27 de enero de 2025

Alimentemos nuestro ser, pensamientos y vida, con las enseñanzas que la Sagrada Escritura derrama en el corazón de cada uno.


 Hoy en la Iglesia Universal se celebra el Día de la Palabra de Dios para resaltar justamente aquella que por su carácter divino, alimenta nuestra vida, cada momento, cada instante, y que le otorga sentido a las distintas problemáticas del existir. 
Los textos bíblicos justamente apuntan a la importancia de la Palabra y así en la primera lectura tomada de Nehemías (8,2-6.8-10) se describe cómo los judíos que han vuelto del exilio de Babilonia gracias a un decreto favorable de Ciro el Grande,  comienzan la reconstrucción de  Jerusalén, levantan sus murallas y el templo, deseando alcanzar el mismo existir que tenían antes del  destierro.
Y precisamente lo que destaca el texto, es que un día solemne, toda la comunidad se reúne para escuchar largamente la Palabra de Dios. 
En efecto, el sacerdote Esdras proclama incansablemente la Palabra divina, y la gente, hombres, mujeres, niños, están atentos, ensimismados, pensando en esa Palabra que se les transmite. 
Llenos de gozo, porque pueden nuevamente volver a celebrar la liturgia que tenían antes del destierro, saltan de júbilo, aclaman al Señor con alegría,  como si Él mismo estuviera presente en medio de ellos, uniéndolos, formando una sola comunidad. 
Como decía este hecho produce una gran alegría en todos los presentes, gozando de la Palabra de Dios, que los constituye en familia reunidos como hermanos.
Posteriormente   se les insiste en que vayan a celebrar con una buena comida y bebida, compartiendo, por cierto, con los más necesitados.
Este acontecimiento de gozo por la restauración de Jerusalèn y de la comunidad, manifiesta cómo la Palabra de Dios transforma la existencia del  hombre, si el ser humano se deja conquistar por ella. 
Hemos de buscar, en la Palabra, la alegría que nos falta a todos, y que Dios  comunica por medio de ella. 
En el texto del Evangelio (1, 1-4; 4,14-21), Lucas, asegura a Teófilo, que escribe sobre Jesús partiendo del testimonio de quienes fueron desde el principio testigos oculares de los hechos descritos, de manera que conozca bien la solidez de las enseñanzas recibidas.
A continuación  el texto retoma en el capítulo cuarto ubicando a Jesús en Nazaret, y que en día sábado -como lo hacia habitualmente-  se dirige a la sinagoga, y proclama un texto del profeta Isaías. 
Terminada la lectura, se sienta y, en lugar de explicar la Palabra que ha proclamado, dirá "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".
 ¿A qué se refiere? Que el anuncio de Isaías se ha cumplido en su misma persona. 
En efecto, Jesús consagrado por la unción ha sido enviado a "evangelizar a los pobres, a anunciar la liberación de los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor"
Porque Él fue enviado para ser luz de los pueblos, para liberar a los oprimidos del pecado y de toda miseria, para proclamar un año de gracia, para revivir el derecho y la justicia en medio de todos, para hacer presente en definitiva al Dios de la misericordia, al Dios del amor. 
Es por eso que dice, "hoy se ha cumplido esto", o sea, que se cumple a través de su presencia, de su persona, porque  ha venido justamente para hacer realidad este anuncio de salvación. 
Jesús ha sido ungido en el día del bautismo, como lo hemos reflexionado anteriormente, y desde ese momento el Espíritu lo conduce, lo  guía, para que viva la misión que el Padre le ha encomendado. 
De manera que Jesús sigue hablándonos  en el decurso del tiempo a través de su Palabra. 
De hecho, en la liturgia de cada domingo, la primera parte de la misma está destinada a que nos alimentemos con la Palabra de Dios, a que meditemos sobre la enseñanza de la Sagrada Escritura, y así podamos conocer cuál es la voluntad de Dios sobre cada uno y sobre toda la humanidad. 
La Palabra de Dios  también enseña, como recalca hoy el Apóstol San Pablo (I Cor.12, 12-30), que somos un cuerpo. La Iglesia es un cuerpo. Y que así como el cuerpo humano tiene distintos miembros, así también el cuerpo que es la Iglesia tiene distintos miembros con distintas funciones. Pero que ninguno debe ser considerado como inútil, ninguno debe ser considerado como que está de más, sino al contrario, saber que cada uno ocupa un lugar, una misión en este mundo.
 Cada creyente  está llamado, justamente desde la Iglesia, a ser misionero, a sentirse creado para llevar al mundo la Palabra de Dios que debe dar sentido a la existencia de cada uno, mostrando cuál ha de ser nuestro estilo de vida mientras caminamos por este mundo. 
Por eso vayamos ansiosos al encuentro de Cristo que es la Palabra de Dios Padre. 
Alimentemos nuestro ser, pensamientos y  vida, con las enseñanzas que la Sagrada Escritura  derrama en el corazón de cada uno.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  el tercer domingo durante el Año. 26 de enero de 2025





20 de enero de 2025

Con Jesús va adquiriendo nuestro vivir cotidiano una nueva alegría, la gracia de Dios derramada para transformar el corazón de cada uno.


