9 de julio de 2007

Es necesaria una nueva "independencia"

Se trata de volver a las fuentes de nuestro particular origen para que podamos todos vivir en nuestro suelo sabiendo que es posible todavía lograr la perfección de nuestra identidad como argentinos.
Santa Fe: Te Deum del 9 de Julio de 2007


(Textos bíblicos: Génesis 1,26-2,3 y Mateo 22,15-21)

1.- Congregados para dar gracias a Dios.

Nos hemos reunidos en esta peculiar fecha del 9 de julio ante el Padre común de todos, creyentes o no, para darle gracias por el nunca suficientemente apreciado don de la Patria que nos cobija y nos congrega como comunidad humana llamada a la perfección de la vida temporal anticipo de la Patria celestial.

No tendría sentido nuestra vida terrena si en ella se terminara todo, sin vinculación necesaria a la comunión definitiva con el Eterno, presente en nuestra propia identidad de hijos de Dios.

El texto del Génesis que acabamos de proclamar nos señala cómo el hombre es revestido de especial dignidad ya desde el momento en que es creado a imagen y semejanza de Dios, inteligente y libre, llamado a vivir la misma vida de Dios por la elevación que brinda el don de la gracia.
Y así ésta vocación especial no sólo establece al hombre como señor de lo creado administrando lo existente según Dios, sino también como creatura servidora de su Creador convocada a realizarse como persona entrando de lleno en su misma vida por la comunión de origen y de fin.

Al afirmar el texto “Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno”, se presenta una triple bondad: la del hombre mismo orientado a la plenitud con Dios, sirviéndole, la de las cosas puestas al servicio del hombre y de todo hombre, y la bondad del ejercicio de dominio por parte del hombre sobre todo lo existente.

A partir de ese origen, la misión del hombre será la de administrar de tal modo lo creatural, que toda persona nacida de la unión del varón y de la mujer pueda participar desde entonces de dichos bienes en orden al logro de su propia perfección.


2.- El pecado, la salvación y la cooperación del hombre a la obra de Dios.

Desgraciadamente este proyecto divino se ve amenazado por el pecado del hombre que renuncia a esa bondad de la que fue revestido, se desordena en la administración de lo creado permitiendo que el egoísmo impere por encima de la caridad y solidaridad para con sus hermanos, y convirtiéndose de señor en esclavo de lo creatural cambiando el servicio incondicional a Dios por la idolatría de los seres que le debieran servir.

Pero Dios, que no se deja vencer por el pecado, envía a su Hijo para que encarnándose en el seno de María, entrara de lleno en la historia humana y nos salvara de tantas miserias recreándonos a través de su muerte en Cruz y resurrección de entre los muertos.

Pero la historia humana que es historia de Salvación, no solamente transcurre bajo la mirada providencial de Dios que señala el camino hacia la verdad a toda persona de buena voluntad, sino que requiere de nuestra colaboración según el plan de Dios.
Plan de Dios que no es más que un proyecto de grandeza para el hombre si éste sabe descubrirlo de continuo, y vivirlo según su naturaleza racional elevada por la gracia.

En el amplio espacio de nuestro planeta creado por Dios para manifestar su gloria y para la perfección humana, se encuentra nuestra Patria que implica don y tarea.
Don, porque todo lo hemos recibido por la bondad de Dios, regalo inmerecido por nosotros.
Tarea, porque al don corresponde la laboriosidad del hombre para que lo recibido fructifique para el bien de todos ya que “Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nº 171).

Y así desde la fe, sabemos que esta porción de grandeza que es nuestra Patria, fue entregada a todos los que la habitamos, argentinos o no, para que desde su abundancia de dones encontremos todos lo que nos perfecciona como hijos de Dios.
Esta verdad nos hace entrever que siendo iguales todos por la común dignidad de personas, hemos de encontrar el camino que nos permita no sólo descubrir los medios para el propio desarrollo, sino también para ofrecer a todos los hermanos argentinos, -cada uno desde su imperfección y pobreza-, los dones recibidos de Dios.


