24 de febrero de 2025

En nuestra existencia temporal debe sobresalir un estilo de vida en el que rija el amor a los enemigos e imitación del Padre misericordioso.

Los hombres terrenales, que proceden del primer Adán, dice San Pablo (I Cor. 15,45-49) viven conforme a lo terrenal. En cambio, los hombres celestiales, que como Cristo proceden del cielo, son celestiales, de modo que "de la misma manera que hemos sido revestidos de la imagen del hombre terrenal, también lo seremos de la imagen del hombre celestial".
O sea, si queremos ser transformados en hombres nuevos, celestiales, hemos de obrar conforme a lo que Dios quiere de nosotros.
Precisamente, Jesús marca una línea de conducta completa en el texto que acabamos de proclamar (Lc. 6,27-38), y consiste en la imitación del Padre en lo que respecta a la relación con el prójimo.
Recibimos la enseñanza que manifiesta que la forma de vencer al enemigo y al mal, es haciendo el bien, por lo que el amor a los enemigos, resulta ser una verdadera revolución en el mundo.
En efecto, el cristianismo trae esta novedad que no posee ninguna religión, la de amar a los enemigos, devolver con el bien el mal recibido, hablar bien de aquellos que lastiman o que murmuran sobre nosotros, no guardar resentimiento sobre nadie, buscar siempre la salvación de nuestros hermanos, sean estos buenos o malos. 
Lo que realmente cambia el mundo  es el amor que otorga  Cristo, el cual vivimos y  transmitimos al prójimo en medio de la sociedad.
Es cierto que se trata de algo que cuesta, que es difícil, pero con la gracia de Dios todo es posible, por lo que  es necesario salir de nosotros mismos, del  egoísmo que esclaviza nuestro yo, y mirar más allá buscando el bien del prójimo.
Justamente lo que hace zozobrar a nuestra sociedad es el clima de odio, de desamor, de espíritu de venganza, de crítica, del juicio permanente por el que no tenemos piedad de nuestros hermanos. 
La vivencia del Evangelio implica ser misericordiosos como el Padre del Cielo lo es, siendo prolongación de la misericordia divina, o sea, teniendo nuestro corazón cerca de las miserias del hermano,  para entender al otro, para ayudarlo a que cambie, para que vea en nosotros alguien que se preocupa por su bien espiritual. 
¡Cómo cambia la vida  presente cuando se llena de esos sentimientos que son propios de Cristo nuestro Señor, el cual ha venido a sacar al hombre del pecado y de la muerte para conducirlo a la vida eterna, a la vida que no tiene fin! 
Queridos hermanos: no estamos llamados para vivir pensando en cómo destruir al otro o vengarnos de sus ofensas, sino que somos convocados a hacer realidad ese amor a los enemigos, como lo tuvo el mismo Cristo que en la cruz dijera al Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen, cuando siempre estuvo dispuesto a acercarse al pecador para rescatarlo de su miseria, de su pecado y darle la oportunidad de encontrarse con el Padre del Cielo. 
El Señor es muy exigente en el pedido que  hace a cada uno de nosotros y marca concretamente un estilo de vida que debe sobresalir en medio de la sociedad y que debe distinguirnos siempre de aquellos que no profesan la fe en Cristo nuestro Señor. 
En definitiva, el juicio siempre Jesús lo remite al Padre ya que "Yo no he venido a juzgar al mundo, sino a salvarlo".
Lo cual no significa que el ser humano pueda hacer cualquier cosa, pensando en que Dios es tan bueno que perdona siempre, ya que ha de regir un  corazón arrepentido, que esté dispuesto a cambiar,  un corazón que haga el propósito de comenzar una vida nueva. 
Alguien que realmente se ha sentido tocado por el amor de Dios, ha de  abrazarse a ese amor de Dios con una vida totalmente nueva. Pero quien permanece con el corazón cerrado al amor divino y  al prójimo, y busca hacer todo el mal que  quiere, no puede apelar a la misericordia de Dios como un pasaporte de salvación. 
Queridos hermanos, estamos llamados a esta vida nueva que Dios ofrece también a cada uno de nosotros, respondamos con generosidad para que en el mundo reine la paz, abunde el amor  a Dios, que se prolonga en el amor a los hermanos. Amén.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  el séptimo domingo durante el año. 23 de febrero de 2025


17 de febrero de 2025

"¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza! Él es como un árbol plantado al borde de las aguas...y nunca deja de dar fruto"

