"Lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada." Edmund Burke
30 de diciembre de 2006
¡Cantaré eternamente las misericordias del Señor!
( Homilía de la Vigilia Pascual ( 15 de Abril de 2006)
1. Dios miró todo lo que había hecho y vió que era muy bueno (Gn.1,1-2,2)
Nos hemos congregado como familia en ésta noche Santa para celebrar la Resurrección del Señor. Las lecturas bíblicas que hemos proclamado nos han venido mostrando el Plan de Dios sobre cada uno de nosotros.
Así el texto del génesis nos narra la creación del mundo. Obra maravillosa salida de las manos generosas de Dios. Manifestación ésta creación, de la gloria de Dios, manifestación también de la misericordia del Señor que tanto amó al hombre que le preparó este mundo para que pudiera en él servirle de corazón, y conocerlo cada vez más.
Y nos dice el texto del génesis que se corona la creación con la creación del varón y de la mujer. Todo un llamado que nos hace ya desde el comienzo Dios a la vida en comunidad. Este varón y esta mujer llamados al matrimonio, a constituir
una familia.
Y así nos damos cuenta ya desde el comienzo cómo la Palabra de Dios nos dice que el matrimonio formado por el varón y la mujer es un signo de la comunión trinitaria. ¡Cómo no descubrir allí el designio de Dios sobre el hombre!
Aunque nuestros tiempos se caractericen por consagrar otro tipo de uniones, la Palabra de Dios es muy clara: los creó varón y mujer para constituir una familia.
Y la liturgia misma en esta Noche Santa nos habla de la grandeza de la familia, de la grandeza de la vida. Por eso Cristo vuelve a la vida en su Resurrección.
De allí que Cristo también se hace presente en la vida nueva que va a otorgar a cada uno de estos niños que en ésta noche han de recibir el sacramento del bautismo. Este sacramento del bautismo que nos incorpora e identifica para siempre a Cristo muerto y resucitado, como nos decía recién el apóstol San Pablo (Rom.6, 3-11).
Pero he aquí que éste proyecto de Dios desde el inicio, se ve trastocado por el mismo hombre, cuando enceguecido por la tentación del espíritu del mal cae en el pecado.
Ahora bien, Dios no se olvida del hombre, no reniega de éste proyecto original que ha mostrado, y por eso promete un Salvador, el envío de su Hijo hecho hombre.
Para concretar esto, ha de pasar mucho tiempo, y así la historia humana que es historia de salvación por la presencia de Dios, va mostrando los distintos pasos de este pueblo en marcha que Dios ha elegido para que sea su pueblo, anticipo del nuevo pueblo de Dios , que formamos nosotros y que recibe a Jesús como Mesías.
2. Los israelitas entraron a pie en el curso del mar (Exodo 14, 15- 15,1)
Nos dice el libro del Exodo que el pueblo de Israel que había sido liberado de la esclavitud de Egipto camina hacia la tierra prometida.
Ha de pasar por el Mar Rojo, signo del bautismo, pasar por las aguas para llegar a la tierra nueva. Pero he aquí que aquellos que tenían prisioneros a los israelitas cambian de idea. El Faraón y sus tropas van detrás del pueblo elegido.
Moisés comienza a gritar y el pueblo a inquietarse. Dios dirá: ¿qué son esos gritos?, ¿qué esa inquietud?, sigan adelante, ¡ordena que sigan adelante, no se detengan en el camino!.
Y esto nos lo dice Dios también hoy, tentados muchas veces a no seguir adelante, a mirar hacia atrás, a querer volver a la esclavitud que ofrece el Farón porque allí estamos más seguros.
Ir hacia adelante es como una aventura, no sabemos hacia dónde vamos, tememos que el camino conduzca a la nada. ¡Y nos olvidamos que está el Señor con nosotros! .
La vida del hombre también hoy puede presentarse como insegura ante tantas dificultades, y nuevamente nos dice Dios: ¡sigan adelante, no se detengan, no miren atrás, no añoren el pasado, la esclavitud, han nacido para ser libres!
