8 de abril de 2024

El Dios de la misericordia reclama de nosotros, ya que hemos experimentado su amor, que tengamos nuestro corazón cerca de las miserias del prójimo



Los discípulos están temerosos porque piensan les puede pasar lo mismo que a Jesús, de manera que están en la casa con las puertas cerradas,  y es allí cuando Jesús se les aparece nuevamente, y se coloca en medio de ellos para ser visto por todos los presentes.
El texto bíblico (Jn. 20,19-31) refiere que se alegraron profundamente viéndolo el Señor, su temor se cambia en alegría y Jesús les otorga uno de los dones propios de la resurrección, el de la paz, saludándolos con "¡La paz esté con ustedes!"
Y en ese encuentro amical Jesús les dirá "Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". 
¿A dónde los envía? ¿cuál es la misión que  les encarga? la clave está en lo que sigue, ya que  soplando sobre ellos les dijo "Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Ese es el mensaje que deben transmitir, el de la misericordia de Dios porque con estas palabras de conceder el poder de perdonar los pecados, Jesús instituye el Sacramento de la Reconciliación. 
En efecto, no solamente ha venido por el agua y la sangre (1 Jn. 5, 1-6), o sea, el agua del bautismo y la sangre de la Eucaristía,  sino también por el Espíritu  entregado para que puedan perdonar los pecados. Tenemos entonces tres sacramentos  que brotan del misterio pascual de Cristo, el bautismo por el que somos sumergidos en la muerte de Cristo y renacemos a la vida de la gracia, la Eucaristía por la cual tenemos presente a Jesús hasta el fin de los tiempos con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad y la Reconciliación por la que recibimos su misericordia abundantemente, por el ministerio del Orden Sagrado, instituido el jueves santo.
Este domingo precisamente fue establecido como domingo de la Divina Misericordia, en el que la Iglesia quiere transmitir la enseñanza que lo recibido de Dios, el estar Él con su corazón cerca de nuestras miserias, supone que nos comprometamos  a ser fieles aún más, a vivir plenamente el amor hacia el Creador, con el cumplimiento de los mandamientos (1 Jn. 5, 1-6), por lo que se demuestra el amor a Dios y al prójimo que ha de ser siempre aquello que guíe y  dé sentido a nuestra vida de fe como resucitados.
Precisamente  en la primera lectura tomada  de los Hechos de los Apóstoles (4,32-35) se describe la vivencia de fe, de esperanza y de caridad que caracteriza a las primeras comunidades cristianas.
Estaban unidos en el mismo sentimiento de amor a Dios, alabándolo en común porque los había salvado, y al sentirse  perdonados pensaban también en sus hermanos, por eso ponían en común lo propio, para indicar que la muerte y resurrección de Cristo había abierto los corazones de los cristianos a una generosidad mucho más grande, a no pensar meramente cada uno en sí mismo, sino en el otro.
A su vez, el Dios de la misericordia reclama de nosotros que pidamos por los pecadores, por aquellos que se han alejado de Dios o que nunca se han acercado, que seamos misericordiosos con los demás, tengamos nuestro corazón cerca de las miserias del prójimo, ya sean del corazón, del alma, de lo que sea, para que sintiéndonos próximos conozcamos el amor de Dios que se canaliza a través nuestro.
Pidamos al Señor de la misericordia que nos dé su gracia para que transformemos nuestra relación con el Señor y  con los hermanos.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 2do domingo de Pascua. Ciclo B.  07 de abril   de 2024.

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