3.-Visión de una Argentina alejada del proyecto divino.

Lamentablemente nuestra Patria deja mucho que desear en relación a la vocación de grandeza para la cual fue llamada por el Señor.

Asistimos todavía al espectáculo creciente de sinnúmeros desterrados de una vida digna por estar arrojados a una pobreza cada vez más progresiva en su indignidad y carencia de oportunidades que permitan avizorar un futuro promisorio.
La atención de la salud, con serios baches, aparece cada vez más lejana cuando faltan servicios mínimos de cloacas y agua potable para muchos de nuestros hermanos.
La inflación galopante, va devorando los flacos bolsillos de los trabajadores.

La violencia desatada que va cobrando numerosas víctimas cada día, no encuentra el freno adecuado desde el poder político, ni el encauce debido en una legislación acorde al tiempo que vivimos, ni la atención correcta por parte de quienes deben administrar la justicia, dando a cada uno lo suyo, según sus méritos o sus yerros.
Violencia ésta que lleva a muchos a tener memoria de un pasado que creíamos ya lejano, y que pareciera recrearse a través de nuevas formas de afrentas del ciudadano común.

La familia acosada por tantos ataques se ve equiparada deshonrosamente con posibles proyectos ideológicos que niegan lo que acabamos de proclamar en el libro del Génesis, que Dios creó al hombre varón y mujer, mentalizando a la sociedad que la verdad está reñida con la naturaleza.
Mientras los países europeos, víctimas de sus prolongadas campañas antinatalistas y envejecidos en su población, comienzan a incentivar los nacimientos con fuertes apoyos económicos, en la Argentina propiciamos la esterilización de la población y pensamos en el aborto como signo modernoso de progreso, negando a tantos argentinos el poder sentarse a la mesa en la tierra del pan.

La ausencia de genuinas políticas que promocionen el trabajo laborioso va acostumbrando a muchos ciudadanos al acopio de las dádivas entregadas sin respetar ni respetarse la dignidad humana, contraviniendo el orden natural y perjudicando el trabajo continuo de los honestos.
El auge de la droga sin coto suficiente, va gestando un ejército de conciudadanos que “vuelan” en la vida narcotizada de lo irreal que sirve de incentivo a la violencia más desalmada.
La deshumanización de la persona por medio de la frivolidad y el facilismo va destruyendo nuestra identidad de hijos de Dios y de ciudadanos de la tierra, creyendo que en el envilecimiento de lo humano se encuentra falsamente la realización personal.
El desasosiego social provocado por tantos que no se sienten escuchados en la reclamación legítima de sus derechos, se va convirtiendo en un clamor que golpea cada vez con más fuerza, con el peligro de convertirse en la búsqueda de soluciones que tendrían consecuencias impensables.


4.-Llamada a una nueva “independencia”

¡Cómo pesan en esta mentalidad los poderes económicos mundiales que exigen el diezmar la población o su dignidad para que queden nuestras riquezas sujetas al expolio de los poderosos!

El 19 de julio de 1816 en sesión secreta los diputados representantes de las provincias aceptaron la propuesta del diputado por Buenos Aires Don Pedro Medrano de modificar la declaración de la Independencia resuelta días antes.
El acta de la Independencia reformulada hacía hincapié en que nos constituíamos como “una Nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli y de toda otra dominación extranjera”.
¿Qué ha quedado de esta declaración soberana para nuestra Patria cuando seguimos sometidos a poderes económicos mundiales o se pretende copiar modelos de otros países, aunque sean estos americanos?
Al respecto nos dice el compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: “La Nación tiene un derecho fundamental a la existencia; a la propia lengua y cultura, mediante las cuales un pueblo expresa y promueve su soberanía espiritual; a modelar su vida según las propias tradiciones, excluyendo, naturalmente, toda violación de los derechos humanos fundamentales” (nº 157).
En rigor, se trata de volver a las fuentes de nuestro particular origen para que podamos todos vivir en nuestro suelo sabiendo que es posible todavía lograr la perfección de nuestra identidad como argentinos.


