1 de julio de 2007

Un lugar para reposar la cabeza

Ntra. Sra. de Lourdes – Santa Fe: Misa orando por “el eterno descanso de las víctimas de la violencia y de la inseguridad y por la conversión de quienes promueven la cultura de la muerte”.

Elegidos para anunciar el Evangelio de la Vida

El manto de Eliseo o el espíritu profético

El Señor siempre elige con libertad, y así llama a Eliseo para que sea su profeta.
En el texto bíblico Eliseo es presentado como alguien de próspera situación económica, y Dios aparece invitándolo a seguir los pasos de Elías.
Será Elías quien pasando al lado de Eliseo (v. 19) y echándole encima su manto, lo inviste como profeta.
¿Qué es ser profeta? ¿Es cosa antigua, pasada de moda? Para nada, ser profeta es decir la verdad, proclamarla, no solamente como se suele entender excluyentemente anticipar el futuro. Es cosa de todos los días, de hoy, de ayer y de mañana. La verdad no tiene tiempos, no goza de oportunidad, no es selectiva: para unos sí, para otros no; una para algunos y otra para otros. Cada uno de nosotros es otro Eliseo, otro Elías.
La respuesta de Eliseo no se hace esperar, acepta ser continuador de la misión profética de Elías, se desprende de sus bienes, y así, libre de toda atadura, es totalmente soberano en su nueva vida.

Este gesto de Elías de “echar el manto” se repite en la historia de Salvación, de manera que llegando a nuestros días, la Iglesia se presenta ante el mundo como enviada por su fundador Jesucristo, para llevar su mensaje oportuna e inoportunamente, no sólo denunciando las injusticias de la sociedad, sino también mirando desde la fe todo el quehacer humano.

Eso es lo que pretendemos hacer con este encuentro de oración por “el eterno descanso de las víctimas de la violencia y de la inseguridad y por la conversión de quienes promueven la cultura de la muerte”.
¿Se dan cuenta que ser profetas hoy es imprescindible?. ¡Si proclamáramos la Palabra, que es Verdad y Vida, tantos no hubieran muerto y otros tantos no morirán!


El examen de la realidad humana desde la fe

En el texto del evangelio (Lc 9,51-62), Jesús se dirige decididamente a Jerusalén, y es rechazado por Samaría (v.52-53) porque va camino a la Cruz, al supremo sacrificio de su vida, que dará nuevo significado a todo lo existente redimiéndolo de sus pecados.
Jesús brinda hoy un nuevo camino,-la renovación que trae su Espíritu-, a una sociedad que hace mucho se ha alejado de su Creador y Redentor, -como Samaría.
De allí que esta oración de bautizados la hagamos en el contexto del sacrificio de la Misa, actualización y renovación del sacrificio de la Cruz salvadora.
Ante el rechazo y los males de este mundo, Jesús –como quizás también nosotros en la sociedad actual-, escucha la propuesta castigadora de los hijos del Zebedeo: “Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?” (v. 54).
Y el Salvador, luego de reprenderlos ante la aparente solución ofrecida por la indiferencia y el pecado de los hombres, ofrece un tiempo para la conversión y el perdón, mientras se dirige a otro pueblo (vs. 55 y 56), es decir a nosotros, que como Iglesia estamos atentos a lo que El nos quiere enseñar.

De allí que como Jesús, enviado por el Padre, debemos sentirnos interpelados por el llamado de ir al encuentro del mundo que nos ha tocado vivir para mirarlo desde la perspectiva transformadora que nos da la fe. Esa es la mirada verdadera y auténtica que nos cabe a nosotros los creyentes.
En efecto, nos sentimos inclinados a analizar la realidad de nuestra vida cotidiana desde una perspectiva puramente humana y no desde la fe. No escapa a esta consideración nuestra atención sobre la violencia y la inseguridad. Pero nosotros debemos ir a lo más profundo y así descubrir las pistas verdaderas que conducen a una auténtica renovación de la sociedad toda.
Si así no lo hacemos, seguiremos mirando la realidad y proponiendo soluciones que resultarán vanas para una verdadera transformación.


