27 de julio de 2007

El calor del hogar que recibe a Jesús.

“Mi razón de amar a Cristo es que El me ama apasionadamente. El quiere que yo esté absorto en El como María de Betania.”
(Reflexiones sobre el Evangelio Lc 10,38-42 – Domingo 16º Durante el Año)


“Siguiendo su camino, entraron en un pueblo, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor y se quedó escuchando su palabra. Mientras tanto Marta estaba absorbida por los muchos quehaceres de la casa. En cierto momento Marta se acercó a Jesús y le dijo: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para atender? Dile que me ayude." Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas: una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada."


1.- El Redentor viene al encuentro de su pueblo.

San Lucas no menciona el nombre del pueblo, pero sabemos por San Juan (cap.11) que se trata de Betania. Aquél que vino a los suyos y éstos no lo recibieron (Jn.1) fue acogido como huésped en la casa de Marta.
Este encuentro de Jesús con Marta y María encarna su deseo de hallarse con todo hombre que viene a este mundo, porque el Hijo de Dios se hizo hombre para involucrarse en la historia humana. Por eso, para El, nada es superfluo si se trata de considerar al hombre
El Señor que alimentó a tantos es atendido por quien lo necesitaba.
No dice el texto que fuera invitado especialmente pero por lo que describen otros pasajes bíblicos sabemos que acostumbraba compartir el techo de los hombres, en especial la casa de Marta, Maria y Lázaro donde reinaba un clima de cordialidad.

Este relato se presenta después del mandamiento del amor expresado por el Señor en la parábola del Buen Samaritano, como si quisiera Jesús explicar con obras y verdades lo que había enseñado previamente.
Interesante comprobar que mientras Marta elige alimentar y atender al Señor, María, su hermana, prefiere ser nutrida por la sabiduría del maestro.
A los pies del Señor, María pone en evidencia su presteza y el deseo de oír a aquél que es la Sabiduría hecha carne para la salvación de los hombres.
Dice San Agustín respecto a María de Betania que “con cuanta más humildad se sentaba a los pies del Señor, tanto más percibía, porque el agua fluye a la profundidad de los valles, mientras se aparta de la cumbre de los montes” (“Catena Aurea” de Santo Tomás de Aquino, tomo IV, pág.264).

Pero, al mismo tiempo, el Señor deja una iluminación a la vida de sus apóstoles, de manera que estos descubran cuál ha de ser su propia actitud cuando visiten las casas y compartan la mesa con el pueblo.
Obviamente que a todos nosotros nos cabe también este ejemplo del Señor de manera que captemos que cuando los cristianos compartamos la mesa con alguien, no lo hagamos ociosamente sino que edifiquemos con nuestras palabras y gestos.


2.- La ansiedad de Marta que vive fuera de su interioridad

Marta vive absorta en los quehaceres de la casa. Está bien que el amor aflore en quien descubre en sus tareas cotidianas un servicio de amor orientado a sus seres queridos, pero no debe dejarse dominar por ellos.
De allí que el Señor le diga "Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas” (v.41).

¡A cuántas Marta que dejan de participar del sacrificio del Señor el día domingo para cumplir con las tareas olvidadas durante la semana les repite el Señor ésta advertencia! No advierten que si honramos al Señor en primer lugar “todo lo demás se nos dará por añadidura”. Mientras que la preocupación excesiva por la “añadidura” nos hace perder de vista lo fundamental.

Porque Marta de alguna manera considera que el comportamiento de su hermana ante el Señor es una pérdida de tiempo.
¿Para qué dedicarse a la contemplación con tantas cosas por hacer? Y así, como Marta, no advertimos que las cosas que nos ocupan si no están dirigidas a la honra de Dios no sirven para conducirnos a la eternidad.
La sujeción a lo temporal con olvido de la contemplación nos hace perder de vista que no fuimos creados para la temporalidad sino para la eternidad en la que rige sólo la contemplación.
Con esta actitud pasamos por la vida como si fuera un teleteatro que transcurre sin la presencia de Dios y como si todas las cosas las podemos solucionar sólo por nosotros mismos.

