7 de julio de 2007

Resistiré... La depresión o el dolor del corazón humano


“…cuando me amenace la locura, cuando el diablo pase la factura o si alguna vez me faltas tú, resistiré erguido frente a todos soportaré los golpes y jamás me rendiré… y aunque los sueños se me rompan en pedazos, resistiré…”.

1.- Ntra. Sra. del Pozo, Patrona de los depresivos

Me causó grata sorpresa, hace ya un tiempo, la feliz iniciativa de Mons. Oscar Sarlinga, obispo de Zárate - Campana de establecer como Patrona en su diócesis de los casos de angustia, depresión física o espiritual, a la Ssma. Virgen María, bajo la advocación de Ntra. Sra. del Pozo.
Establecer que la Madre de Jesús bajo una advocación peculiar pueda ser intercesora válida ante Dios de una situación particular de enfermedad a la que se invoca con especial devoción, es dar la razón a la vigencia de la protección de aquella que es llamada la “potencia suplicante” a la vez que reconocer un determinado mal que va asolando los corazones humanos.
No hablaré de las causas sicológicas de la depresión ya que no es mi especialidad, pero sí puedo señalar causas “humanas” que llevan a las personas a ese estado.

2.- La depresión por causa de la soledad.

Es bastante común en la vida de un sacerdote encontrarse con personas que padecen la soledad del corazón, muy particularmente entre los ancianos.

Están llegando al ocaso de sus vidas y se encuentran de repente detenidos en una época que les es esquiva, que los mira con recelo y hasta con cierta curiosidad porque todavía están vivos.
Desean encontrarse con sus seres queridos, pero les es difícil dar con ellos, sobre todo hallarse con los jóvenes, demasiado ocupados y apresurados por cumplir con las tareas de cada día, pero también ahítos de contemplarse a sí mismos como si fueran el centro del universo.
¡Cuánta riqueza de experiencia se pierde al no compartir con el anciano la sabiduría de la vida que han ido adquiriendo tras largos años de existencia!
Se hielan las amistades, -me decía Salomé días atrás- se deshacen las riquezas, y el que pasa nos tropieza y no nos pide perdón. Y me repite de memoria un dicho de su lejana tierra asturiana:

“Un joven que iba de prisa tropezó con un anciano y le arrancó de la mano su garrote y su morral. Al volverse, el joven dijo: dispensad, he tropezado porque al pasar no os miré. El anciano respondió: a tu edad nada se mira, joven, porque nada importa, pero cuando la vista se acorta es cuando se comienza a ver”.

¡Qué bella enseñanza! Es propio del joven transitar por la vida pensando que todo pasa por su desasosiego y desvelo permanentes, y que nada tiene que aprender de los demás, ya que todo lo tiene que experimentar por sí mismo.
Es bastante común oír: “quiero apreciar yo las distintas situaciones de la vida”, mientras se hace caso omiso de las usanzas que los mayores han tenido.

Y así se descuida aquella gran verdad que es conforme al juicio del prudente: escuchar al que ha tenido sobre sus espaldas largos años de recorrer la vida. Mientras, por el contrario, es propio del necio no querer recibir las enseñanzas que la sabiduría transmite de continuo.
Pasado el tiempo se cumplen inexorablemente las palabras del anciano “cuando la vista se acorta es cuando se comienza a ver”.

En efecto cuando la vida ha recorrido un lapso de tiempo considerable y la vejez hace estragos en nuestra salud y en nuestra juventud, es cuando se comienza a “ver” porque se ha aprendido a “mirar” la realidad circundante de un modo diferente y muchas veces doloroso.
Se comienza a “ver” cuando la sabiduría se ha encarnado en la propia existencia, cuando se ha avanzado en el camino hacia la lucidez.

Pero la depresión por la soledad no sólo acecha al anciano que no es considerado ya como existente en una sociedad que lo margina, sino también al joven que apurado por “vivirlo” todo termina por no vivir nada, sino más bien “durarlo” todo.
Vive en el mundo del aislamiento que le provoca su música, su entorno, su mundo ilusorio que lo evade todo en aras vaya a saber de qué quimera, pateando siempre “remolinos de viento” que muchas veces -como se percibe en nuestros días- lo conduce a las puertas del suicidio o a la desesperación por un mundo que le es hostil, justamente porque es artificial.

Volviendo a las personas ya maduras, concluyo recordando que lamentablemente cuando no hay visión sobrenatural de la persona humana llamada a la santidad, se cae muchas veces en lo que tuvo que soportar Virginia, ya pisando los sesenta, cuando abrumada por la angustia de su soledad, viuda ella, acudió a un psicólogo, quien suelto de cuerpo, después de recetarle algunas medicinas le recomendó también como solución que era preciso buscase un amante…

3.- La depresión por causa del pecado

Me decía hace mucho un psicólogo amigo que no pocas veces recomendaba a sus pacientes, si eran católicos, que más que una terapia, necesitaban la reconciliación a través del sacramento de la confesión, ya que su estado era causado por la vigencia del pecado en su interior.

En realidad esta situación es más común de lo que parece.
En efecto, el pecado produce un desajuste tan grande en el corazón de la persona que sólo la gracia de Dios puede devolverle la paz perdida.
Santo Tomás afirma que precisamente el pecado es contrario a la razón del hombre, y que esto más tarde o más temprano provoca un desencaje muy grande en el interior humano, haciendo que pierda la calma, la paz y hasta el equilibrio emocional.
Y así recuerdo lo desgarrador que fue, por poner un ejemplo, escuchar el año pasado –en el mes de agosto- en el II Congreso Internacional por la Familia y la Vida, realizado en Buenos Aires, el relato de una mujer que padeció el síndrome post-aborto.
Había matado a un hijo suyo, que se gestaba en su seno, creyendo que hacía un bien teniendo en cuenta la situación concreta que estaba viviendo.

