbitos de la vida, no son coherentes con lo que significa esa participación al no ponerse al servicio de los demás, sino pretender oprimir a todos e imponer sus criterios pervertidos porque se han alejado de la verdad y del bien.
Incluso gobernantes que se dicen católicos, han traicionado su fe imponiendo todo tipo de aberración y desvío del diseño creacional de Dios.
Permanentemente vemos en el mundo la prepotencia de los que usan el poder para imponer sus locuras y aplastar a los disidentes.
En nuestros días, poco a poco, se busca imponer la religión del estado omnipotente que decide por nosotros lo que está bien o mal según su visión.
El texto de este evangelio cobra hoy singular importancia dejando al descubierto el cumplimiento en la actualidad de lo denunciado por Jesús.
También a los que gobiernan y tienen poder hoy, Jesús les está diciendo “dejen de oprimir a los demás con sus doctrinas erróneas”, busquen el bien proclamando la verdad, promuevan el trabajo y no la dádiva, no busquen el triunfo de “castas” sobre los seres humanos más débiles, sean servidores de todos, especialmente de los desechados de este mundo opulento, sean servidores de la vida, primer derecho, y no busquen la muerte del inocente.
Dejen de dominar a los pueblos como si fueran sus dueños, grita con enojo Jesús, porque esto despierta y acelera la ira de Dios sobre el hombre.
Queridos hermanos: pidamos al Señor nos de la fuerza necesaria para ser coherentes con su enseñanza buscando servir a todos porque todos somos hijos de un mismo Padre que nos espera en su Reino.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXIX del tiempo ordinario, ciclo “B” 17 de octubre de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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