La idea central de este domingo refiere a que existen  delante de cada uno de nosotros dos caminos, uno que lleva a la vida y otro que lleva a la muerte, uno que lleva a la felicidad plena sobre todo la vida eterna y el otro que lleva a la muerte.
De hecho si tomamos el texto del profeta Jeremías (17,5-8) de entrada afirma que "¡maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor!". Ahora bien, estas palabras no significan que no es ilícito confiar en nadie, sino refiere a que se pierde aquí el hombre que pone en este mundo su confianza meramente en lo humano, en lo que está de moda o aceptado por la sociedad, o se apoya en las ideologías vigentes en cada momento histórico de la humanidad, que piensa que son verdaderas todas las cosas que la sociedad plantea como tal aunque sean totalmente contrarias al evangelio.
Sucede incluso entre los católicos, que todo aquello que no refiere precisamente al evangelio está tomado y visto como algo excelente, como algo hasta superador de la mirada propia del pasado que se considera demasiado atada a la moral, a las virtudes, a la religión.
Las uniones de hecho, el auge de la homosexualidad, la corrupción aceptada en los negocios, las religiones orientales y el peligro del panteísmo presente en el corazón humano, el relativismo en todos los campos, justifican y aplauden el endiosamiento de una exacerbada libertad humana en desmedro de la verdad y del bien.
Esta situación hace que la persona viva en una tierra  "salobre e inhóspita", o sea, que en definitiva como se ha atado a lo pasajero, así también aquello en lo que ha puesto su confianza se  desvanece en el tiempo.
En cambio, "¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza! Él es como un árbol plantado al borde de las aguas...y nunca deja de dar fruto", es decir, se trata de aquel que confía en Dios, que busca seguir su voluntad y se goza en escuchar su palabra.
Feliz el que pone en el Señor toda su confianza!" (salmo 1) cantábamos recién en el salmo responsorial, cuya meta es hacer siempre el bien sabiendo que esto le conducirá al encuentro definitivo con Dios nuestro Señor.
El texto del evangelio (Lc.6,17.20-26) presenta el mismo planteo por medio de las bienaventuranzas. Según los exégetas, la versión que trae Lucas de las bienaventuranzas posiblemente es la más cercana a la predicación del Señor.
Lucas no toma las ocho bienaventuranzas de las que habla Mateo, sino que se centra en cuatro de ellas, que hacen feliz a la persona y por el contrario, toma los famosos "hayes" que corresponden a un estado digamos miserable para quien ha optado de una manera diferente a seguir la voluntad de Dios.
"¡Felices los pobres de espíritu!", afirma en primer lugar, estos son los que no se atan justamente a las riquezas de este mundo, pensando que las mismas le dan seguridad en medio de la sociedad.  Si tenemos en cuenta lo dicho por Jeremías, hay gente que ha puesto su confianza, su seguridad, en la riqueza, en el poder, en la gloria de este mundo. 
Al respecto, conocemos lo que Jesús ya dijo en relación con el hombre que había cosechado tanto que lo único que pensaba era en guardar, acumular y darse buena vida y, Dios le dice "esta noche morirás ¿para quien va a ser todo esto?".  
Con lo cual vemos que la riqueza no da ninguna seguridad de vida, ni de felicidad, mas bien  cierra el corazón de la persona ante las necesidades del prójimo,  como aconteció con el famoso rico Epulón que mientras él banqueteaba, el pobre Lázaro se alimentaba de las migas que caían de la mesa.
Lázaro  tenía puesta su confianza en Dios, porque aquel que no tiene nada, confía en que su Creador, puede sacarlo de sus miserias, dándole respuesta a sus necesidades.
Esto conduce a pensar que el hombre cuanto más se encuentra con Dios, lo sigue y se alegra en él, encontrará la felicidad mientras viva en este mundo, en medio de las persecuciones y luego la gloria.
Recordemos, a su vez, que en la actualidad, seremos dichosos toda vez que nos dejen de lado por ser creyentes o tengamos que sufrir todo tipo de persecución a causa del evangelio, ya que imitaremos al mismo Jesús en su pasión y muerte, aunque no sea cruenta para nosotros como lo fue para Él.
En definitiva se trata de que cada uno de nosotros analice su vida personal presente, pasada y futura, a la luz del evangelio y nos preguntemos realmente que cabida tiene en nuestra existencia cotidiana la presencia de Dios.
¿Realmente Dios da sentido a mi vida? ¿me gozo en su palabra? ¿me confío en su poder y su potencia? ¿trato de agradecerle todo? o más bien ¿prefiero emanciparme de él y llevar la vida cotidiana según lo que nos muestra el mundo pensando que allí está la verdadera felicidad y seguridad?
Todos sabemos por experiencia que la felicidad que podemos gozar en este momento es limitada, no dura para siempre, llega el momento en que se experimenta el vacío del corazón, fruto de la ausencia de Dios en nuestro caminar diario.
Pidamos al Señor que nos de su gracia para que vivamos  siempre como resucitados, como invita san Pablo. Precisamente, el apóstol san Pablo (I Cor. 15,12.16-20) enseña que si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe, mientras que si Cristo ha resucitado, también nosotros resucitamos en el bautismo y resucitaremos al fin de los tiempos, a la vida eterna de la gracia que ya comenzamos a vivir mientras transitamos en esta vida.
Vayamos entonces al encuentro del Señor y busquemos en Él la seguridad, la verdad, el bien, la vida definitiva que se nos promete y que nos espera.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  el sexto domingo durante el año. 16 de febrero de 2025