El pueblo comienza a caminar por el lecho del mar. Y Dios dice: “yo voy a endurecer el corazón de los egipcios….y ellos entrarán en el mar…así me cubriré de gloria a expensas del Faraón”. Que sigan creyendo que ellos son los que más pueden. Y sigue diciendo el texto “el Señor observó las tropas egipcias desde la columna de fuego y nube, y sembró la confusión entre ellos. Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran con dificultad”, hasta que “el Señor los hundió en el mar”.
Queridos hermanos éste es un anuncio profético. El Señor nos está diciendo que aunque nos aceche el Faraón con sus tropas, o sea los servidores del maligno, no tenemos que temer. ¡El Señor los va a confundir! Y la confusión ya la estamos viendo en nuestra sociedad.
Cuando se van inventando desde los poderes de turno, producto del fracaso, del odio más atroz y de la ceguera más profunda ante la verdad, leyes que pretenden destruir la familia, implantar la esterilización del varón y la mujer, la “pseuda salud” reproductiva, y las uniones homosexuales contrariando el designio del Creador señalado en el Génesis, estamos en la confusión fruto del pecado.
Cuando se quiere consagrar en la sociedad actual, -de la que no escapa Argentina,- las uniones de hecho como si fueran matrimonio, la impunidad ante el crimen y la violencia, la despreocupación por los más pobres, el deseo, hasta lujurioso de poder y dinero, en fin, en una cultura como la nuestra, sobreviene la confusión sembrada por el Señor en el nuevo Faraón con sus tropas ya que carecen de la luz que viene del Espíritu.
El Señor sigue confundiendo a los que siembran el mal, y van a terminar peleándose entre ellos, porque detrás de estos proyectos no está el bien del hombre sino el bien del bolsillo, del dinero, de los negocios, del quedar bien, de recibir el aplauso de los llamados “colectivos”, siempre en la búsqueda del poder escurridizo. El fracaso ya se avizora, más tarde ó más temprano, como sucede cuando se pretende ser como dioses, hacedores del bien y del mal según los antojos del momento.
Pero nosotros no hemos de caer en esa confusión, tenemos que seguir adelante. Seguir adelante que no es seguir con nuestras cosas, y olvidar que el Faraón y sus tropas están detrás nuestro aunque confundidos, sino seguir adelante significa seguir trabajando por las causas nobles que hemos recibido y defendido desde el principio: la familia, el matrimonio, la dignidad de la persona humana, el perdón aunque se nos incite a la venganza, la honestidad aunque se nos apure con la desverguenza mostrando al mundo que creemos que Cristo ha resucitado, que está vivo, que ha vencido a la muerte y a todas estas formas de muerte que tenemos en el mundo llamado moderno.
Dios siembra la confusión en aquellos que quieren destruir su plan de salvación para el hombre.
Es cierto que durará este tiempo de confusión, -en definitiva el pueblo de Israel demoró cuarenta años para llegar a la tierra prometida-, y que también nosotros tendremos que caminar, no sé cuántos años, para llegar a una nueva tierra. Que será necesario que mueran las viejas estructuras, las viejas políticas, las mañas, las viejas costumbres, para dar lugar a la novedad que viene del espíritu, para dar lugar a una juventud que no está tanto en los años, pero que también está en los años, que busque lo nuevo que nos trae el Señor.
Seguir adelante como hizo Moisés para cantar al Señor “que se ha cubierto de gloria” (Ex. 15, 1-3)
La esperanza que no defrauda nos asegura al final el triunfo, -no sabemos cuándo-, del Señor misericordioso que no se olvida de su pueblo fiel.
Si no creemos esto, estamos de más aquí. Si nuestra herencia es el pesimismo, si sólo pensamos en qué terminará esto, en el fondo no creemos que Cristo ha resucitado, y lo que estamos haciendo hoy es una mera representación, y no una celebración gozosa, una actualización del misterio Redentor de Cristo.
3. Camina hacia el resplandor, atraído por su luz (Baruc 3,9-15.32-4,4)
Ir caminando con un corazón nuevo como nos dice el profeta Baruc, no abandonar la fuente de la sabiduría.
Si nos va mal es porque hemos abandonado al Señor: “si hubieras seguido el camino de Dios, vivirías en paz para siempre”.