La contemplación de Cristo en la vida de los hermanos

Nos dice Jesús a quienes queremos seguirlo “los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (v.58).
Es decir que seguirlo significa mirar a nuestro alrededor y descubrir a los que como El no tienen donde reclinar su cabeza.
Porque para reclinar la cabeza no hace falta solamente una almohada. ¡Si hasta con una piedra basta, o con un apero, como nuestros criollos!
Pero es necesario un lugar para colocar la almohada o la piedra o el apero, y hace falta un espacio de paz, de tranquilidad, porque reposar significa descansar, retomar fuerzas para partir de nuevo. ¿Hacia dónde partirán de nuevo nuestros muertos si ellos ya llegaron? ¿Cómo reposarán sus asesinos si no tienen paz?
Entender el clima de violencia que hoy vivimos significa mirar a tantos que deambulan por el mundo sin tener dónde “reclinar su cabeza”.

Los niños que han sido abortados antes de nacer nunca “reclinarán su cabeza” en el lugar que Dios les preparó, la familia, porque las políticas de Estado de nuestra Patria no valoran la dignidad de la persona desde el inicio, y van sembrando en las mentes y corazones de todos el menosprecio por la vida.

Si existen hombres y mujeres que son empujados a no reclinar su cabeza en el seno de la familia, es porque están faltos de verdaderos proyectos legislativos que defiendan a la familia como el ámbito más adecuado para responder a la aspiración de Dios de formar ciudadanos íntegros de la tierra y del cielo.
Como consecuencia, la familia así traicionada, se convierte en rejunte de personas sin rumbo y dignidad que les evite la tentación de la disgregación y de la violencia.
¡Cuántos hoy en lugar de encontrar en la familia el lugar para reclinar la cabeza y compartir el pan del calor humano, encuentran sólo violencia, incomprensión y el progresivo deterioro de su dignidad humana!
Hoy la droga distribuida con la complicidad de quienes deben hacer cumplir la ley, no sólo contribuye a crear corazones violentos sino a paliar el hambre de tantos estómagos vacíos que no logran reclinar su cabeza en el sueño reparador del que gozan los que ganan su sustento con el trabajo honesto.
La falta de autoridad en todas las esferas de la vida, que como servicio debiera encauzar a los ciudadanos a reclinar la cabeza en la creación de ámbitos de paz y concordia, empuja a la liberación de los instintos más primitivos donde impera la ley del más fuerte.
¡Hasta las competencias deportivas que debieran permitir el solaz permanente de reclinar la cabeza en honesta diversión y descanso, se han transformado en guerras de pandillas, sin freno y control alguno!

El llamado permanente a mirar el pasado con la vara de la venganza, impide también reclinar la cabeza en el trabajo común de hermanos por una Patria nueva.

¡Hasta la inseguridad en las viviendas humanas, sometidas al pillaje, impide contemplar confiadamente al otro como hermano, ya que siempre es posible la aparición de la traición más repentina!
La cultura de la vagancia y de la dádiva, ausente la creación de puestos de trabajo, lleva sin duda alguna a preferir la ganancia fácil del asalto y el despojo de los prójimos sin importar las lágrimas y el dolor que la ratería ocasiona, y así el que trabaja ardorosamente nunca está seguro de “reclinar su cabeza” en el merecido descanso.
Con tantos hermanos argentinos que carecen de lugar dónde “reclinar su cabeza”, ¡cuánto se despilfarra en interminables carreras electorales que no ofrecen concretas soluciones a los problemas!

La violencia desatada en la conducción agresiva del tránsito cotidiano, donde impera la ley del irresponsable y donde casi no importa la seguridad del otro, ¿se ve realmente como ofensa pecaminosa a Dios y a los hermanos?
La escandalosa promoción de la vida pasatista y consumista desde los medios televisivos, ¿no empuja a la engañosa creencia de que todo vale con tal de conseguir “vivir por un sueño” “el baile del caño?
La actitud de los padres descuidados por el crecimiento de sus hijos, ¿tiene que dar lugar a las actitudes patoteriles de los progenitores que no aceptan que la escuela ponga límites a los desbordes de los alumnos violentos?