Los negocios, las diversiones, los quehaceres del deber de estado capturan al ser humano en el devenir de su existencia, sin calar nunca profundamente en el verdadero sentido de la vida.
Y así sucede que cuando la sola ocupación por las realidades temporales no está iluminada por la fe o no está orientada a su fin último, el ser humano se siente profundamente vacío y sólo consigo mismo, de modo que siempre el “otro” es un extraño porque no entra en la consideración de su vida.

¡Cuántas veces los hombres no entendemos que hay que elegir la mejor parte, la que no nos será quitada.


3.- María de Betania y la mejor parte.

María de Betania, ya lo dijimos, opta por estar a los pies del Señor. No se trata de una actitud negligente o desinteresada por los quehaceres domésticos. Nada de eso. El mismo Jesús hubiera recriminado si se trataba de sólo una actitud egoísta y cómoda.

Ella atiende al Señor. Cristo hubiera quedado solo si las dos hermanas estuvieran preparando simultáneamente la olla o limpiando la casa.
No nos gustaría nada que si fuéramos a una casa a compartir con la familia, nos dejaran solos porque todos están preparando lo necesario para compartir una velada deliciosa.

María, con su actitud manifiesta que es más importante el huésped que aquello con lo que se homenajeará al mismo.
Y por cierto que Cristo es el más importante. ¡De hecho siempre las personas son más importantes que las cosas!
Jesús dice “una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada."(v.42)

Palabras sugestivas por cierto. ¿Por qué María de Betania ha elegido la mejor parte?
Porque ella prefirió al Señor de las cosas y no a las cosas mismas.
Porque está allí escuchando a Cristo que le quiere dejar sólo palabras de vida eterna que den sentido a su vida terrena.
María de Betania se encuentra con Jesús y eso le basta para dar una ojeada al horizonte de su vida con una nueva mirada.
Se trata de un encuentro con aquél que dijo “ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor, yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre” (Jn.15,15).
¡Qué bello ser amigo de Jesús! Con El no carecemos de nada, sin El nos falta todo.
Las amistades humanas son frágiles como todo lo humano. Difícilmente alguien da su vida por el otro, Cristo en cambio, demostró con su muerte en la Cruz de lo que es capaz por nosotros.
En las amistades humanas es difícil por ejemplo que no se introduzca la envidia por el bien del otro, y que éste bien del “otro” no se vea como disminuyendo el bien propio –y así se pierde esa amistad-. En la amistad con Cristo percibimos que su mayor felicidad es nuestro crecimiento en el bien y en la verdad.
Cristo no busca que disminuyamos sino por el contrario que crezcamos.

Las amistades humanas suelen malograrse en la desgracia, Cristo en cambio, está más presente que nunca en los momentos de fragilidad y necesidad humanas.
¿Por qué la elección y la amistad con Cristo no le serán quitadas a María de Betania?
La respuesta es muy simple. En la vida perdemos o podemos perder todo: fama, honor, dinero, amor, trabajo, amigos, familia, respeto y la vida misma.
Y ésta pérdida no necesariamente se concreta por voluntad propia ya que muchas veces no depende de nosotros.

Lo único que no se pierde en la vida si no queremos es la amistad con Cristo.
Este trato con el Señor y su vigencia, depende sólo y exclusivamente de nosotros. Lo demás aunque no queramos desaparece, o lo podemos perder.
De allí, ¿qué sentido tiene valorar más aquello que hoy tenemos pero que mañana se disipa o puede desaparecer, en vez de tener como más importante la amistad con Cristo?

4.- ¿Cómo es la unión con Cristo?

