29 de julio de 2024

Dones muy humildes, como cinco panes y dos pescados que trae un niño, sirven de base para que Jesús haga comer a todos los presentes.

 


En el segundo libro de los Reyes (2 Rey.4,42-44), se narran los prodigios o  milagros realizados por el profeta Eliseo. 

En el texto de hoy, asistimos a la multiplicación de los panes que había recibido como ofrenda y con los que alimenta a cien personas. Eliseo mandó distribuir los panes manifestando su confianza absoluta en el cumplimiento de la Palabra de Dios: "Comerán, y sobrará".
Esta gran confianza en la Palabra de Dios hace que el profeta movido por ello también actúe y, que por su intermedio se sacie el hambre de aquellos que están allí junto a él escuchando su mensaje profético. 
En efecto, sabemos por la revelación, que Dios abre su mano generosamente, entregando a toda la humanidad los dones que necesita para su subsistencia, de tal manera que a nadie falte y a nadie sobre, sino que cada uno pueda satisfacer sus necesidades. 
Pero más allá de estas necesidades materiales que son reales, hay otras necesidades, las espirituales. El ser humano tiene hambre de Dios, aunque no lo quiera reconocer, aunque lo disimule, aunque acalle las voces de su conciencia, sin embargo necesita de Dios su Creador, porque todos en nuestro interior reconocemos siempre nuestra nada. 
Por ahí podemos tener episodios de autosuficiencia, de creer que lo podemos todo, pero Dios se encarga de mostrarnos a través de las circunstancias de la vida que no es así, en definitiva necesitamos siempre de nuestro Creador, el que nos da su gracia y sustenta la amistad con él, si realmente lo buscamos y trabajamos para ello. 
El Señor quiere  habitar en nuestro corazón y darnos el alimento de la vida, por eso durante cinco domingos, a partir de hoy, reflexionaremos sobre el capítulo seis del evangelio según san Juan, donde encontramos  el largo discurso del pan de vida, que de alguna manera ya había introducido san Marcos el domingo pasado, pero que ahora se desarrolla en profundidad. 
Interesante cómo el marco de referencia es la proximidad de la Pascua Judía, -dice el texto-, para que podamos vincular la Eucaristía como la nueva Pascua, la Pascua del Señor, que es el paso de la muerte a la vida, pero es también el paso de la celebración antigua a la nueva, cuando Jesús entrega su cuerpo y su sangre como alimento.
La gente está siguiendo a Jesús porque cura  enfermos, pero el Señor conoce  su necesidad interior, por eso decide la multiplicación de los panes y de los peces, que será el punto de partida para presentarse como Pan de Vida. 
Dones muy humildes, como cinco panes y dos pescados que trae un niño, sirven de base para que  Jesús haga comer a todos los presentes.
Muchas veces se duda que esto pueda ser cierto, cómo puede ser verdad que esto acontezca, sin embargo, en la historia de la Iglesia, se han obtenido milagros por la invocación de los santos. 
Por ejemplo, el milagro que a través de Juan Macías, santo que veneramos aquí, se concretó en una oportunidad, en el Hogar de Nazaret en su pueblo natal, Ribera del Fresno, el 23 de enero de 1949, milagro este que llevó a su canonización.
En efecto, habiendo de dar de comer a mucha gente pobre, teniendo los cocineros un poco de arroz,  invocaron al santo, y tuvieron de sobra en la comida pudiendo saciarse todos aquellos que estaban esperando una comida caliente. 