El Señor nos deja a nuestra suerte para ver si volvemos a El con una vida nueva.
Hemos abandonado la sabiduría para ir a una tierra extranjera, la tierra sin Dios, contaminándonos con la muerte del pecado. Hemos olvidado lo que dice el profeta a gritos: “¡Este es nuestro Dios, ningún otro cuenta al lado de él!”.
Ha de seguir en nuestra memoria “camina hacia el resplandor, atraído por su luz. No cedas a otro tu gloria, ni tus privilegios a un pueblo extranjero”.
No ceder la gloria del bautismo, al privilegio de la redención y a la fuerza que nos viene del resucitado, ha de ser la consigna de la noche luminosa de la Pascua.
4. Jesús de Nazaret, el Crucificado, ha resucitado (Marcos 16, 1-7)
Nos proclama el evangelio este gran anuncio de la resurrección del Señor.
Fijémonos en la figura de éstas mujeres. ¡Qué dato curioso!, las consideradas débiles son las que están junto a la cruz del Señor, -salvo Juan el evangelista -.Son las mujeres también las que van al sepulcro. No están seguras de lo que va a suceder, ¿quién nos correrá la piedra?-dicen. . Pero las mueve el amor por Cristo. Y aquí llegadas ellas a la tumba acontece algo muy particular.
Cualquiera de nosotros podría decir: comprobaron que la tumba estaba vacía y por lo tanto:¡Cristo ha resucitado!
Y es al revés, reciben el mensaje: ¡Cristo ha resucitado! Esa es la primera afirmación que escuchan al llegar al sepulcro, y el ángel les dirá después:“mirad el lugar donde lo han puesto” ya vacío.
Es la revelación, la manifestación que Cristo ha resucitado, lo que les hace ver que el sepulcro está vacío y no al revés. Cristo el crucificado ha vuelto a la vida, anuncien que el Señor se les adelanta para encontrarse con los apóstoles en Galilea.
Vayamos nosotros al hombre de hoy para decir que Cristo ha resucitado y por eso el sepulcro está vacío.
Llevar este mensaje de que Cristo nos ha traído la vida, el triunfo sobre la muerte y el pecado. Como estas mujeres salir presurosos para llevar a todos la Buena Noticia.
A ellas las presionaba el miedo, nosotros no tenemos nada que temer , ya ha sido disipada toda inseguridad porque Cristo ha vuelto a la vida.
5. Cristo, después de resucitar, no muere más ( Romanos 6, 3-11)
¿Qué significa esto para nosotros?
Queridos hermanos: el apóstol San Pablo afirma que “si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él”.
Sigue diciendo con terminología bautismal que “fuimos sepultados con El en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva”.
Es decir si hemos muerto con Cristo nada le debemos a esa vida de pecado, de muerte, sino que hemos de caminar hacia la vida.
Vida del cristiano que habiendo resucitado con Cristo ha de ser caminar hacia la vida de la identificación con el Señor, sin miedos, porque El está con nosotros.
No volver a la vejez del pecado. Cada día parecernos más y más a Cristo “porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección”.
El cristiano sabe que camina entre luces y sombras, entre persecuciones y triunfos, hacia el encuentro definitivo con el Padre que nos espera, nos ama y nos ha dado a su Hijo para que por su muerte y resurrección muramos al pecado para renacer a una vida nueva .
Queridos hermanos vivamos ésta vida que nos ofrece el Señor.
Si queremos cambiar, el mundo, la sociedad, la familia, comencemos por cambiar nosotros mismos dejando de lado aquello a lo que hemos muerto por el sacramento del bautismo.
Caminar siempre hacia la luz que no da Cristo para iluminar e iluminarnos.
El señor espera llevemos este mensaje donde hay tanta angustia, desazón, bajeza, y deterioro de la dignidad humana Llevar este mensaje del resucitado para vivir la vida de los hijos de Dios.
Cngo Ricardo B. Mazza
Párroco de la Pquia Ntra Señora de Lourdes (Santa Fe)
Director del Centro de Estudios Santo Tomás Moro
ribamazza@gmail.com
publicado en PyD
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