En la vida humana hay distintos tipos de uniones entre las personas.
Una es la del compañero de equipo que no compromete nada, el del compañero de trabajo que sólo cuenta en el horario laboral. Muchos ven a Cristo de este modo superficial ya que pasan por su vida pero sin comprometerse jamás.
Otra forma de unión es la de la amistad en la que las confidencias y confianza van uniendo los corazones, pero que siguen siendo dos y siempre está latente la posibilidad de la indelicadeza, fruto del pecado. Y Cristo es sensible a este tipo de falta –es lo que sintió con Judas-. En este campo Cristo sufre las reticencias de su amigo por dársele por entero, o porque no se le hace partícipe de su vida misma, como si no todo interesara al Señor.
Una tercera manera de unión es la de la unidad, imposible en el amor humano, ya que en éste “permanecen las dos personas siendo dos”. En este amor unitivo se cumple lo de San Pablo “no vivo yo sino Cristo quien vive en mi” (Gál.2,20).
Mi razón de amar a Cristo es que El me ama apasionadamente. El quiere que yo esté absorto en El como María de Betania.
Que no tenga ningún amor del cual El esté excluido ni quiere que yo sea objeto de ningún amor en el que El no entre.

La experiencia del Evangelio nos enseña que esta vivencia de unidad es posible, ¿nos animaremos a intentarlo?
Desde la fe sabemos que con la gracia de Dios todo es posible y que hemos de intentarlo aunque nos sintamos débiles y limitados. El ejemplo de los santos nos deja un camino posible a transitar hasta llegar a la cumbre de nuestra vocación: la santidad, que es la comunión plenificadora con la Trinidad.


5.- Jesús se sienta a la mesa del hogar de nuestra vida.

Pero la presencia de Jesús no se agota en la unidad con cada uno de nosotros, sino que se prolonga también cuando entra en nuestra casa, en nuestra familia, si lo dejamos, claro está.
El relato evangélico nos pone delante cuál ha de ser la actitud del cristiano: nunca temer recibir a Jesús en nuestra casa. Abrir el corazón de la hospitalidad para recibir al Salvador.
Eso requiere que nuestra casa viva en un clima de receptividad de todo lo que es bueno y noble y cuánto más cuando de Jesús se trata. No hemos de temer vivir en comunión con el Dios viviente que hecho hombre quiere entrar en nuestra vivienda para dejarnos los resabios de su paso. Jesús se interioriza así de cuáles son nuestras preocupaciones y gustos y seguramente no se irá sin dejarnos aquello que nos permita rectificar rumbos y costumbres.
Sentémoslo al Señor ante el televisor… seguramente El será el primero en hacer zaping para que no nos contaminemos con la superficialidad y con lo que pudre el corazón…

Mirando el desorden de las habitaciones de los hijos, seguramente les dirá que han de colaborar en mantener un clima de hogar…
Al escuchar que alguien se vuelve insistente en reclamar las vanidades de la sociedad de consumo, señalará que para seguirlo a El es necesario caminar por la senda de la austeridad y así permanecer siempre libres de todo apego temporal.
Si advierte que la niña quinceañera reclama como regalo al papá y a la mamá una cirugía “reconstituyente” para que “aparente” ser mujer por medio de “abundantes signos de madurez”, sonriente le dirá que no esté en la pavada, que ella vale por lo que es y no por la “ficción” de un cuerpo abundante que no tiene… Le estará diciendo que no pretenda vivir en la mentira, ya que el hombre se realiza en la verdad.
Al hijo que pide permiso para ponerse aros, colgantes y abundantes tatuajes, le susurra que sea él mismo, que no se deje llevar por la moda paralizante que le impide juzgar sabiamente de las cosas y decidir por lo que lo distingue y lo ennoblece y no por lo que masifica.

Nos enseñará a rezar al Padre de todos, Providente, para agradecer por el pan diario que no nos falta, a pesar de nuestra indolencia en el uso de las cosas.
Y con sabias palabras entrará en nuestra vida y preocupaciones diarias para dejarnos el consuelo de sus enseñanzas.

Intentemos llevarlo a Cristo a nuestra casa, a nuestra familia, y dejemos que El nos enseñe los secretos de una verdadera vida, aquella que nos permite existir como hijos de Dios que crecen en la plenitud de su ser creado a imagen y semejanza de Dios.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Párroco de “Ntra Señora de Lourdes” Santa Fe de la Vera Cruz.
22 de Julio de 2007
ribamazza@gmail.com
http://ricardomazza.blogspot.com/

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