16 de octubre de 2007

...Desde la cárcel el evangelio no está prisionero...

1.-El compromiso misionero de la Iglesia

El próximo domingo 21 de octubre celebra la Iglesia Universal la llamada Jornada Mundial de las Misiones, que en Argentina se recordó el pasado domingo 14.

El objeto de esta Jornada es el de recordar aquello que es primordial al ser mismo de la Iglesia, esto es, la misión según el mandato de Cristo expresado antes de su Ascensión: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 19-20).

Se trata de actualizar una vez más el llamado que cada bautizado ha recibido y de sentirnos interpelados por el Señor para poner por obra lo que nos encomienda de llevar a todos los hombres al encuentro del Dios Trinitario revelado por su Hijo hecho hombre.

La Salvación traída por Jesús tiene por destinatarios a todos los hombres, porque Dios nos creó para entrar en comunión con El, sin que nadie quede excluido, a no ser por decisión propia.

Esta universalidad del llamado patentiza la catolicidad de la Iglesia fundada por Jesús y debe hacerse presente en todos los rincones del mundo.

Esta misión reviste, por lo tanto, el carácter de servicio eclesial tal como lo recuerda Benedicto XVI en el Mensaje para esta Jornada Mundial 2007: “El compromiso misionero sigue siendo el primer servicio que la Iglesia debe prestar a la humanidad de hoy, para orientar y evangelizar los cambios culturales, sociales y éticos; para ofrecer la salvación de Cristo al hombre de nuestro tiempo, en muchas partes del mundo humillado y oprimido a causa de pobrezas endémicas, de violencia, de negación sistemática de derechos humanos”.

2.- Universalidad y gratuidad de la salvación proclamada

Esta universalidad ya se percibía en el Antiguo Testamento como lo presenta –por citar algún ejemplo concreto- el segundo libro de los reyes con la curación de Naamán el sirio (5,14-17).

Este hombre luego de ciertos reparos, se somete a lo que prescribía el profeta Eliseo, y queda curado después de bañarse en el Jordán.

La gratuidad de la salvación ofrecida por Dios a toda la humanidad queda de manifiesto en la curación de este leproso extranjero. Es decir, se muestra, -podríamos decir- “la catolicidad” de Dios, siempre dispuesto a repartir con generosidad la abundancia de sus dones.

Ese Dios Salvador que no está constreñido a fronteras geográficas como los dioses paganos, -como pensaba Naamán, llevándose tierra de las cercanías del Jordán- sino que se deja adorar por todos.

La fe seguirá abriendo el corazón de este extranjero que comprenderá que el don de Dios no se puede comprar ni agradecer con dádivas -por eso ofrece un reconocimiento a Eliseo-, sino que es la expresión más pura de la gratuidad de Dios -por eso el profeta no acepta regalo alguno-.

Ahora bien, este tema del llamado a los paganos para ingresar al reino instaurado por Cristo se repite en numerosos textos del Nuevo Testamento.

Resulta una muestra el que se proclamó el domingo pasado con la curación de los diez leprosos, volviendo al encuentro de Cristo para agradecer solamente el samaritano, o sea, el extranjero (Lucas 17,11-19).

Este hombre sabe de su miseria y de su incapacidad natural para ser merecedor de los dones de Dios, por eso regresa al autor de su salvación, no sólo corporal con la curación de la lepra, sino también con la regeneración de su espíritu con el don de la gracia.

Los otros nueve, quizás por ser judíos, pensaban que les era debida la curación, dando por sentado que merecían ser curados.

Situación esta que se repite tantas veces en nosotros los creyentes que nos cuesta entender que el don de Dios es siempre gratuidad total, inmerecida salvación a la cual sólo hemos de responder como el samaritano con la aceptación interior por medio de la fe.

3.-Desde la cárcel y las persecuciones del mundo

La gratuidad de los dones, por voluntad de Dios, debe prolongarse en la proclamación del Evangelio guiados por la fuerza de lo alto.

El Apóstol San Pablo prisionero por segunda vez en Roma, escribe a su colaborador íntimo Timoteo la segunda carta (2,8-13) en la que nos deja hermosas enseñanzas en relación al fuego que hemos tener al transmitir el mensaje de Cristo.

El Apóstol señalará a Timoteo que el don recibido se prolonga en la tarea de la evangelización y que el centro de la predicación ha de estar puesto en “Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, según mi Evangelio” (II Timoteo 2,8).