La libertad de los hijos de Dios

San Pablo (Gálatas 5,1.13-18) nos anuncia que el seguimiento de Cristo nos hace verdaderamente libres, libertad que no significa seguir los apetitos pecaminosos sino ponerse al servicio de los demás.
De allí que sea necesario erradicar la violencia y la inseguridad viviendo lo que nos dice San Pablo: “toda la ley está resumida plenamente en este precepto: amarás a tu prójimo como a ti mismo” (v.14), caso contrario las consecuencias serán el crecimiento de lo que denuncia el apóstol: “si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado, porque terminarán destruyéndose los unos a los otros” (v.15).
La invitación que nos hace la Palabra de Dios a través del apóstol, cobra hoy profunda actualidad: “los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios y así no serán arrastrados por los deseos de la carne” (v.16), es decir del pecado.
Este pedido, casi súplica, vale tanto para las clases dirigentes de nuestra Patria como para nosotros los simples ciudadanos.

San Pablo en la carta que citamos, -cuyo texto no hemos proclamado en esta liturgia- señala más adelante las obras de la carne y del espíritu, y cómo combaten entre sí para apoderarse del corazón humano (Gál.cap.5, vv.19 a 23).

Por eso, orar como lo hacemos hoy por los promotores de la cultura de la muerte, ya sean gobernantes y conductores de la sociedad como miembros del pueblo, es pedir para que nos despojemos de las obras de la carne que conducen a la no posesión del reino de Dios (v. 21), como advierte con firmeza el apóstol.
Nuestra tarea en la sociedad –para ser realmente renovadores- ha de ser la vivencia de los frutos del Espíritu: “amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia” (vv.22-23), promoviendo permanentemente la cultura de la vida que tanto proclamó y suplicó el papa Juan Pablo II.


Por una nueva cultura de la vida.

En la Encíclica “El Evangelio de la Vida” (Evangelium Vitae), el Pontífice nos dice que somos el pueblo de la vida, “porque Dios en su amor gratuito, nos ha dado el Evangelio de la vida y hemos sido transformados y salvados por este mismo Evangelio” (nº 79) y por lo tanto enviados como pueblo a “estar al servicio de la vida” servicio que “obliga a todos y cada uno” como “una responsabilidad propiamente eclesial, que exige la acción concertada y generosa de todos los miembros y de todas las estructuras de la comunidad cristiana” (nº 79).

Para la realización de este deber de bautizados, Juan Pablo II nos invita a anunciar el Evangelio de la vida para llevarlo “al corazón de cada hombre y mujer e introducirlo en lo más recóndito de toda la sociedad” (nº 80-83), en la catequesis, en las escuelas y en todo el ámbito del anuncio de las maravillas de Dios.

Junto con esto, estamos llamados a celebrar el Evangelio de la Vida , celebrar al Dios de la vida, al Dios que da la vida, en los sacramentos, especialmente la Misa dominical, la religiosidad popular, las devociones a Jesús, María y los santos, como aquellos que vivieron la vida divina en profundidad (nºs 83-86).
Celebrar la vida es también la vivencia generosa de la maternidad, la entrega diaria al trabajo honesto de cada uno y en los gestos de amor para con el prójimo.
Una tercera tarea para nosotros es la de servir al Evangelio de la Vida (nºs 87-91) “mediante el servicio de la caridad, que se manifiesta en el testimonio personal, en las diversas formas de voluntariado, en la animación social y en el compromiso político” (nº 87).

Queridos hermanos: no nos desesperemos ante la cultura de la muerte y de la violencia que nos agobia. Trabajemos en esta triple misión que nos señala Juan Pablo II con la firmeza que nos da la fe, la seguridad que nos brinda la esperanza de un mundo nuevo, con el fuego de la caridad de Cristo que nos urge cada día más.-


Padre Ricardo B. Mazza, Cura Párroco de “Ntra Sra de Lourdes” de Santa Fe. Homilía de la Misa por “el eterno descanso por las víctimas de la violencia y de la inseguridad y por la conversión de quienes promueven la cultura de la muerte”. Santa Fe, 30 de junio de 2007.

ribamazza@gmail.com
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