27 de septiembre de 2022

El único que sacia el corazón del hombre es Dios con su presencia, el cual está con frecuencia ausente en la sociedad de nuestros días.

Este domingo continuamos con la profecía del profeta Amós (6,1ª.4-7) que había sido enviado por Dios al reino de Israel o reino del Norte para prevenirlo e invitarlo a la conversión. No fue el único profeta enviado con esa misión, pero ninguno de ellos fue escuchado, ya que hicieron caso omiso a los anuncios y, seguía reinando allí la prosperidad económica por la que los poderosos, los más ricos, se enriquecían cada vez más, mientras la mayoría de la población, los débiles, estaban sumidos en la pobreza.
El profeta Amós manifiesta con claridad que toda esa injusticia tendrá su precio, pero los poderosos están tan seguros en su riqueza y en su dinero, que siguen banqueteando y divirtiéndose sin preocuparse por el futuro,
Culmina el texto proclamado diciendo “por eso, ahora irán al cautiverio al frente de los deportados, y se terminará la orgía de los libertinos”, realidad que se vivió con la caída del reino por la invasión Asiria.
Es importante aprender de la Palabra de Dios para ver cómo se repite esta historia en la actualidad, en nuestra patria por ejemplo, ya que hay quienes se enriquecen cada vez más a costilla de los pobres.
Tenemos un país empobrecido, aunque rico en recursos naturales, y son muchas las personas que han renunciado a la cultura del trabajo,  se premia y se aplaude el vivir a costillas del Estado o, mejor dicho del pueblo que trabaja y paga impuestos para sostener a los que viven sin hacer nada.
No se tiene en cuenta la advertencia de san Pablo cuando dice que quien no quiere trabajar que no coma (2 Tes.3, 10).
La corrupción en Argentina es muy evidente. ¡Cuántos hay que se han enriquecido y se enriquecen con esta situación! También como en el reino de Israel, Dios está ausente en nuestra patria porque el corazón del poderoso, del rico, se cierra a toda perspectiva trascendente, piensa que nada le ocurrirá, que puede cometer cualquier injusticia y nada le pasará.
Sucede lo mismo en el país con el abominable crimen del aborto. ¡Cuántos se dedican a esto pensando que no les llegará nunca la hora de dar cuenta a Dios!
Desde la fe  podemos decir que en todo tipo de pecado, de perversidad o de corrupción, tarde o temprano se cumple lo del profeta Amós cuando afirma que se termina la orgía de los libertinos cuando vayan a la cabeza del destierro, del cautiverio, que equivale a  la pérdida de la salvación si no hay conversión.
Es cierto que más de uno puede pensar que a lo largo de nuestra historia no se castiga  con la justicia a los corruptos, sin embargo, tenemos la seguridad que nadie  escapa a la justicia de Dios.
El texto del evangelio (Lc. 16, 19-31) es muy claro al hablarnos  de la retribución después de la muerte, donde los papeles se invierten totalmente, ya que el  rico que ignoraba a Lázaro -cuyo nombre significa Dios salva- que vive despreocupado y no piensa en el pobre, en el necesitado y tampoco piensa en Dios, al morir es condenado.
Todo el diálogo posterior nos hace ver que era un hombre que sabía quiénes eran los profetas,  quién Moisés y quién  Abraham, pero a nadie escuchaba, encerrado en su egoísmo.
Ubicándolo en nuestra época sería un cristiano católico, por lo menos de nombre, bautizado pero viviendo en la contradicción permanente entre lo que vivía y lo que debería haber sido.
Dice el texto del evangelio que el Rico murió y fue sepultado. Podemos imaginarnos un entierro solemne, fue sepultado en el Hades, según la mentalidad judía en el lugar de los tormentos, mientras que el pobre Lázaro es llevado a su muerte por los Ángeles al seno de Abraham.
En el credo rezamos que Jesús después de resucitar bajó a los infiernos, o sea, a los lugares bajos, o  al seno de Abraham donde las almas de los justos esperaban la resurrección de Cristo para entrar con Él en el reino de Dios.  