10 de febrero de 2025

La pesca, la evangelización, dará mucho fruto toda vez que quien evangeliza, se apoye en la voluntad de Jesús, que es la del Padre.

Dios elige a los que quiere, no por su sabiduría o por su destreza para predicar su palabra, sino que elige a cada uno porque es su voluntad, y  se inclina por quien  es considerado  inútil,  débil, o falto de sabiduría, para que se vea que de su poder viene todo don y grandeza humana.
Incluso llama para continuar con su obra a pecadores, con tal que se conviertan y estén dispuestos a vivir de otra manera, como aconteció con San Pablo. 
Y esto ya se observa en el Antiguo Testamento, por eso  en la primera lectura nos encontramos con la vocación, el llamado al profeta Isaías (Is.6,1-8). 
Él en una visión contempla la grandeza de Dios, y ante esta gloria divina conoce que es nada. 
Sin embargo, Dios envía a un serafín  para que poniéndole una brasa en la boca, le dijera "tu culpa ha sido borrada y tu pecado ha sido expiado", de manera que en él se cumplió aquello que dice San Pablo, "por la gracia de Dios soy lo que soy". 
De manera que ante la pregunta que se hace el mismo Dios, "¿a quien enviaré?", Isaías dirá, "¡aquí estoy, envíame!", con lo cual contemplamos a un profeta totalmente transformado por la gracia y la fuerza de Dios, decidido a llevar a cabo la misión que se le ha encomendado. 
En el Nuevo Testamento contemplamos a Jesús que elige a los primeros discípulos que lo  acompañarán para llevar el mensaje del Evangelio (Lc.5,1-11). 
Él es el salvador del mundo y lo hará muriendo en la cruz y resucitando al tercer día, pero quiere que su misión esté acompañada y precedida por el obrar de aquellos a quienes elige y que después de su retorno al Padre, continuarán su obra. 
En el Evangelio encontramos  que Jesús elige a Simón,  Santiago y  Juan como pescadores de hombres, misión diferente a lo que hacían.
Según el texto, habían  intentado pescar durante la noche, pero nada habían logrado. Como especialistas en el tema sabían que la tarea iba a ser infructuosa.
Sin embargo, al pedido del Señor de remar mar adentro y echar de nuevo las redes, Simón  dirá "si tú lo dices, echaremos las redes" y confiando en su palabra  dejará de lado su propia experiencia. 
Y pescando en lo profundo, llenaron las redes de tal manera que las dos barcas casi se hunden por el peso de las redes repletas de peces. 
Es interesante ver en todo esto todo un signo, y es que  la pesca, la evangelización, dará mucho fruto toda vez que el que evangeliza, el que es enviado, se apoya en el parecer del Señor, en su voluntad.
Es decir, no priman los propios criterios o los conocimientos del pescador, sino el pedido e indicación de Cristo nuestro Señor. 
Y por otra parte, pescando en lo profundo, o sea siguiendo a Cristo en serio,  con compromiso, no un seguimiento superficial, pasajero, blandengue, sino un seguimiento que comprometa a toda la persona. Por eso es que el mismo san Pablo (I Cor. 15,1-11) enseña que tanto él como otros testigos de la resurrección evangelizan llevando a todo el mundo lo que se llama el kerigma de la predicación. 
O sea, enseñando que Jesús murió por la salvación del mundo, resucitó y se apareció luego a muchos, los cuales son los que dan testimonio de esa su resurrección. 
De manera que es el misterio de la muerte y la resurrección el que  eleva al hombre a una dignidad nueva porque es el comienzo de la salvación. 
San Pablo dirá que es el último, como el fruto de un aborto,  ya que fue perseguidor de la iglesia, pero que sin embargo el Señor lo eligió, de modo que por gracia de Dios es lo que es. 
Eso nos indica que ninguno de nosotros puede excusarse diciendo que vale poco o que es muy pecador, sino que ha de sentir ese llamado a misionar y a evangelizar y lanzarse  a esta tarea hermosa que es hacer presente a Jesús en la sociedad en la cual estamos insertos. 
Hermanos: Pidamos a Dios  que nos ha elegido  desde el sacramento del bautismo, que podamos conocer la misión a la que somos convocados para  hacerlo presente en la sociedad y, así con nuestro ejemplo, con nuestro testimonio, podamos atraer a muchos al encuentro personal con Jesús y seguir así en la iglesia evangelizando a todos aquellos que todavía no lo conocen o lo conocen mal como Salvador del hombre.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  el quinto domingo durante el año. 09 de febrero de 2025

