1 de abril de 2024

Con la resurrección del Señor, tenemos ya la certeza de poder contemplar algún día el rostro de Dios.















Llegamos a esta noche de la vigilia pascual y comenzamos un tiempo nuevo, no solamente en el ámbito de la liturgia, sino en la vida personal de cada creyente, porque la muerte y la resurrección de Jesús ha renovado totalmente la existencia del hombre.
En efecto, el  hombre que rompió la amistad con Dios en el paraíso, recupera con la muerte y resurrección de Cristo la posibilidad de entrar nuevamente en el paraíso de los justificados y salvados.
Por eso, podemos cantar con el salmo (41) "mi alma tiene sed de Dios cuándo llegaré a ver su rostro", porque ahora ya tenemos la certeza de poder contemplar algún día el rostro de Dios.
El deseo de contemplar a Dios no es algo ilusorio, sino todo lo contrario, podremos verlo  cara a cara después de la muerte. 
Para ello,  Dios nos ha constituido su pueblo, como lo acabamos de escuchar en el profeta Ezequiel (36,16-28), comprometiéndose Él a ser nuestro Dios, purificando nuestro corazón de piedra y colocando un espíritu nuevo, por eso su promesa de alianza que "serán mi pueblo y yo seré el Dios de ustedes".
Ahora bien, ese pacto de la antigua alianza se perfecciona, se rubrica, en el pacto de amor que realizamos por la sangre derramada de Jesús. Comienza una vida nueva, por tanto, por lo que estamos caminando cada uno a la tierra prometida, buscando la tierra prometida, que  no está aquí, pero que estamos cierto de que existe.
Por eso ante la tentación del hombre de anclarse en esta vida temporal y pensar que aquí se encuentra la felicidad toda, tenemos la esperanza de encontrarnos con Dios y cantamos hasta que se realice esto  "Mi alma tiene sed de Dios cuándo llegaré a ver su rostro".
Los textos bíblicos de esta liturgia hacen referencia a que fuimos liberados del pecado, hablan de comenzar una vida nueva, de la que el mundo que no tiene fe no entiende y tampoco cree, por eso es muy importante ir al encuentro del Señor.
Estas mujeres que fueron al sepulcro (Mc. 16, 1-7) llenas de temor, se encontraron que Jesús ya no estaba,  todavía no terminaban de entender lo que había sucedido con el maestro, por eso el ángel del Señor les dice, "no está aquí: Vayan y anuncien que el que estaba muerto ahora está vivo, vayan y digan a los discípulos que se dirijan a Galilea, que allí lo encontrarán.
En Galilea comenzará la evangelización de la Iglesia que nació del costado abierto de Cristo, es en Galilea desde donde Jesús enviará a sus discípulos a hacerlo presente ante el mundo, dando testimonio de la salvación que el mismo Dios había prometido desde el principio.
Hemos muerto con Cristo en el bautismo, escuchábamos recién (Rom. 6,3-11), y hemos resucitado con Cristo también por el sacramento del bautismo, por eso, habiendo muerto al pecado, hemos nacido a la vida, a la vida del resucitado, y  es lo que tenemos que vivir y añorar permanentemente.
¡Ojalá nunca dejemos de desear la realización del misterio de la resurrección en nuestra propia vida!, y esto porque en el pasado ¿Cuántas veces corrimos el riesgo de caer en la desesperación al ver nuestros pecados, al ver nuestras miserias? ¿Cuántas veces creímos que todo estaba perdido y sin embargo no era así? 
El resucitado está con nosotros y  acompaña hasta el fin del mundo, nos esperará para recibirnos en la gloria del Padre, siempre y cuando, por supuesto, nos mantengamos fieles al Dios siempre ha sido fiel. 
Nuestra fidelidad será probada en el cumplimiento de los mandamientos, como enseña el profeta Baruc (3, 9-15.32-4,4), de modo que "la sabiduría es el libro de los preceptos de Dios, y la ley que subsiste eternamente: los que la retienen alcanzarán la vida, pero los que la abandonan morirán".
Dios nos hace pasar por el medio del mar Rojo (Éxodo 14,15-15,1) huyendo de la turbulencia de este mundo y de los perseguidores de los que tenemos fe, para conducirnos a la salvación, a la nueva patria, a la nueva tierra, a la nueva vida que Dios  ha prometido.
Continuemos hermanos en esta Vigilia Pascual degustando, reflexionando cada cosa que hacemos, para que el misterio de Cristo resucitado entre en nuestro corazón y nunca se pierda.
Habíamos dicho el primer domingo de Cuaresma que comenzábamos el tiempo para profundizar en el conocimiento del misterio de Cristo. Pues bien, la Cuaresma ha terminado, culmina también el Triduo Pascual, y  comienza el tiempo Pascual en el que realmente hemos alcanzado el conocimiento pleno del Señor, porque hemos participado del misterio redentor de su muerte y su resurrección. Ciertamente las gracias de lo alto no nos faltarán si nosotros nos mantenemos fieles al Señor como nuevos resucitados.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Vigilia Pascual. ciclo B.  30 de marzo   de 2024.


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