23 de octubre de 2023

La verdadera misión del César, es reconocer que solo hay un Dios sobre todo, y servir al hombre como hermano suyo.

 


La idea central de los textos de hoy, es que Dios es el único soberano sobre la tierra, es el dueño de todo lo que existe, su soberanía abarca todo lo creado, y cada vez que el ser humano quiere disputarle a Dios su grandeza, su omnipotencia, estamos ante una actitud vanidosa, inútil, porque tarde o temprano el hombre descubre sus debilidades y que nada puede hacer ante el poder de Dios.
Pero el ser humano no escarmienta, está siempre al acecho la tentación del principio en la creación, cuando el demonio le promete al hombre, que será igual al Creador con poder para definir qué es lo bueno y qué lo malo.
Y así, continuamente, el ser humano cae en esa trampa, el pretender ser como Dios, el cual  se encarga no pocas veces de hacerle ver que así no es, sino sólo una pequeña creatura.
Fíjense ustedes lo que señala el profeta Isaías (45,1.4-6), al advertir que Dios manifiesta su omnipotencia eligiendo a un rey pagano, Ciro el Grande, a quien el rey no conocía, ungido para que ante él se sometan los pueblos de la tierra, y  sea el instrumento necesario para que el pueblo de Israel abandone el exilio, pueda volver a su tierra,  reconstruir Jerusalén y el templo sagrado en el que se rendía culto al Dios verdadero. 
De manera que una vez más, como aparece a menudo en el Antiguo Testamento, Dios utiliza como instrumento suyo lo que llamamos las causas segundas para manifestar su voluntad, de manera que aún de un rey pagano, con otro culto religioso, Dios se vale para manifestar su voluntad y para que ésta realmente sea visible en todas partes. 
Si tomamos el texto del Evangelio (Mt. 22, 15-21), Jesús nos deja una enseñanza muy importante, justamente destacará la soberanía absoluta de Dios sobre toda autoridad política en este mundo.
La ocasión se presenta cuando los fariseos, contrarios al impuesto, porque lo consideraban como una  señal de la sujeción al Imperio Romano, y los herodianos, que eran partidarios de pagar el impuesto, se unen para tentar a Jesús. 
Tratan de ganar su confianza, como si Jesús no conociera los corazones y sus secretos, afirmando la verdad, sin que ellos se den cuenta, reconociendo que el Señor es veraz y conduce al hombre hacia Dios sin hacer acepción de persona. 
En esto no se equivocan cuando se refieren a Jesús,  pero luego viene la pregunta acerca de la licitud de pagar el impuesto a Roma o no.
Es una trampa perfecta, ya que si Jesús contesta que sí, lo van a acusar de colaborar con el Imperio Romano, alegrando a los herodianos que eran colaboracionistas, si dice que no, estaría de acuerdo con el pensamiento judío vigente, pero se pondría en contra de lo que rige en ese momento bajo Roma. 
Y como Jesús suele hacer no pocas veces en situaciones parecidas, contesta con una respuesta superadora,  no a lo que ellos quieren oír, sino lo que corresponde a la verdad, precisamente porque es veraz. 
Le presentan después un denario y Jesús pregunta: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?" y le responden: "Del César", por lo que el Señor sentencia: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios".
De esa manera les está diciendo que se terminó la identificación del poder político con el poder religioso. No corresponde dar culto al Emperador como si fuera Dios. 
Esto lo entendieron perfectamente los cristianos marchando a la muerte por negarse a rendir culto al Emperador, sólo el Dios de la Alianza es el Dios verdadero, a Él hay que rendir culto, como Jesús dice en las tentaciones del desierto al demonio, "solo a Dios adorarás". 
Y eso es algo que nosotros tenemos que tener bien claro. Y esto porque nosotros fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios. No fuimos hechos a imagen y semejanza de la autoridad o el poder de turno, sino de Dios. Y por eso nosotros debemos orientar toda nuestra vida a buscar la voluntad de Dios. 
Muchas veces habrá que resistir cuando la autoridad política cree que es dios, y legisla sobre realidades que solamente pertenecen a Dios. Ya el Papa Benedicto XVI decía hace unos cuantos años atrás, que el pecado del momento era negar a Dios como Creador. 
Y así, las autoridades políticas en nuestro país, los tres poderes, permitieron y aprobaron el aborto, el asesinato de tantos argentinos que no podrán sentarse a la mesa del Señor, por lo menos en este mundo. 
¿Y esto por qué? Porque las autoridades se creían dioses, porque ignoraron que solamente Dios es el dueño de la vida y de la muerte. Hemos de afirmar, desde la fe, que nadie tiene derecho ni autoridad para legislar sobre esta materia, pero como estamos en un mundo al revés, también en nuestra patria, se ha legislado, no pocas veces, siguiendo los dictados de la perversa ideología de género, y así,  cada uno se auto percibe como se da la gana, se cae en el relativismo de la verdad, de la moral y de todo. 
Estamos en una época en que todo vale, en que todo pareciera ser legítimo, con tal que el hombre pueda llegar a ser dios en un país, en una nación, y ser dueño de las voluntades, de los ciudadanos. 
Porque esta aprobación del aborto, concretamente, implica negar el primer derecho que tiene el ser humano, que es el de la vida,  y una vez que se niega el derecho a la vida, el ser humano ya es una cosa. Y por eso se contraría lo que es una verdadera cultura del trabajo,  se busca la dádiva, se busca exterminar al anciano a través de la eutanasia, se busca crear más pobres  para poder dominarlos. 
Y todo eso es fruto de esta primera concepción de que el ser humano no vale nada, menos que un animal, menos que una cosa. 
Por eso el Señor nos está llamando a volver nuevamente a las fuentes, a defender su soberanía, y que sus derechos no sean dejados de lado o conculcados,  y la autoridad política, justamente como el rey Ciro, tiene que ponerse a disposición de lo que Dios quiere. 
Dios  ha puesto a la autoridad política, no para que se enriquezca, no para que haga lo que se le de en gana, no para atropellar a todo el mundo, sino para servir a la comunidad, servir a los ciudadanos. 
Esa es la verdadera misión del César, no creer que es Dios, sino reconocer que solo hay un Dios sobre todos y sobre todas las cosas, que es el Dios de la Alianza. 
Queridos hermanos, es muy importante ir recordando todo esto, porque nos ayuda realmente a ver la realidad de todos los días con una mirada nueva, a reconocer  esta soberanía absoluta de Dios sobre todo lo creado, y  nosotros, imagen suya, reconocerlo como tal en la vida personal o comunitaria.
Pidámosle al Señor que nos dé su gracia, que nos dé la fuerza de lo alto, para vivir dignamente nuestra misión de cristianos, de creyentes, seguidores de Cristo nuestro Señor.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en el domingo XXIX del tiempo durante el año. Ciclo A. 22 de octubre de 2023

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