De manera que para Dios no hay nada imposible, si se producen milagros a través de los santos, mucho más a través del Salvador, como en este caso, y alimentar hasta saciar el corazón y el estómago de todos los que están allí presentes, cinco mil hombres había, sin contar mujeres y niños. 
Y Jesús de esta manera quiere introducir a todos a la enseñanza acerca del pan vivo bajado del cielo, que es Él mismo, y que el maná en el desierto con el que se alimentó al pueblo de Israel, no fue más que un signo, un anticipo de la Eucaristía.
Fíjense ustedes que mientras la liturgia se preparaba para meditar en el mundo sobre  la Eucaristía, el pan de vida, vimos en los Juegos Olímpicos de París, cómo se burlaban de la última cena. 
Y no solamente eso, en esta inauguración que tendría que haber sido festiva, no solamente fue blasfema, sino que ha sido una promoción de la homosexualidad, de la ideología de género, del travestismo, del aborto, donde se ensalzaron incluso figuras que fueron siniestras en la historia del hombre, como la de Simone de Beauvoir, por ejemplo, en el caso de la ideología de género. 
Todo esto muestra decadencia moral y se ataca a la Iglesia Católica porque enseña la verdad y porque nadie se atreve a ofender a los judíos o musulmanes, porque se sabe que no quedarían impunes.
A nosotros los católicos, como el Señor nos ha enseñado a poner una mejilla si se nos ofende en la otra, fácilmente se nos ataca y se burla de las verdades de nuestra fe. ¿Por qué? Porque es la verdad la que se presenta. No se ataca a lo que es falso o no tiene peso, sino que se trata de destruir la verdad y lo relacionado con la vida. 
Ahora bien, de Dios nadie se burla, y así a lo largo de la historia de la salvación, por ejemplo, hemos visto cómo el pueblo de Israel tantas veces rebelde con Dios, recibía un chirlo a través de los asirios o de los babilonios, cayendo en destierros, muertes, desolación. 
O sea, Dios se manifiesta a través de lo que se llaman las causas segundas, y así, puede acontecer que una nación pague bien caro lo malo que ha hecho, a través de los pésimos gobiernos que tiene. Sin necesidad de guerras, basta un pésimo gobierno para que la nación padezca en carne propia, cómo nos pasa a nosotros desde hace bastante tiempo, producto de la ley del aborto, por ejemplo. 
De manera que Dios va trabajando en la historia y, Francia tiene que cuidarse mucho, cada vez hay más musulmanes en su tierra y sabemos que buscan apoderarse otra vez de España, Francia, Alemania, infiltrándose cada vez  más. 
Y eso es justamente causado porque también las naciones han dejado atrás el amor primero, han abandonado su fe católica como le ha pasado a Europa. Y por eso también van decayendo cada vez más. 
Por eso es muy importante mantenernos siempre fiel a la verdad que hemos recibido y  buscar siempre  hacer el bien, como nos lo dice hoy el apóstol San Pablo en la Carta a los Efesios (4,1-6). 
En efecto, estamos llamados a comportarnos de una manera digna de la vocación recibida, por lo que como católicos hemos de vivir profundamente esta fe católica, con obras propias no solo del cristianismo sino del catolicismo. 
Ir afianzando más y más nuestra relación con Dios  creciendo además como dice el apóstol en nuestra relación con los demás, entre otras cosas soportándonos mutuamente y conservando la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. 
Pidamos al Señor que nos ayude a crecer cada vez más por este camino de santidad al cual se nos invita a transitar para llegar a la patria celestial.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XVII del tiempo per annum. Ciclo B.  28 de Julio  de 2024.