Habiendo concluido el domingo pasado el tiempo litúrgico de la Navidad, mientras aguardamos el tiempo de cuaresma, nos encontramos con este tiempo litúrgico llamado Durante el Año. Unos cuantos domingos antes del cuaresma, continuaremos meditando los distintos misterios del reino, para luego iniciar la cuaresma, la Pascua, y después de Pascua, nuevamente continuar con este tiempo litúrgico llamado Durante el Año. 
La liturgia presenta hoy algo muy importante para nuestra vida, los esponsales con Cristo nuestro Señor.
En efecto, Él ha venido a desposarse con cada uno de nosotros, de modo que así como Dios tomó como esposa a su pueblo en el Antiguo Testamento, Jesús, en el Nuevo, se desposa con su Iglesia. 
En el Antiguo Testamento, como acabamos de escuchar en el profeta Isaías (62,1-5), el Rey Ciro permite a los judíos volver a su tierra, reconstruir Jerusalén y el templo, por eso los invade la alegría. 
Y Dios mismo, a través del profeta manifiesta, que si bien muchas veces abandona a su pueblo en manos de sus enemigos a causa de sus pecados, el pueblo de Israel sigue siendo el elegido, el  amado, con el cual se ha desposado y a través del cual quiere llegar a todos los pueblos de la tierra, para que todos, guiados por el Único Pastor, caminemos al encuentro del Padre del Cielo. 
Las Bodas de Caná (Juan 2,1-11), en el Nuevo Testamento, muestra a Jesús presente, enseñando anticipadamente lo que implica el sacramento del matrimonio, donde en la unión del hombre y de la mujer está presente Cristo Esposo, Esposo de la Iglesia y, por lo tanto, Esposo de los contrayentes. 
La presencia de Jesús implica para nuestra existencia cambiar el agua en vino. Sin Jesús la vida del hombre no tiene mucho gusto, no tiene mucha presencia, pero con Jesús va adquiriendo nuestro vivir cotidiano, una nueva alegría, una nueva presencia, la gracia de Dios derramada para transformar el corazón de cada uno. 
Por eso, es importante, lo que dice la Virgen, "hagan lo que Él les diga". ¿Y qué es lo que dice el Señor? Que nos entreguemos a Él como el agua, para transformarnos en el vino nuevo de la gracia. ¿Qué nos dice Jesús? Que lo sigamos, que lo busquemos, y que estemos atentos siempre para descubrir lo que Él quiere de cada uno, para poner allí nuestro empeño, trabajo y firme decisión.
Tal como lo indica el apóstol San Pablo (1 Cor. 12,4-11) en la segunda lectura, cuando  advierte que en la Iglesia, Esposa de Cristo, hay diversidad de actividades, de dones, de carismas, y cada uno debe reflexionar qué es lo que Dios le pide para  poner allí todo el esfuerzo necesario para la construcción de la Iglesia. 
Porque cada uno de nosotros, viviendo a fondo lo que Dios le pide, contribuye a la construcción del reino, con esta variedad de riqueza y de dones que podemos aportar cada uno de nosotros. Aprovechemos entonces para mirar nuestro interior, descubrir lo que Dios quiere de nosotros, ya sea en el matrimonio o en los distintos campos de la existencia, para  responderle con una entrega de vida sincera y pura.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  el IIª domingo Durante el Año. 19 de enero de 2025

13 de enero de 2025

Purificados del pecado por el bautismo, hemos de amar profundamente a Jesús, amado del Padre, llevando una vida de santidad.

