20 de enero de 2025

Con Jesús va adquiriendo nuestro vivir cotidiano una nueva alegría, la gracia de Dios derramada para transformar el corazón de cada uno.


Habiendo concluido el domingo pasado el tiempo litúrgico de la Navidad, mientras aguardamos el tiempo de cuaresma, nos encontramos con este tiempo litúrgico llamado Durante el Año. Unos cuantos domingos antes del cuaresma, continuaremos meditando los distintos misterios del reino, para luego iniciar la cuaresma, la Pascua, y después de Pascua, nuevamente continuar con este tiempo litúrgico llamado Durante el Año. 
La liturgia presenta hoy algo muy importante para nuestra vida, los esponsales con Cristo nuestro Señor.
En efecto, Él ha venido a desposarse con cada uno de nosotros, de modo que así como Dios tomó como esposa a su pueblo en el Antiguo Testamento, Jesús, en el Nuevo, se desposa con su Iglesia. 
En el Antiguo Testamento, como acabamos de escuchar en el profeta Isaías (62,1-5), el Rey Ciro permite a los judíos volver a su tierra, reconstruir Jerusalén y el templo, por eso los invade la alegría. 
Y Dios mismo, a través del profeta manifiesta, que si bien muchas veces abandona a su pueblo en manos de sus enemigos a causa de sus pecados, el pueblo de Israel sigue siendo el elegido, el  amado, con el cual se ha desposado y a través del cual quiere llegar a todos los pueblos de la tierra, para que todos, guiados por el Único Pastor, caminemos al encuentro del Padre del Cielo. 
Las Bodas de Caná (Juan 2,1-11), en el Nuevo Testamento, muestra a Jesús presente, enseñando anticipadamente lo que implica el sacramento del matrimonio, donde en la unión del hombre y de la mujer está presente Cristo Esposo, Esposo de la Iglesia y, por lo tanto, Esposo de los contrayentes. 
La presencia de Jesús implica para nuestra existencia cambiar el agua en vino. Sin Jesús la vida del hombre no tiene mucho gusto, no tiene mucha presencia, pero con Jesús va adquiriendo nuestro vivir cotidiano, una nueva alegría, una nueva presencia, la gracia de Dios derramada para transformar el corazón de cada uno. 
Por eso, es importante, lo que dice la Virgen, "hagan lo que Él les diga". ¿Y qué es lo que dice el Señor? Que nos entreguemos a Él como el agua, para transformarnos en el vino nuevo de la gracia. ¿Qué nos dice Jesús? Que lo sigamos, que lo busquemos, y que estemos atentos siempre para descubrir lo que Él quiere de cada uno, para poner allí nuestro empeño, trabajo y firme decisión.
Tal como lo indica el apóstol San Pablo (1 Cor. 12,4-11) en la segunda lectura, cuando  advierte que en la Iglesia, Esposa de Cristo, hay diversidad de actividades, de dones, de carismas, y cada uno debe reflexionar qué es lo que Dios le pide para  poner allí todo el esfuerzo necesario para la construcción de la Iglesia. 
Porque cada uno de nosotros, viviendo a fondo lo que Dios le pide, contribuye a la construcción del reino, con esta variedad de riqueza y de dones que podemos aportar cada uno de nosotros. Aprovechemos entonces para mirar nuestro interior, descubrir lo que Dios quiere de nosotros, ya sea en el matrimonio o en los distintos campos de la existencia, para  responderle con una entrega de vida sincera y pura.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  el IIª domingo Durante el Año. 19 de enero de 2025

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