20 de abril de 2022

Vayamos a buscar a Jesús como Pedro y Juan y, también como ellos, viendo la ausencia del cuerpo del Señor crezcamos en la fe.

La resurrección de Jesús  consagra el día domingo como el primero de la semana y  anuncia anticipadamente nuestra propia resurrección al fin de los tiempos, ya que como expresa san Pablo, la muerte ha sido vencida. Cristo está vivo,  glorificado  permanece junto al Padre, pero esto no impide que siga presente con nosotros en la Iglesia de muchas formas, en la oración, en los sacramentos.
Pero principalmente a través del Sacramento de la Eucaristía ha querido quedarse con nosotros hasta el fin de los tiempos bajo las especies eucarísticas de pan y vino.
El texto del Evangelio (Jn. 20, 1-9) afirma que los discípulos fueron al sepulcro y comprobaron que estaba vacío. Vieron y creyeron. ¿Qué es lo que vieron? la ausencia del cuerpo de Jesús, cayendo  en la cuenta, aunque todavía no totalmente con claridad, que Jesús había resucitado, que había vencido la muerte, estaba vivo.
De hecho, antes de ascender al cielo, Jesús se aparece muchas veces a sus discípulos manifestando su estado de resucitado, para que  convencidos de su resurrección  pudieran ir al encuentro del mundo de aquella época, dando testimonio de Jesús resucitado.
En la primera lectura tomada del libro de los Hechos de los apóstoles (10, 34,37-43), Pedro va recorriendo la presencia del Señor en este mundo y habla obviamente de lo que es el kerigma de la predicación, del núcleo de la predicación evangélica que es la muerte y la resurrección del Señor.
Tan cierto es que Cristo ha resucitado que  los discípulos se dirigen al encuentro de las culturas de aquella época confiadamente, manifestando la verdad plena de la resurrección del Señor.
La fe en Cristo resucitado sin duda alguna supone una transformación muy grande para el hombre redimido, ya que cada uno de nosotros ha sido sepultado y resucitado a través del bautismo, según escuchábamos anoche al apóstol San Pablo.
Hoy escribiendo a los cristianos de Colosas (3,1-4), San Pablo afirma que ya que hemos resucitado en Cristo, contemplemos los bienes celestiales que constituyen la meta de cada redimido.
¿Qué significa contemplar las cosas celestiales? no quedarse arrobados, mirando como los apóstoles el día de la Ascensión, a Cristo  que asciende al cielo, sino que han de dirigirse a Galilea y comenzar con la misión de dar testimonio del resucitado.
Contemplar las cosas de lo alto significa caer en la cuenta que ya anticipadamente nuestra resurrección está anunciada por la resurrección de Cristo y que hemos sido renovados interiormente, siendo nuevas criaturas y, como tales hemos de vivir contemplando lo de la tierra a la luz  de lo que pertenece a la vida eterna.
Necesitamos, pues, la certeza de la fe en el resucitado para elevarnos en esta vida y darnos cuenta que no se termina todo en el mundo material, en las cosas de cada día, sino que hemos de aspirar a la contemplación de Dios en la vida eterna porque esa es la meta de nuestra existencia.
¡Qué hermoso es poder vivir cada día haciendo lo cotidiano, pero al mismo tiempo con nuestra mirada puesta en el último fin de la existencia humana,  cuando algún día nos encontremos con el Señor resucitado, otorgando esto nuevo sentido  a nuestra vida!
Hoy en día mucha gente no le ve sentido a su vida, no sabe para qué vive, para qué ha nacido, desconoce que la existencia humana es en el tiempo un peregrinar por este mundo, orientados al cielo.
¡Cuántos peregrinan en este mundo y llegan al final y sólo se encuentran con la nada, porque no creen!
Para quienes creemos, Cristo resucitado nos está diciendo algo totalmente distinto, vengan a mi encuentro, quédense conmigo, contemplen que estoy vivo y resucitado, y vivan ahora como resucitados una vida de santidad anticipo de la gloria.
Es cierto que tenemos las limitaciones de los pecados, pero el Señor no nos abandona en este caminar diario, para que podamos progresar por el camino de la santidad.
Queridos hermanos: vayamos a buscar a Jesús como los discípulos Pedro y Juan y, también como ellos viendo la ausencia del cuerpo del Señor podamos aumentar nuestra fe en que Él está vivo y que toda nuestra vida, nuestra existencia, ha sido transformada.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura  Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el  Domingo de Resurrección. Ciclo “C”. 17 de abril de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com





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