¡Qué suplicio tuvo que vivir después! No dormía en paz, soñaba con su hijo muerto que la señalaba con sus manos pequeñas ensangrentadas, estaba convencida que no tenía perdón de Dios. El estado depresivo en el que cayó la sumió casi en la consternación total.
Pero Dios vino en su ayuda. Ella respondió al amor del Señor, y convertida, no sólo fue capaz de salir de su estado de postración sino también transformarse en una defensora total de la vida humana.

Hace poco, vino a verme Julián, desesperado por su estado de drogadependencia. El tratamiento que estaba recibiendo por el médico era muy fuerte. Con sus dieciséis años parecía envejecido y como anclado en la sensación de una vida inútil.
¡Ayúdeme Padre, me dijo! Y así comenzamos el diálogo, convencido de que un encuentro más personal con el Señor, lo sacaría de su postración tan dolorosa. De hecho va mejorando poco a poco, empezando a reconocer que Dios lo ama y que él puede, con su respuesta, salir de su mal.

¡Cuántos corazones hay abrumados por el peso de tantas vicisitudes, de tantos fracasos, de tantas ruinas morales!
Gracias a Dios y a su misericordia es posible sanar tantas heridas que no cicatrizan lejos de El por más que se intenten diversas soluciones.

4.-La depresión por la falta de trabajo y de vida digna

Mientras la sociedad sigue su curso como ignorando las miserias, se van amontonando tantos seres que sufren el deterioro de su dignidad por la falta de trabajo y de una vida digna.
Cada día contemplamos en las parroquias a muchas personas surcado su rostro por el llanto de la miseria, buscando algún alimento proveniente de la caridad.
Es doloroso contemplar la prolongada columna de indigentes por la falta de trabajo digno, permanente y seguro.
Estremece contemplar con cuán magro dinero muchos se sostienen o transitan por el mundo de la miseria.

No todo el mundo es haragán, ladrón o vividor. Son más los que quieren trabajar y ganar su pan honestamente para llevarlo a la mesa familiar, desterrando el tener que comer en forma dispersa en los comedores escolares o en hogares de caridad.
¿Cómo no se ha de sentir deprimido un padre de familia cuando no puede llevar alimento a su familia?
No todos se sienten motivados a enfrentar la soledad viviendo lo que afirma Miguel Ángel Robles al cantar “cuando pierda todas las partidas, cuando duerma con la soledad, cuando se me cierren las salidas y la noche no me deje en paz, cuando tenga miedo del silencio, cuando cueste mantenerse en pie, cuando se revelen los recuerdos y me pongan contra la pared, resistiré erguido frente a todos, me volveré de hierro para endurecer la piel”.

Una cosa es la vida real y otra la que describe la música y el canto por más que se diga “cuando el mundo pierda toda magia, cuando mi enemigo sea yo, cuando me apuñalen la nostalgia y no reconozca ni mi voz…, cuando me amenace la locura,
cuando el diablo pase la factura o si alguna vez me faltas tú, resistiré erguido frente a todos soportaré los golpes y jamás me rendiré… y aunque los sueños se me rompan en pedazos, resistiré …”

Son desgarradoras las palabras de León Bloy en “La Sangre del Pobre” cuando dice: “La pobreza agrupa a los hombres y la miseria los aísla, porque la pobreza es de Jesús... La pobreza está clavada a la Cruz; la miseria es la Cruz misma. Jesús cargado con la Cruz, es la pobreza llevando a la miseria. Jesús crucificado, es la pobreza derramando su sangre sobre la miseria. Los ricos que no sean propiamente unos réprobos pueden comprender la pobreza, porque ellos mismos, en cierto sentido son también pobres; pero de ningún modo pueden comprender la miseria. Aunque sean capaces, tal vez, de dar limosnas, son incapaces de desprenderse de sus bienes. Jesús paciente les enternece como lo haría una música evocadora; pero su Cruz, la realidad de su Cruz, les horroriza. La quieren siempre de oro y de luz; elegante y ligera, agradable a los ojos, y colgando del cuello de una mujer linda” (edit. Difusión. Pág. 33).

5.-¿Podemos hacer algo como “gesto” de amor ante el desolado por el dolor del corazón?

Se me ocurre que nos pueden ayudar estas palabras de Vladimiro: “No perdamos el tiempo en vanos discursos. ¡Hagamos algo mientras haya ocasión! No todos los días hay alguien que nos necesita. A decir verdad, no se trata precisamente de que nos necesiten. Otros lo harían tan bien como nosotros, y hasta mejor. El llamado que acabamos de escuchar antes se dirige a la humanidad entera. Pero en este lugar y a esta hora la humanidad somos nosotros, nos guste o no. Aprovechémoslo antes que sea demasiado tarde”.(Samuel Becket “Esperando a Godot”. Ed. del mediodía, pág. 128).

¡Qué Ntra Señora del Pozo nos guíe para consolar a tantos corazones abrumados por la desesperanza!
Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Mov. Pro-Vida “Juan Pablo II” de Santa Fe.

05 de Julio de 2007.


ribamazza@gmail.com
http://ricardomazza.blogspot.com/

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