Entre ambas situaciones existe un abismo muy grande, ya que no se puede de la condenación ir a la salvación en germen, y de la salvación no se puede ir al mundo de las sombras.
Comprobamos que se cambian los papeles, ya que de una vida placentera para este rico, se pasa una vida de sufrimiento y de dolor, mientras que aquél que fue olvidado, considerado desecho de este mundo, se encuentra en el gozo eterno.
Se nos enseña con esta descripción que el corazón del hombre cuando se endurece con el prójimo a través del pecado, se endurece también en su relación con Dios, prescinde de Dios  por  las riquezas y la búsqueda de los placeres de este mundo, produciéndose una sed insaciable de ellos y un olvido total del Creador.
Cuando el ser humano piensa que su fin último  pasa por la riqueza o por los placeres o por aquello que es totalmente de este mundo, busca siempre aquello, que sin saberlo, lo deja cada vez más vacío.
El único que sacia el corazón del hombre es la presencia de Dios, que está tan ausente en la sociedad de nuestros días, por eso que vemos cuántos corazones angustiados hay, cuánto dolor en el ser humano, no solamente a causa de las injusticias sociales, sino también porque ha desechado la presencia divina en su vida.
El ser humano en la actualidad se declara agnóstico,  o no quiere saber nada con la Iglesia, ni con los curas, ni con la Biblia, ni nada de eso, por lo que  vive en un vacío existencial y llega el momento en que  pierde el sentido de su vida y se pregunta para qué vivir, o razona pensando aquello que la Escritura atribuye a los paganos “comamos y bebamos que mañana moriremos”.
La respuesta de Abraham que menciona la inutilidad de que un muerto avise de los peligros a los hermanos del rico, tiene su lógica porque el que tiene su corazón endurecido por el pecado no escucha. De hecho lo vemos en la sociedad actual no sólo en Argentina sino en el mundo entero.
¡Cuántas advertencias hubo, cuántas revelaciones y manifestaciones y el ser humano sigue endurecido como acontecía en el Antiguo Testamento con el pueblo de Israel,  rebelde y endurecido muchas veces cerrando los oídos a la Palabra de Dios para vivir a su antojó y, cuando venían los problemas de afuera o de adentro,  acudían nuevamente a Dios para que los ayude!.
Como sucede también con nosotros, ya que no pocas veces mientras todo nos sonríe estamos tranquilos, pero cuando vienen las pruebas no sabemos a dónde acudir o si acudimos a Dios como último recurso, esto no dura mucho si acaso Dios no concede lo que pedimos o aún otorgándonos lo que pedimos concluimos abandonándolo porque el corazón del hombre es cambiante.
Estamos llamados a construir el mundo futuro en la presencia de Dios, a través de las buenas obras y del seguimiento del Señor
Así lo afirma el apóstol San Pablo en la segunda lectura (1 Tim. 6, 11-16) cuando menciona la necesidad de crecer  en la justicia, en las obras buenas, en la bondad, en lo que es agradable a Dios y también agradable a nuestro prójimo.
Queridos hermanos: pidámosle al Señor que abra nuestros ojos, que nos haga descubrir el sentido de la vida, y qué hemos de cambiar.
Recordemos que aunque la justicia de este mundo muchas veces no se aplica para solucionar los problemas y los corruptos quedan impunes y libres de culpa y cargo, nadie escapa al juicio de Dios.
El Papa Francisco más de una vez ha dicho que una cosa es ser pecador y otra cosa es ser corrupto, ya que el pecador recibe la misericordia divina si se arrepiente y cambia de vida o quiere cambiarla, en cambio el corrupto está tan seguro de que nada le va a ocurrir que sigue por ese camino y por lo tanto Dios no puede vulnerar su libertad y lo deja en su opción pecaminosa.
Pidamos al Señor entonces que nos ayude para vivir cada vez con más intensidad la fe que hemos recibido en el bautismo.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXVI del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 25 de septiembre de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com




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