22 de julio de 2024

Jesús pacifica los corazones y los pueblos, uniéndolos bajo su guía de Pastor, trayendo la salvación a los que permanecen fieles a Él.

 


En la primera lectura (Jeremías 23, 1-6), encontramos que el profeta es enviado al reino de Judá para fustigar a los malos pastores del pueblo porque dispersan a las ovejas que se les han confiado.

La figura del rey-pastor, muy común en aquellos tiempos, no solamente conducía políticamente al pueblo elegido, sino también en el ámbito religioso, y ambos aspectos se complementaban, de manera que el rey-pastor debía cuidar por el bienestar de sus ovejas.
El texto  de hoy hace referencia a cómo los últimos reyes de Judá no habían cumplido con esta misión, con este papel de ser buenos pastores, de manera que campeaba la injusticia social y la corrupción, no escuchan a Dios y no se convierten, por lo cual no quedará más solución que la intervención divina que reprende a su pueblo con la caída de Jerusalén y la deportación a Babilonia. 
A su vez, Dios se hará cargo de las ovejas, "el resto", de todos los países a donde fueron expulsadas, volverán a sus praderas y serán fecundas, suscitando para ellas pastores que las apacentarán, ya que no puede dejar sin guía y conducción a aquellos que ha elegido.
Por otra parte, mirando el futuro, el Señor suscitará a David un germen justo, que reinará como rey justo,   se llamará "El Señor es nuestra justiciaalcanzando Judá seguridad y prosperidad.
Esta afirmación hace referencia a la persona de Jesús, que es el Hijo de Dios hecho hombre, el cual, como dice  san Pablo en la carta a los Efesios (2, 13-18), es nuestra paz, porque ha unido a los dos pueblos en uno solo, al judío y a los paganos.
En efecto, "Creó con los dos pueblos un solo hombre nuevo en su propia persona, restableciendo la paz, y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona", por lo que "todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu".
Jesús pacifica  los corazones y los pueblos, uniéndolos bajo su guía de pastor, trayendo la salvación a los que permanecen fieles a Él, o sea, haciendo posible esta unidad entre los diversos pueblos de la tierra, toda vez que respondan a la voluntad de Dios. 
Si seguimos incursionando en la figura de Jesús en el Evangelio,  encontramos que ha asumido  la figura del Pastor (Mc.6,30-34). 
El domingo pasado reflexionamos sobre cómo Jesús envía a sus discípulos a proclamar el Evangelio, a curar enfermos, expulsar demonios, llamando a la conversión. 
En el texto de hoy contemplamos el regreso de estos discípulos,  a los que Jesús quiere escuchar, sabe que les ha ido bien en la misión,  los invita a descansar un poco, a aquietar el espíritu, y compartir sus experiencias misioneras.
Pero inmediatamente surge que el pueblo está pensando en otra cosa, necesita un Pastor, y  a pesar que Jesús y los discípulos se alejan, la gente adivina a donde se dirigen, y va tras sus pasos. 
Y ahí Jesús, mirando a la multitud, se compadece de ella, "porque eran como ovejas sin pastor y estuvo enseñándoles largo rato".
Les habla largamente de las cosas de Dios, de lo que refiere a la salvación del hombre. 
Hoy también si miramos al mundo con la mirada de Jesús, contemplamos que la humanidad está sin pastor que la guíe.
En nuestros días existe gran confusión, mucha gente camina a la deriva, no encuentra  pastor que la conduzca a los pastos eternos. 
Para colmo, estamos viviendo en una época en que hay muchos enemigos de la  persona de Cristo, y que se meten en las sociedades, en las culturas, tratando de atraer a la gente a otras cosas, a otras motivaciones. De hecho hoy nos encontramos con muchos católicos que en medio de los problemas, en medio de las dificultades, en lugar de ir a beber el agua pura y fresca que emana de Cristo nuestro Señor, el agua viva, prefiere ir a buscar consuelo y respuesta en la Nueva Era o en todos aquellos movimientos relacionados con el mundo oriental panteísta, el Reiki y con las modas de este mundo. 
Ya no interesa tanto Jesús como el Salvador, como el que viene a conducir al hombre como  Pastor. 
Por eso se nos hace un llamado muy fuerte, no solamente a que no caigamos en esas erróneas actitudes, sino que  busquemos  a Jesús. 
Es el Pastor que guía en la verdad y en el bien, porque Él es nuestra justicia, decíamos al meditar al profeta Jeremías.
En efecto,  Él es nuestra justicia no solamente porque la  administra en este mundo, sino porque quiere hacernos a cada uno justo, reconciliados con el Padre porque  buscamos la voluntad de Dios. 
Por eso es importante que busquemos siempre a Cristo como respuesta a los grandes interrogantes de la vida, que no nos dejemos encandilar por las novedades de la cultura de nuestro tiempo, que a nada conducen,  y al mismo tiempo, tratemos de llevar a otros  el  mensaje  verdadero y perenne que es el del Evangelio.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XVI del tiempo per annum. Ciclo B.  21 de Julio  de 2024.

15 de julio de 2024

El amor infinito de Dios para con nosotros está plasmado en este hermoso texto que acabamos de proclamar de san Pablo a los cristianos de Éfeso (1, 3-14).

 