Hoy celebramos la fiesta del bautismo del Señor con la cual culmina el tiempo de Navidad. Y quizás nos preguntemos cómo es posible que pasemos de ver la persona de Cristo en el portal de Belén   a la  contemplación del Señor ya adulto.
Es que en definitiva este tiempo de Navidad busca  hacer presente las distintas manifestaciones de Jesús como el Hijo de Dios vivo. 
De manera que se muestra como Hijo de Dios al pueblo de Israel cuando lo adoran los pastores,  luego se da a conocer a los pueblos paganos en los sabios  de Oriente y ahora en este bautismo que Él recibe en el Jordán, no porque lo necesitara sino para darnos ejemplo, se produce una teofanía, o sea, Dios es el que se manifiesta.
Lo hace como Padre diciendo "este es mi Hijo muy querido", como Hijo,  siendo bautizado, y como Espíritu Santo bajo la forma corporal de una paloma, que unge a Jesús preparándolo para la misión. 
Es una teofanía trinitaria del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, de modo que el tiempo de Navidad conduce de la manifestación de Jesús, a la manifestación de la Santísima Trinidad.
Por cierto que esto no será suficiente, será el mismo Jesús quien en el transcurso del tiempo y de su misión, irá revelando más claramente al Padre, haciéndose visible Él como Hijo y, al Espíritu Santo que consagra a cada persona para una misión concreta en la Iglesia.
De esta manera queda claro que recibimos el agua bautismal en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enviados para testimoniar que somos hijos adoptivos del Padre.
Así se cumple lo que decíamos en la primera oración de esta misa, cuando pedíamos a Dios que junto con este misterio de la manifestación que el Padre hace de sí en el Hijo y el Espíritu Santo, nos veamos transformados por el sacramento del bautismo y vayamos creciendo en la realización de la voluntad del Padre.
De hecho en la segunda lectura tomada del apóstol San Pablo a Tito, que es el mismo texto que hemos proclamado en Navidad, se nos recuerda que la gracia de la salvación que es Jesús, se ha hecho presente en nuestra vida y que por lo tanto nuestra respuesta a esa presencia de Jesús, ha de ser llevar una vida digna propia de los que hemos sido redimidos por su sangre derramada en la Cruz.
Los bautizados hemos de preguntarnos si en el transcurso de nuestra vida, si cada día, buscamos agradar a Dios, si nuestro modo de hablar, o de pensar, de obrar, de mirar, de oír, está siempre dirigido a agradar a Dios nuestro Señor por la realización del bien y la proclamación de la verdad, porque es allí donde será plasmado todo este misterio de santificación del hombre que viene Dios a realizar por medio de su Hijo hecho hombre.
Queridos hermanos, recordando entonces nuestra vocación de bautizados, pidamos la gracia necesaria para poder vivir fielmente este ideal de santidad que se nos presenta como posible de realizar y como aquello que nos dignifica en plenitud Amén


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  la Fiesta del Bautismo del Señor. 12 de  enero de 2025.

6 de enero de 2025

Fuimos elegidos, desde toda la eternidad, en Cristo, para ser hijos adoptivos del Padre, y "ser santos e irreprochables en su presencia, por el amor".

 


En esta  Navidad hemos vivido el nacimiento en la carne del Hijo de Dios, que se ha hecho hombre en María,  fuimos recorriendo los distintos pasos de su  nacimiento en un pesebre por falta de alojamiento en Belén, la adoración de los pastores y consideramos a su madre que guardaba en su corazón todo lo que acontecía. 
Ahora bien, en este segundo domingo de Navidad, la liturgia despliega el misterio de Cristo, pero contemplando su divinidad, no tanto enfocándose en la humanidad, sino en su origen divino. 
Y así, en la primera lectura que acabamos de proclamar, se presenta al Hijo de Dios como la Sabiduría de Dios (Eclesiástico 24, 1-4.12-16) que está presente y vive en medio de los hombres.   
Esta sabiduría que habita en medio del hombre, y en eso está su alegría, está presentando siempre,  el misterio divino. 
Por otra parte, esta sabiduría eterna que describe el antiguo testamento, aparece en el nuevo con otro término, la palabra, tal como lo escuchamos recién en el evangelio (Jn. 1,1-5.9-14).
La palabra  es subsistente, existe desde siempre, está junto a Dios, y por ella fueron creadas todas las cosas que existen en el mundo.
En efecto, el libro del Génesis, cuando afirma que Dios dijo "hágase la luz" o háganse las distintas cosas,  vio Dios que todo era bueno. Ese "dijo" de Dios es precisamente la palabra, es el Hijo increado del Padre, mientras  que a su vez el libro del Génesis hace referencia a que el Espíritu aleteaba sobre las aguas recién creadas, siendo esto un anticipo de lo que sería la figura del Espíritu Santo, de manera que Dios uno y trino está presente en toda su obra. 
Pero aquí san Juan afirma que la Palabra, es decir, el Hijo de Dios vino a este mundo, plantó su tienda entre nosotros, como hiciera la sabiduría en el Antiguo Testamento, naciendo en la humanidad.
La palabra, era la vida y "la vida era la luz de los hombres" y a su vez, "la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron"
De hecho, el Señor no es reconocido por Israel, pero aquellos que sí lo recibieron, fueron llamados hijos de Dios, ya que nacieron no de la carne y de la sangre, sino "que fueron engendrados por Dios"
Y así, esta Palabra, el Hijo de Dios hecho hombre, comienza a existir en el tiempo, el que es eterno, para salvarnos del pecado y de la muerte, se hace temporal.
Pero inmediatamente la liturgia nos va a mostrar lo que la presencia del Hijo de Dios entre nosotros significa. Y ahí escuchamos al apóstol San Pablo, escribiendo a los cristianos de Éfeso (1,3-6.15-18) que les dice que desde antes de la creación del mundo, fuimos nosotros pensados por Dios. De manera que la presencia del Hijo de Dios entre nosotros ya también tenía presente el que fuimos elegidos, desde toda la eternidad, en Cristo, para ser hijos adoptivos del Padre, "para ser santos e irreprochables en su presencia, por el amor".
Y en la medida en que seamos santos e irreprochables, es que seremos, a su vez, herederos de la promesa. ¿Qué promesa? La de la vida eterna. Y ahí entonces se va entendiendo más profundamente la implicancia del misterio del Hijo de Dios entre nosotros, y cuál es el sentido último también de nuestro existir. Que no estamos acá en el mundo meramente porque Dios no tenía nada que hacer y entonces nos creó a nosotros, sino que nuestra presencia aquí va marcando ese caminar en el mundo, siguiendo los pasos de Cristo, para llegar algún día a vivir plenamente esto que somos por el bautismo, hijos adoptivos del Padre. 
Pidámosle entonces al Señor que nos dé su gracia para que conociendo todo esto, tengamos la fuerza suficiente para vivir santamente en este mundo.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  el II domingo de Navidad. 05 de  enero de 2025.