5.-El reclamo del evangelio por la participación de todos.

En el Evangelio proclamado recién escuchamos decir al Señor: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.”

Pues bien, ¿trabajamos aunados gobernantes y gobernados para reconocer únicamente sobre nosotros la omnipotente soberanía de Dios?
Reconocer la soberanía de Dios supone el que todos trabajemos para que se realice en medio de la sociedad el proyecto divino del engrandecimiento del hombre que supone siempre la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios.

Sin duda alguna esto supone el que todos busquemos que la persona sea siempre mirada en su dignidad y perfección creatural rechazando todo aquello que la denigra convirtiéndola en una simple cosa que se usa y se tira.

Por parte de los ciudadanos todos, la tarea reclamada es la de contribuir para que el tejido social contenga a todos sin excluir a nadie. Esto se realiza desde la conjunción de la comunidad política y de la sociedad civil.
Al respecto nos señala el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia que “La comunidad política se constituye para servir a la sociedad civil, de la cual deriva. La Iglesia ha contribuido a establecer la distinción entre comunidad política y sociedad civil, sobre todo con su visión del hombre, entendido como ser autónomo, relacional, abierto a la Trascendencia: esta visión contrasta tanto con las ideologías políticas de carácter individualista, cuanto con las totalitarias que tienden a absorber la sociedad civil en la esfera del Estado” (nº 417).
En cambio “La sociedad civil es un conjunto de relaciones y de recursos, culturales y asociativos, relativamente autónomos del ámbito político y del económico” (nº 417), cuyo fin “alcanza a todos, en cuanto persigue el bien común, del cual es justo que participen todos y cada uno según la proporción debida” (Catecismo de la Iglesia Católica nº 1910). En la sociedad civil –caracterizada por su capacidad de iniciativa-, los ciudadanos se asocian “y se movilizan para elaborar y expresar sus orientaciones para hacer frente a sus necesidades fundamentales y para defender sus legítimos intereses” (Compendio nº 417).

La comunidad política está al servicio de la sociedad civil y no es “una variable de la comunidad política: al contrario, ella tiene la preeminencia, ya que es precisamente la sociedad civil la que justifica la existencia de la comunidad política” (Compendio nº 418), pero a su vez “el estado debe aportar un marco jurídico adecuado para el libre ejercicio de la actividad de los sujetos sociales y estar preparado a intervenir, cuando sea necesario y respetando el principio de subsidiaridad, para orientar al bien común la dialéctica entre las libres asociaciones activas en la vida democrática” (nº 418).


6.- Mirada al futuro para la realización de la grandeza nacional.


Estamos en un año electoral tanto a nivel provincial como nacional. Es una ocasión oportuna para que la sociedad civil pueda elegir maduramente a quienes han de conducir la comunidad política.

Pero para que la sociedad civil pueda advertir qué se proponen los futuros gobernantes en orden a buscar la perfección de la comunidad nacional toda buscando desinteresadamente el bien común, es necesario conocer los proyectos y planes de gobierno que respetando la dignidad de la persona humana se busque la perfección de toda la sociedad civil.

Tenemos tiempo para que dejado el slogan publicitario o el agravio entre rivales, se presenten a la comunidad los proyectos que lleven a nuestra Patria a la grandeza que Dios le tiene reservada desde sus orígenes. Sólo así, la sociedad civil podrá elegir ciudadanos que la enaltezcan.

Confiemos que la gracia de Dios y la ayuda de María Santísima nos ilumine para comprometernos con la misión que se nos ha encomendado para el bien de todos.


Padre Ricardo B. Mazza, Deán del Cabildo Eclesiástico Metropolitano.

ribamazza@gmail.com

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