6 de septiembre de 2022

Por la Sabiduría divina aprenden los hombres lo que le agrada a Él y, por Ella, fueron y serán salvados.

La idea central de los textos bíblicos de este domingo apunta a implorar la sabiduría divina para nuestra vida, para nuestra existencia, porque es necesaria para conocer los designios de Dios. Recorramos entonces los textos bíblicos proclamados.
La primera lectura que está tomada del libro de la Sabiduría (9,13-18) nos trae la parte final de la oración que Salomón tuviera delante de Dios cuando al ascender al trono de Israel le implora la sabiduría para saber gobernar, reconociendo que es  un simple muchacho que necesita de la iluminación divina para obrar rectamente.
Salomón, por cierto, necesita esa sabiduría para poder cumplir la voluntad divina a favor de tanta gente a la cual debe servir.
A Dios le agradó este pedido y, no sólo lo dotó de la sabiduría para gobernar, sino que también le otorgó los bienes que no había solicitado, por lo que se conocerá como el rey sabio
El texto que hemos proclamado justamente reconoce la pequeñez del hombre que apenas puede conocer los secretos del mundo temporal y no tiene acceso a los misterios divinos, sino se le confía una sabiduría que lo haga capaz de ello.
De hecho en el recorrido de nuestra vida nos esforzamos por conocer muchas cosas y apenas lo logramos, y al mismo tiempo tenemos la tentación de pretender conocer los designios de Dios, que son inalcanzables ya que “¿Quién habría conocido tu voluntad si Tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu santo espíritu?”
Y gracias a este conocimiento otorgado por Dios “se enderezaron los caminos de los que están sobre la tierra, así aprendieron los hombres lo que te agrada y, por la Sabiduría, fueron salvados”
Los designios de Dios, pues, no pueden ser conocidos por la inteligencia humana, de allí que sea  el mismo Dios quien los manifieste, como lo ha hecho no solamente en el Antiguo Testamento sino en el Nuevo a través de Jesús quien es el Hijo y la Sabiduría del Padre presente entre nosotros.
Éste es la Sabiduría de la que podemos participar, por eso pedimos o debemos pedir esta gracia que proviene de Dios Nuestro Señor.
Sabiduría que implica saber vivir bien, pero no en un sentido terrenal, sino conociendo cuál es la voluntad de Dios para cada uno de nosotros a lo largo de nuestra existencia, de modo de realizarla.
En el texto de san Pablo (Filemón 9b-10.12-17), el apóstol se refiere a Onésimo, un esclavo que tenía Filemón y que se había escapado para refugiarse bajo la protección de Pablo de Tarso, comienza a servirle y a ayudarlo en sus tribulaciones.
Pablo sabe perfectamente que ese hombre se escapó porque había robado, pero su intención es regresarlo al redil por medio de su conversión y salvación.
Por eso es que Pablo dirá a Filemón que ha engendrado a Onésimo en la prisión, lo llama hijo, y pide que sea recibido como si el esclavo fuera parte del apóstol, porque aunque quisiera quedarse con él para que lo sirviera, entiende que corresponde remitirlo a su dueño.
El apóstol expresa que recupera Filemón no ya un esclavo, sino un hermano en la fe, lazo éste superior a los lazos humanos.
Le está diciendo a su discípulo, que si es realmente sabio, no lo ha de considerar  como un esclavo, sino como a un hermano en la fe, por lo tanto, te seguirá sirviendo como hombre libre, porque ha sido redimido por la Sangre de Cristo.
En el Evangelio (Lc. 14,25-33), Jesús también nos invita a vivir sabiamente en esta vida terrenal por medio del desprendimiento.
La gran dificultad que tiene el ser humano, la gran tentación que padece, es la de atarse a los bienes de este mundo y servir a todo lo que es pasajero, en lugar de contemplar los bienes que no perecen.
Jesús, sabiendo que no pocas veces se presentan obstáculos en nuestra vida, a nuestra libertad, en lo que significa seguirlo a Él, es que señale la imposibilidad de ser discípulos suyos, si no lo amamos más que a otras  personas y a las cosas de este mundo.
El verdadero sabio tiene en el primer lugar de su escala de valores al mismo Dios, amándolo más que a sus padres, a sus hijos, hermanos u otros parientes, siendo capaz de sacrificarlo todo por  amor al Señor. En el Antiguo Testamento hay muestra de esto, como por ejemplo, la madre de los Macabeos que contempla como sus 7 hijos varones son sacrificados por el rey Antíoco porque no se someten a sus caprichos y  no quieren quebrantar la ley de Dios.
La madre sufre al ver cómo van muriendo cada uno de ellos, pero los alienta para que no traicionen a Dios, para que su amor primero siga siendo Dios y su voluntad infinitamente santa.
Ese amor primero a Dios también hemos de tener nosotros y desear que otros también lo posean. Acontece no pocas veces  que un padre o una madre se desesperan porque tienen un hijo enfermo y, eso está bien,  pero quizás no se preocupen tanto si ese hijo tiene enferma el alma, o sea que vive en pecado, y no captan que lo más importante no es la salud del cuerpo que  perderemos, sino la salud del alma, la amistad con Dios que hemos de valorar y defender siempre.
Los santos mártires derramaron su sangre muriendo por Cristo, ellos lo amaron más  que a sus padres o hermanos o parientes,  lo dejaron todo por Jesús, ya que el santo precisamente se caracteriza por eso, abandonar todo lo que ata a este mundo y aleja de Dios.
Por eso cada uno de nosotros tiene que preguntarle al  Señor lo que ha de hacer para seguirlo y ser verdaderamente sabio según Dios.
El mismo Jesús plantea dos situaciones la de aquel que va a construir una torre y si es sabio debe preguntarse si contará con los medios para levantarla, como  la de aquel que quiere guerrear se ha de  preguntar si puede hacer frente al enemigo.
Del mismo modo  respecto del seguimiento de Cristo, debe cada uno sopesar si está poniendo los medios para alcanzar su propósito o se deja llevar por lo que impide seguirlo.
Hemos de decidirnos amarlo sobre todas las cosas y, tomando la misma Cruz por la que Él salvó al mundo, le entreguemos lo mejor de nosotros mismos en su servicio y el de los demás.
En comparación con la cruz de Cristo, ninguno entrega la vida por la humanidad toda, pero es la aceptación de las dificultades de este mundo lo que acerca más al Señor y prepara para una entrega mayor a su Persona para ser difusores de su Palabra y testimoniar que realmente lo amamos sobre todas las cosas.
Pidamos al Señor que nos de entonces esa sabiduría que a Él pertenece para conocer su voluntad y así poder seguirlo constantemente.

Pintura de Sacchi, Andrea - Alegoría de la Sabiduría divina - 1629-1633

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXIII del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 04 de septiembre de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com




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