De hecho siempre la invitación a una vida nueva ha de apuntar a la centralidad de nuestra adhesión incondicional a la Trinidad Santa por Cristo en el Espíritu Santo.

Pablo escribe desde la cárcel siendo éste un anticipo de lo que a la Iglesia le tocará sufrir en el transcurso del tiempo, por mantenerse firme en el anuncio de la Palabra, a pesar de los pecados de quienes formamos parte de ella, y entre “las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”.

Y así comprobamos –por ejemplo- que en estos días en nuestra Patria se desató una ofensiva anticatólica que no se detendrá en el futuro.

El caballito de batalla es la defensa del aborto, queriéndosela legitimar comparando esta situación con los supuestos delitos convenidos de oídas, que habría cometido –según la versión oficial- algún miembro de la Iglesia.

Al grito de “Iglesia genocida”, grupos de mujeres cual modernas Erinias de la mitología griega, manifestaban su furia en Córdoba viéndose frustrada su intención de pintar la Catedral de la ciudad mediterránea.

Otras llamadas “católicas por el derecho a decidir” –aborteras al fin- ingresando a un templo católico pretendían recibir la Eucaristía. Los feligreses a una con la verdad, rechazaron tal sacrílega pretensión.

La inefable Vilma Ibarra presentó en el senado de la Nación el proyecto de reforma del Código Civil en lo que se refiere al matrimonio utilizando como argumento el que "debemos reconocer a las personas la libertad de elegir con quien asumir los compromisos de la convivencia en pareja, regulada en la institución jurídica y laica del matrimonio, otorgando entonces iguales derechos y obligaciones con independencia de que los contrayentes sean del mismo o de distinto sexo". (cf.www.nuevoencuentro.com).

Esta manera de pensar es ciertamente grotesca y descubre la ideología que la sustenta, “la perspectiva de género”, que con prisa y sin pausa se menea por el mundo desde la década del 70.

En rigor, desde la recta razón se ha de reconocer que partiendo de la naturaleza del hombre, creado varón y mujer, el matrimonio goza de la conveniente regulación jurídica sin que haya necesidad de agregarle formulaciones extrañas al “sentido común”, que debiera ser el más común de los sentidos.

A pesar de todo esperamos que cunda la racionalidad en el Senado obviando esta reforma, aunque no nos debe sorprender lo contrario, habida cuenta que los intereses en juego son más importantes para muchos que la verdad misma.

4.-La Palabra de Dios no está encadenada.

Todas estas situaciones contrarias al sentir y vivir cristianos –y sólo he citado algunas-, no nos deben asombrar ya que se repite lo afirmado por san Pablo cuando dice que por Cristo “estoy sufriendo hasta llevar cadenas como un malhechor; pero la Palabra de Dios no está encadenada” (2 Tim. 2,9).

¡Qué hermosa afirmación! : ¡La Palabra de Dios no está encadenada! , ¡Aunque algún diario pretenda que la Iglesia lo haga!

No podrá poder alguno silenciar la Palabra del Señor, ya que la verdad se impone por la fuerza interior que la caracteriza, y es la misma Palabra la que fortalece al mensajero haciéndole pensar que “todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que está en Cristo Jesús con la gloria eterna” (2 Tim 2,10).

Es decir que el heroísmo vivido por los bautizados enviados a transmitir la verdad, tiene presente a los elegidos –que en definitiva son todos los hombres- para que alcancen también la salvación, aunque vivan en el error o el pecado durante mucho tiempo.

Es por eso que no hemos de tener miedo por los desprecios sufridos a causa del servicio al Evangelio, ya que “si nos mantenemos firmes, también reinaremos con él” (2 Tim.2, 12)

Más aún, las persecuciones nos deben llenar de alegría, -no porque seamos masoquistas- sino porque la vida Nueva traída por Jesucristo se establece a través de la Cruz.

De allí que sea “cierta esta afirmación: si hemos muerto con él, también viviremos con él” (2 Tim.2, 11).

Estamos transitando horas cruciales para nuestra fe, por lo que resulta necesario testimoniarla con firmeza recordando lo que Pablo nos dice acerca de Jesucristo: “si le negamos, también él nos negará” (cit. v.12) aunque “si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo” (v.13).


Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II” de la ciudad de Santa Fe de
la Vera Cruz.

ribamazza@gmail.com

http://ricardomazza.blogspot.com/

16 de octubre de 2007.

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