3 de febrero de 2025

Las puertas eternas del Cielo se abren para que entre Jesús, el Salvador, y para que también nosotros vayamos caminando detrás suyo.

 

Ciertamente Jesús y María Santísima, o José, no estaban obligados a cumplir la ley de Moisés, ya que comienza con el Mesías la vigencia de la ley del evangelio.
Sin embargo, el Hijo de Dios, al asumir nuestra naturaleza humana y vivir entre nosotros,  manifiesta siempre disponibilidad para observar la ley de Moisés, aunque la perfecciona con gestos nuevos, siendo ejemplo mostrando que ha venido para hacer la voluntad del Padre. 
¿Qué marcaba la ley de Moisés? ¿Cuál es el origen de este ofrecimiento del varón primogénito en el Templo? Remontémonos al Antiguo Testamento, cuando Dios, para sacar al pueblo de la esclavitud de Egipto, decide la muerte de todos los primogénitos de los egipcios y así,  el ángel exterminador pasa por cada casa y el primogénito varón muere. 
Este hecho, de alguna manera, empuja al faraón a dejar salir al pueblo, comenzando la liberación del pueblo elegido. 
La ley de Moisés ordenaba que recordaran esto a lo largo del tiempo, por lo que  debían educar a los hijos señalando cómo el Señor los había sacado de la esclavitud de Egipto a través del ángel exterminador. 
A raíz de esto, debían ofrecer en sacrificio a los machos primogénitos de los animales, mientras que  el primogénito varón de los seres humanos, debía ser rescatado, con la ofrenda de las palomas, dos pichones y, debían ofrecerlo al Señor en el templo de Jerusalèn.
Y así entonces, cumpliendo con esta ordenanza mosaica, Jesús es llevado al Templo de Jerusalén  para ser ofrecido al Padre del Cielo, de manera que se manifieste así, por otra parte, que el Hijo de Dios hecho hombre, siempre ha estado en esa actitud de ofrecimiento al Padre, cumpliendo con su voluntad.
Esa voluntad divina que se acata en esta presentación y anticipa la entrega generosa de  morir en la cruz, salvando así   a la humanidad. 
Por eso también a esta fiesta se la llama la Fiesta del Encuentro. El encuentro entre Dios, o sea, Jesús, el Hijo de Dios vivo, y toda la humanidad. Particularmente, los paganos, de los cuales habla el mismo Simeón, el cual alzando al niño en brazos, da gracias a Dios y dice, "ahora puedo morir en paz, porque mis ojos han visto la salvación, Luz para el pueblo elegido y  luz para los paganos". 
Y nosotros mismos hemos recordado que Jesús es luz para el mundo, con la bendición de las candelas y llevarlas encendidas hacia el altar. 
El cristiano también debe comprometerse a ser luz para el mundo, es decir, que las obras de cada día han de brillar por el seguimiento de Cristo,  por la realización del bien, por buscar  la voluntad del Padre. 
De manera que iluminados nosotros por esa luz que es Cristo, hemos de iluminar también con nuestra presencia en medio de este mundo, de tal manera de ser la vida del creyente, que podamos ser luz para los demás. 
De ese modo, quienes nos vean a través de nuestras conductas,  palabras y obras, puedan reconocer realmente, que nos hemos encontrado con Jesús, luz del mundo y así sigamos iluminando también a la cultura de nuestro tiempo, a la sociedad que peregrina en este mundo hoy en día. 
Y siempre con ese deseo de seguir caminando hasta entrar en el santuario,  del cual hacíamos mención en el Salmo responsorial "Ábranse puertas eternas para que entre el Rey de la Gloria". 
Las puertas eternas del Cielo se abren para que entre Jesús, el Salvador, y para que también nosotros vayamos caminando detrás de Él y podamos gozar para siempre de la participación de la vida divina. 
El Señor ha venido a rescatarnos, ha venido a salvarnos, entreguémonos también nosotros dócilmente a todo lo que Dios pudo obrar en el corazón de cada uno.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  la Fiesta de la Presentación del Señor.  02 de febrero de 2025