28 de marzo de 2023

“Señor, creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo”, testifica fervorosa Marta de Betania.

Jesús le manifiesta a Marta, con ocasión de la resurrección de Lázaro, que es la resurrección y la vida, y quien crea en Él, aunque muera, vivirá, “Y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?”.  Y Marta  responde “Señor, creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo” (Jn. 11).
Es decir cada persona encontrará la vida eterna en la medida en que crea en el Mesías, en el Hijo de Dios y, viva conforme a esta fe.

Jesús se presenta como aquel que nos devuelve la vida, y en este relato de la resurrección de Lázaro encontramos muchos signos que dejan materia para meditar, para reflexionar.
Dice el texto que todos eran contestes de que Jesús amaba a Lázaro, a Marta y a María, y esto a pesar de que alguien dijera  que de ser así podría haber impedido que muriera.
Pero esta muerte era necesaria para que el Hijo de Dios sea glorificado por el milagro de la resurrección.
A veces, nosotros pedimos a Dios  por un ser querido que está enfermo y el Señor tarda  en responder, pero  cuando lo hace es para que Él sea glorificado, recuperándose el enfermo, y si se da la muerte para que recordemos que quien cree en Él tiene vida eterna.
Cuando la curación se realiza, pues,  Jesús es la resurrección y la vida, porque viene a sacarnos de la muerte del pecado,
En otras resurrecciones, como la hija de Jairo, la resucita prácticamente enseguida después de su muerte,  al hijo de la viuda de Naín lo resucita cuando llevaban el féretro la sepultura y así se impidió la corrupción del cuerpo.
En el caso de Lázaro vemos que el Señor espera y, tanto espera, que ya han pasado cuatro días y el sepulcro huele mal porque la muerte se ha apoderado totalmente de Lázaro y todo parece irremediable.
En este marco Jesús llora, y nos preguntamos ¿por qué llora si después lo resucita?. Es que con esas lágrimas quiere expresar no solamente sus sentimientos por la pérdida del amigo, sino también porque en la muerte de Lázaro, en ese cuerpo que se va corrompiendo, se encuentran todas las miserias del hombre, ya que el ser humano hiede, huele mal por sus pecados y por sus infidelidades, por sus olvidos permanentes del amor de Dios y a veces la tapa del olvido  impide ese contacto entre nosotros y el Salvador del hombre.
Al manifestarse Cristo: “Yo Soy la resurrección y la vida”, es que dice que corran la piedra del sepulcro para realizar el milagro.
¡Cuántas veces el Señor también nos expresa que corramos la piedra que oculta lo que nos pasa y lo que les sucede a los demás!.
La resurrección y la vida como obra de Dios aparece a su vez en el Antiguo Testamento, cuando el profeta Ezequiel (37, 12-14) afirma que el Señor abrirá las tumbas y liberará al pueblo que está en el exilio de Babilonia para retornar nuevamente a su tierra, al lugar que Dios le ha preparado y entregado para siempre.
Como la muerte continuamente nos acecha, no solamente la muerte física sino aquella muerte de la cual quizás no siempre prestamos atención, es que San Pablo muy consciente de eso recuerda en la segunda lectura (Rom. 8, 8-11) que hemos de poner atención para alejarnos de aquello que separa del Señor, el no dejarnos llevar por el apetito desordenado que extravía y hace perder el rumbo olvidándonos  que por el bautismo pertenecemos a Dios.
Con la resurrección de Lázaro, el último milagro que realiza antes de su pasión, Jesús anticipa su propia resurrección, ya que los enemigos habían decidido su muerte, acercándose así la hora de Jesús, la hora que refiere a  la pasión,  muerte y  la resurrección gloriosa.
Y así como la resurrección de Lázaro dio gloria a Dios y gloria a Cristo, también la resurrección de Cristo será para la gloria de Dios y para enseñarnos una vez más que Cristo ha triunfado sobre la muerte, sobre el pecado y sobre todo aquello que es miseria.
La resurrección no es una ficción, no es algo inalcanzable, sino que se nos promete y entrega cada vez que morimos al pecado y resucitamos a la gracia, por ejemplo, en la confesión o en el sacrificio de la misa, donde se actualiza el misterio pascual.
Permanentemente en nuestra vida se manifiesta Jesús como aquél que es la resurrección y la vida, de modo que cuando estemos atrapados en el pecado, alejados de Dios o pensamos que ya estamos muertos irremediablemente y que nada podemos hacer, pedirle al Señor de la vida que nos resucite y saque de todos los males, porque creemos que Él es el Hijo de Dios vivo, el que debía venir al mundo.
Pidamos al Señor que crezcamos en la fe profunda en la divinidad de Cristo, porque Él solamente y su enseñanza otorgan sentido verdadero a nuestro caminar en este mundo.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo V° de Cuaresma. Ciclo A. 26 de marzo de 2023. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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