"Señor, revélanos tu amor, concédenos tu salvación", cantábamos recién, porque para seguir caminando en este mundo, en medio de las pruebas, las dificultades de todo tipo y adversidades que muchas veces tenemos que soportar por nuestra fe, necesitamos que el Señor nos revele, nos manifieste su amor y  prometa la salvación. 
Pues bien, el amor infinito de Dios para con nosotros está plasmado en este hermoso texto que acabamos de proclamar de san Pablo a los cristianos de Éfeso (1, 3-14). 
No nos cansemos nunca de escuchar este texto, de meditarlo y  reflexionarlo, porque ahí está contenida la providencia de Dios para con los hombres.
En efecto, ¿Qué nos dice el apóstol? Que fuimos elegidos de antemano por Dios antes de la creación del mundo, de modo que cada persona que vivió en el pasado, que vive en el presente y que vivirá en el futuro, estaba presente en el pensamiento de Dios, y que cada uno nacería en un momento determinado de la historia humana, con un llamado, con una vocación concreta. 
¿Y para qué nos eligió Dios? Dios podría haber estado tranquilo, sin embargo, quiso hacernos partícipes de su misma vida,  nos crea a su imagen y semejanza, y pensando en Cristo, su Hijo  hecho hombre, se derramó sobre nosotros toda clase de bienes espirituales en el cielo y en la tierra. 
A su vez,  fuimos constituidos  hijos adoptivos del Padre para  participar algún día de su misma gloria, de modo que la eternidad fuera también meta concedida  a todos, siempre y cuando viviéramos  santos e irreprochables, siguiendo la voluntad de Dios. 
Esa es la providencia divina sobre cada uno y estamos llamados a esta grandeza de vida  aquí y mirando siempre al futuro. 
Pero a lo largo de la historia, Dios ha tenido que llamar a la conversión al ser humano, para que retomara el camino de la salvación. 
En el Antiguo Testamento lo hizo a través de los profetas, siendo uno de ellos el profeta Amós, que denuncia las injusticias sociales. 
Este profeta, que es un hombre común, cuidador de ovejas, es enviado al Reino del Norte, o Reino de Israel, para advertir la necesidad de la conversión, habida cuenta de la corrupción en la que el pueblo estaba sumergido (Amós 7, 12-15).
Allí, Amasias, el sacerdote del templo de Betel, del Reino del Norte, le dirá al profeta Amós que no moleste, que ellos están felices y contentos,  que no venga a perturbar su tranquilidad y su vida corrupta y cumpla su misión en el reino de Judá. 
Pero Amós continúa allí porque fue enviado por el Señor a insistir en la necesidad de la conversión, ya que  la corrupción social contaminaba también el culto divino, haciéndolo desagradable para el mismo Dios.
Y como no quisieron escuchar ni convertirse, cae el reino en las manos de Asiria y viene la deportación. 
O sea, Dios ha querido salvar al pueblo elegido, a estas tribus del Reino del Norte, pero ellos no quisieron. 
En el texto del Evangelio (Mc. 6, 7-13) aparece nuevamente la voluntad divina de salvar a su pueblo, esta vez a través de Cristo,  el cual envía a los doce apóstoles a predicar la conversión, la necesidad de volver a Dios.
Ellos parten apoyados en la fuerza del Evangelio, 
por eso van desprovistos de toda seguridad humana y con una actitud de austeridad total, en beneficio de los que creen, han de expulsar demonios, curar enfermos, hacer todo el bien que se pueda. 
Y allí también se da la posibilidad de quienes no escuchan la voz del Salvador, transmitida a través de los apóstoles. 
A su vez, también en nuestro tiempo, por medio de la Iglesia, Dios llama a todos los pueblos de la tierra a la unión con él, porque tiene que realizarse aquello que destaca el apóstol San Pablo, que todo sea puesto bajo los pies de Jesús, ya que el Señor está por encima de todo lo creado. 
También en nuestra época, el ser humano está sordo al llamado del Señor, y  esta hermosa perspectiva providencial que aparece en el texto de San Pablo a los Efesios, no es tenida en cuenta hoy en día.
 ¿Cuántas son las personas que se ponen a pensar hoy que fuimos elegidos desde toda la eternidad para ser santos, para ser hijos adoptivos de Dios y  elegidos para  participar de la gloria del cielo, y recibir tantos dones y tantas bendiciones de parte del Creador? 
¿Cuán alejado está el ser humano hoy de esta perspectiva hermosa que la Palabra de Dios describe para cada uno de nosotros?
 Por eso se hace también más urgente la necesidad de proclamar las maravillas de Dios y no cansarnos de hacer oír la voz de Jesús, para que el mayor número posible de personas, a través de la conversión, empezando por nosotros, retomemos este camino de santidad para la cual estamos llamados.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XV del tiempo per annum. Ciclo B.  14 de julio  de 2024.

8 de julio de 2024

Yo te envío a los israelitas, a un pueblo de rebeldes que se han rebelado contra mí; sea que te escuchen o no te escuchen, sabrán que hay un profeta en medio de ellos.