2 de enero de 2025

Llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió al mundo al Salvador por medio de una mujer, María.

 

Comenzamos un año nuevo bajo la mirada maternal de María Santísima al celebrarla hoy justamente  como madre de Dios, recordando también que es madre de la iglesia, o sea, madre de cada uno de los redimidos en el sacramento del bautismo.
De manera que es bueno comenzar entonces este año bajo la protección de la Virgen, que nos acompañará permanentemente en el diario transitar, mostrándonos el camino que conduce a su Hijo y haciéndonos ver la necesidad de buscar siempre agradar al Padre de los Cielos. 
A su vez, el Padre de los Cielos nos mira con un cariño y un afecto especial, tal como lo hemos escuchado en la primera lectura tomada del libro de los Números (6,22-27), cuando Dios ordena que antes de comenzar el año o en momentos especiales de la vida de Israel, los reyes o los sacerdotes bendigan al pueblo, haciéndole ver que Dios está siempre con sus elegidos, y que a pesar incluso de la infidelidad de los israelitas, está pensando en todos, especialmente en los que son fieles. 
Y ese Dios bondadoso, nos bendice, asegurando su presencia en medio nuestro, siempre que no lo rechacemos,  asegurándonos el don de la paz para todo el curso del año nuevo.
Retornando a la figura de la Virgen, el apóstol san Pablo (Gàl. 4, 4-7) recuerda que llegando la plenitud de los tiempos, Dios envió al Salvador por medio de una mujer. Esa mujer ciertamente es María y el Salvador es Jesús, el Hijo de Dios que se hace presente en medio nuestro a través de su humanidad, para asegurarnos que Dios se ha hecho hombre para hacernos partícipes de su divinidad, convirtiéndonos en hijos adoptivos del Padre. 
Y así, recordar nuevamente lo que decía san Juan, contemplando cómo nos amó el Padre. 
En efecto, Dios está pensando siempre en nosotros, por eso nos bendice,  protege y acompaña en este caminar por la vida, para que manteniéndonos siempre fieles al Evangelio, algún día podamos llegar a la morada eterna. 
Pero a su vez, la Palabra de Dios nos invita en este día, a ir al encuentro de la Sagrada Familia, de Jesús, María y José que están en el pesebre. 
Al igual que los pastores, hemos de ir a adorar al Niño, y hablar de lo que su nacimiento ha suscitado en nuestro corazón. Cada uno seguramente en estos días de Navidad ha estado pensando en lo que significa el nacimiento del Hijo de Dios entre nosotros. Me imagino que, cada uno ha valorado la dignidad de hijo adoptivo de Dios.
También supongo que nos hemos planteado, ante el nacimiento del Hijo de Dios, cómo vivir en adelante una vida totalmente nueva, tratando siempre de llamar a Dios, como lo recuerda el texto bíblico, Abba, es decir, Padre. 
Como hijos, reconociéndonos y contemplando al Padre, el cual nos ha entregado a la vida nueva de la gracia, por medio del sacramento del Bautismo.
Ir entonces a adorar al Niño, y todo lo que hemos vivido, guardarlo en nuestro corazón, como la Virgen Santa, para reflexionar, para enriquecernos, para valorar lo que significa la Maternidad de María y nuestra filiación divina. 
La gracia del Señor entonces nos acompañe en el caminar por este año, para que crezcamos cada día más en la amistad con Dios, en la búsqueda permanente de su voluntad, en la vivencia del Evangelio. 


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  la Fiesta de la Maternidad de María Santísima. 01 de  enero de 2025.