15 de julio de 2024

El amor infinito de Dios para con nosotros está plasmado en este hermoso texto que acabamos de proclamar de san Pablo a los cristianos de Éfeso (1, 3-14).

 




"Señor, revélanos tu amor, concédenos tu salvación", cantábamos recién, porque para seguir caminando en este mundo, en medio de las pruebas, las dificultades de todo tipo y adversidades que muchas veces tenemos que soportar por nuestra fe, necesitamos que el Señor nos revele, nos manifieste su amor y  prometa la salvación. 
Pues bien, el amor infinito de Dios para con nosotros está plasmado en este hermoso texto que acabamos de proclamar de san Pablo a los cristianos de Éfeso (1, 3-14). 
No nos cansemos nunca de escuchar este texto, de meditarlo y  reflexionarlo, porque ahí está contenida la providencia de Dios para con los hombres.
En efecto, ¿Qué nos dice el apóstol? Que fuimos elegidos de antemano por Dios antes de la creación del mundo, de modo que cada persona que vivió en el pasado, que vive en el presente y que vivirá en el futuro, estaba presente en el pensamiento de Dios, y que cada uno nacería en un momento determinado de la historia humana, con un llamado, con una vocación concreta. 
¿Y para qué nos eligió Dios? Dios podría haber estado tranquilo, sin embargo, quiso hacernos partícipes de su misma vida,  nos crea a su imagen y semejanza, y pensando en Cristo, su Hijo  hecho hombre, se derramó sobre nosotros toda clase de bienes espirituales en el cielo y en la tierra. 
A su vez,  fuimos constituidos  hijos adoptivos del Padre para  participar algún día de su misma gloria, de modo que la eternidad fuera también meta concedida  a todos, siempre y cuando viviéramos  santos e irreprochables, siguiendo la voluntad de Dios. 
Esa es la providencia divina sobre cada uno y estamos llamados a esta grandeza de vida  aquí y mirando siempre al futuro. 
Pero a lo largo de la historia, Dios ha tenido que llamar a la conversión al ser humano, para que retomara el camino de la salvación. 
En el Antiguo Testamento lo hizo a través de los profetas, siendo uno de ellos el profeta Amós, que denuncia las injusticias sociales. 
Este profeta, que es un hombre común, cuidador de ovejas, es enviado al Reino del Norte, o Reino de Israel, para advertir la necesidad de la conversión, habida cuenta de la corrupción en la que el pueblo estaba sumergido (Amós 7, 12-15).
Allí, Amasias, el sacerdote del templo de Betel, del Reino del Norte, le dirá al profeta Amós que no moleste, que ellos están felices y contentos,  que no venga a perturbar su tranquilidad y su vida corrupta y cumpla su misión en el reino de Judá. 
Pero Amós continúa allí porque fue enviado por el Señor a insistir en la necesidad de la conversión, ya que  la corrupción social contaminaba también el culto divino, haciéndolo desagradable para el mismo Dios.
Y como no quisieron escuchar ni convertirse, cae el reino en las manos de Asiria y viene la deportación. 
O sea, Dios ha querido salvar al pueblo elegido, a estas tribus del Reino del Norte, pero ellos no quisieron. 
En el texto del Evangelio (Mc. 6, 7-13) aparece nuevamente la voluntad divina de salvar a su pueblo, esta vez a través de Cristo,  el cual envía a los doce apóstoles a predicar la conversión, la necesidad de volver a Dios.
Ellos parten apoyados en la fuerza del Evangelio, 
por eso van desprovistos de toda seguridad humana y con una actitud de austeridad total, en beneficio de los que creen, han de expulsar demonios, curar enfermos, hacer todo el bien que se pueda. 
Y allí también se da la posibilidad de quienes no escuchan la voz del Salvador, transmitida a través de los apóstoles. 
A su vez, también en nuestro tiempo, por medio de la Iglesia, Dios llama a todos los pueblos de la tierra a la unión con él, porque tiene que realizarse aquello que destaca el apóstol San Pablo, que todo sea puesto bajo los pies de Jesús, ya que el Señor está por encima de todo lo creado. 
También en nuestra época, el ser humano está sordo al llamado del Señor, y  esta hermosa perspectiva providencial que aparece en el texto de San Pablo a los Efesios, no es tenida en cuenta hoy en día.
 ¿Cuántas son las personas que se ponen a pensar hoy que fuimos elegidos desde toda la eternidad para ser santos, para ser hijos adoptivos de Dios y  elegidos para  participar de la gloria del cielo, y recibir tantos dones y tantas bendiciones de parte del Creador? 
¿Cuán alejado está el ser humano hoy de esta perspectiva hermosa que la Palabra de Dios describe para cada uno de nosotros?
 Por eso se hace también más urgente la necesidad de proclamar las maravillas de Dios y no cansarnos de hacer oír la voz de Jesús, para que el mayor número posible de personas, a través de la conversión, empezando por nosotros, retomemos este camino de santidad para la cual estamos llamados.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XV del tiempo per annum. Ciclo B.  14 de julio  de 2024.

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