Desde que el hombre se levantó contra su Creador, pretendiendo igualarle en grandeza, envalentonado por la mentira del espíritu del mal, la historia humana  presenta a un Dios que sigue eligiendo a su criatura más perfecta manteniéndose fiel a sus promesas de salvación y, un ser humano indócil, rebelde y buscador de sí mismo por sobre todas cosas, sin lograr la plenitud de vida que se le ha prometido.
La historia de esta rebeldía humana la encontramos plasmada en la relación entre Dios y el pueblo elegido Israel, tan errante como difícil, por lo que el Señor envía a sus portavoces, los profetas, exhortando a la conversión y fidelidad a la Alianza, encontrando no pocas veces la indiferencia e incluso, la decisión de seguir pecando contra Él.
El profeta Ezequiel (2, 2-5) es uno de los elegidos a quien un espíritu le dice "Yo te envío a los israelitas, a un pueblo de rebeldes que se han rebelado contra mí; ellos y sus padres se han sublevado contra mí hasta el día de hoy. Son hombres obstinados y de corazón endurecido aquellos a los que yo te envío."
Previendo que el profeta  no será escuchado y la Palabra divina rechazada, se le insta a no dejar de llevar el mensaje de salvación exhortando a la conversión, una y otra vez, recordando que sea o no escuchado, los israelitas sabrán que hay un profeta en Israel.
A nosotros cabe el mismo envío  para evangelizar en nuestro tiempo, sufriremos también  el mismo rechazo en cuanto evangelizadores, y contemplaremos la indiferencia ante la Palabra de Dios, pero hemos de insistir oportuna o inoportunamente para que alguna persona se haga eco de la predicación y retorne a la casa paterna.
No será fácil la misión que se nos confía, dado el alto grado de contaminación que existe en la sociedad, tanto respecto a la verdad como al bien, de modo que el error se ha entronizado en las mentes, y el mal reconocido como meta de la vida, y el ser humano piensa y obra como le viene en gana, creyendo que ya nadie le puede poner límites o indicar el rumbo correcto de sus vidas.
Sin embargo, a pesar de todos los obstáculos, ya es un avance el que seamos conocidos como aquellos que son fieles al Señor y que procuramos  mantenernos en la verdad y el bien.
En el texto del evangelio (Mc. 6, 1-6a) contemplamos lo mal que es recibido Jesús en Nazareth. En un primer momento se asombran al escucharlo en la sinagoga y visualizar las curaciones que realiza,  pero después ponen en duda estos hechos a causa de que es bien conocido en su pueblo como simple carpintero -el hijo de María- y conocidos sus parientes, que no descuellan para nada tampoco. 
Este rechazo por la falta de fe hace que Jesús no pueda hacer ningún milagro, salvo algunas curaciones de quienes  se acercaban con fe en su persona y poder divino.
De allí se ha hecho proverbial el dicho "nadie es profeta en su tierra".
También nosotros posiblemente no seamos muy reconocidos en nuestros ambientes de origen, porque quizás, no pocos piensen que no estamos a la altura de las circunstancias, atentos a que nos conocen de chicos o de jóvenes, en situaciones diferentes.
De todos modos es el Señor el que nos envía, y sólo a Él hemos de responder en nuestra vocación de profetas de este tiempo, confiando siempre en su poder y fuerza mientras desconfiamos de lo propio.
Con la figura de san Pablo (2 Cor. 12,7-10) se completa este cuadro que estamos meditando acerca del anuncio que debe ser predicado y escuchado y, del mensajero elegido y enviado para hacerse presente en el mundo en el que estamos insertos.
El apóstol reconoce que tiene una espina clavada en su cuerpo por la acción de un demonio que lo hace sufrir no poco, suplica ser liberado por Jesús, el cual le dirá que le basta su gracia ya que su poder triunfa en la debilidad, promesa consoladora por cierto.
Esta debilidad o espina clavada - no sabemos cuál era en el apóstol- la tenemos cada uno de los mensajeros, porque todos tenemos debilidades y pecados que agobian, por lo que se cumple aquello de "me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo. Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte".
En Cristo, toda debilidad humana se convierte en fortaleza para vivir dando ejemplo ante el mundo, sin dejar de evangelizar superando las dificultades centrados en la roca que es el Señor.

 

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XIV del tiempo per annum. Ciclo B.  07 de julio  de 2024.

1 de julio de 2024

La muerte no tiene la última palabra sobre el ser humano, ya que ha sido vencida por la resurrección de Cristo.

