21 de diciembre de 2021

En virtud de la voluntad divina quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre.

 Hemos escuchado al profeta Miqueas (5, 1-4ª) anunciando que un pueblo muy pequeño, Belén, ha sido elegido para que sea el lugar del nacimiento del Salvador esperado durante tanto tiempo por el pueblo elegido.

Dios ha elegido la pequeñez de un poblado para que nazca Aquél que siendo grande se hizo pequeño en la humildad de la carne humana, y que reinará en el resto de Israel, o sea, los que han sido fieles, y en todos aquellos que lo reconozcan como Mesías y se entreguen a su salvación.
Y así el profeta Miqueas afirma “Él se mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del nombre del Señor, su Dios”, dando esperanza a todos los que por su pecado estaban separados de Él.
Más aún, si quedara alguna duda prosigue: “Ellos habitarán tranquilos, porque Él será grande hasta los confines de la tierra. ¡Y Él mismo será la paz!”
El autor de la carta a los Hebreos (10,5-10) por su parte, afirma que al entrar Jesús en este mundo dijo refiriéndose al Padre “Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un cuerpo”, dejando en claro ya desde el comienzo de su presencia entre nosotros, que por el sacrificio sufrido en la cruz y resurrección posterior, restablecerá la amistad perdida entre Dios y el hombre.
Confirma esto, a su vez, afirmando:”Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad”, ya que Dios no ha olvidado al hombre en su estado de postración, sino que manifiesta siempre que busca su grandeza y rescate de sus miserias, por medio de su infinita bondad y misericordia.
Continúa el texto diciendo “Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo .Y en virtud de esta voluntad quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre”.
¿Qué significa la abolición del primer régimen y el establecimiento del segundo?
La respuesta la encontramos en el texto del evangelio (Lc. 1, 39-45) que narra la Visitación de María a su prima Isabel, embarazada de quien sería el precursor.
El encuentro entre ambas mujeres suscita que el niño en el vientre de Isabel salte de alegría ante la presencia de María y su Hijo. Precisamente Isabel y Juan representan el primer régimen o el Antiguo Testamento, mientras que María y Jesús hacen presente el nuevo régimen de salvación por la acción de la gracia.
De hecho, Juan Bautista en su misión de Precursor dirá que es necesario que él disminuya para que crezca el Mesías en medio de su pueblo.
Estamos, pues, ante la presencia de lo antiguo y de lo nuevo, Isabel y María, Juan Bautista el último de los profetas y el Salvador de los hombres que se anuncia para nacer entre nosotros.
A su vez, el texto bíblico señala que Isabel queda santificada de un modo especial, llamada “llena del Espíritu Santo exclamó”, es decir, plena del Espíritu dice de María “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!”,y ciertamente es bendita de modo sumo por ser la Madre del Salvador.
A su vez, Isabel reconoce su pequeñez exclamando “¿Quién soy yo, para que la Madre de mi Señor venga a visitarme?”, dejando ver una vez más la generosidad en el servicio por la que la Virgen Santa visita a su parienta para ayudarla y anunciarle la primera, el cumplimiento de las promesas mesiánicas.
Ciertamente, esta actitud de servicio la observamos también en Jesús, el cual en su vida mortal se acercaba siempre a los que lo necesitaban para brindarles compasión, misericordia, augurando siempre abundantes gracias. Y todo esto porque Dios siempre eleva a quien se humilla y lo busca para presentarle sus necesidades y encontrar así el camino de la salvación, mientras derriba a quien sólo se apoya en su soberbia y autosuficiencia.
Por otra parte, el texto bíblico exalta la fe de María que se había manifestado ya en la Anunciación cuando expresara ser la servidora del Señor ofreciéndose para que se hiciera en Ella la voluntad divina, la de ser Madre del Mesías.
Por medio de la Visitación quiere entregar a cada uno el fruto del designio divino de manera que cada uno pueda saltar de gozo ante el cumplimiento de las profecías que referían al nacimiento del Emanuel, Dios con nosotros.
Hermanos: preparémonos para recibir a Jesús, que Él se haga presente en la vida de cada uno y de cada familia, para recibir con gozo el mensaje de la Vida divina que se nos ofrece y entrega a los corazones bien dispuestos.
El Señor en nuestra Paz que viene a aquietar los corazones, para que nadie se sienta abandonado de la presencia divina.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo IV° de Adviento, ciclo “C”. 19 de diciembre  de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.


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