 


El eje temático de los textos bíblicos de este domingo se encuentra en el binomio vida y muerte, presente en la primera lectura tomada del libro de la Sabiduría (1,13-15;2,23-24) y en el texto del Evangelio (Mc. 5, 21-24.35b-43), que conducen a  preguntarnos acerca  de la vida que transitamos y de la muerte como fin temporal.
De hecho, en nuestra cultura, no pocas veces acontece que personas, sobre todo jóvenes,  no le ven sentido a la vida, porque pareciera que esta no tiene sentido, o porque se ha perdido esa relación necesaria con el autor de la vida que es Dios Nuestro Señor. 
Sin embargo, el libro de la Sabiduría enseña que Dios "ha creado todas las cosas para que subsistan; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas ningún veneno mortal y la muerte no ejerce dominio sobre la tierra. Porque la justicia es inmortal."
De la bondad de lo creado habla también el libro del Génesis, cuando  describe que todo lo que existe sale de las manos de Dios, y por lo tanto todos los seres son buenos, más aún, el hombre mismo es perfecto porque lo ha creado a su imagen y semejanza, con lo cual está llamado a la inmortalidad. 
Pero todo este proyecto divino se ve interrumpido por la mentira del espíritu del mal, que por envidia arrastra al hombre al pecado y por el cual ingresa la muerte en la vida de cada hombre que nace.
La muerte  nos acecha siempre y sabemos que algún día golpeará  a cada uno, pero desde la fe no hemos de mirarla  como lo último que acontece, sino en definitiva como un paso para llegar a la eternidad.
Es interesante contemplar cómo en el texto del Evangelio, cuando Jesús decide devolver la vida a esta niña que ha muerto,  insiste en que la misma está dormida y todos se ríen de él, como aconteciera también  con la muerte y resurrección de Lázaro.
¿Cómo es posible hablar de sueño y no de muerte? Porque Cristo es aquel que ha muerto y ha resucitado,  asegurando así la de cada uno de nosotros, que algún día resucitaremos uniéndose nuevamente el cuerpo y el alma de cada personas que vino a este mundo.
Ahora bien, ¿qué diferencia hay entre estar dormido y muerto?. En el lenguaje popular, al lugar donde se sepultan los cuerpos le llamamos cementerio o también necrópolis. El término cristiano es cementerio, que se traduce como el lugar de los que duermen, mientras que necrópolis, en cambio, es un término pagano, que significa la ciudad de los muertos, la de aquellos que no tienen esperanza porque  no creen en la resurrección, siendo la muerte el final de todo, mientras que los cristianos aspiramos desde la fe a volver nuevamente a la vida,  porque la muerte es una dormición pasajera. 
La muerte no tiene la última palabra sobre el ser humano, ya que ha sido vencida por la resurrección de Cristo y, si bien todavía no se aplica esta victoria sobre cada uno de nosotros, en esperanza sabemos que esto sucederá, de manera que el Señor de vivientes que es Cristo, nos sigue enseñando y exhortando para que vayamos siempre caminando hacia el encuentro de la vida eterna, de manera que allí cuando lleguemos, recuperemos la inmortalidad en la que fuimos creados y perdimos a causa del pecado de los orígenes.
Mientras tanto, nuestra existencia tiene que caracterizarse por el seguimiento de Cristo practicando las virtudes que conducen a ello. 
Precisamente San Pablo escribiendo a los corintios (2 Cor 8, 7.9.13-15) les dirá como acabamos de escuchar, que ya que ellos se destacan en la vivencia de muchas virtudes y obras buenas, también tienen que sobresalir en la generosidad, en saber compartir los bienes propios con aquellos que menos tienen, refiriéndose especialmente a los pobres de la comunidad de Jerusalén.
Es en esta actitud de  generosidad donde se puede vivir la fe en la vida o en la muerte, ya que cuando a las cosas de este mundo le damos una importancia absoluta, poniendo en ellas la seguridad personal como queriendo detener la muerte, es cuando el corazón también se cierra ante las necesidades de los demás. 
En cambio, cuando el creyente practica aquello de que Cristo siendo rico se hizo pobre, está mostrando que no tiene lugar de residencia aquí sino en lo que espera, en el encuentro definitivo con el Señor, por lo que como Él se entregó al ser humano, así también el creyente busca entregarse dándose a sí mismo y de sus bienes, de manera que se cumpla aquello "que a nadie le sobre y a nadie le falte".
Por lo tanto, en el manejo de las cosas temporales estamos  viviendo o no esta fe en la vida eterna que nos espera, donde la muerte será vencida definitivamente.
Pidámosle al Señor que nos siga enseñando, y mostrando el camino que conduce a la grandeza de cada uno  en la comunión última con Dios.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XIII del tiempo per annum. Ciclo B.  30 de junio  de 2024.