El articulista analiza desde la perspectiva del Magisterio la misión del laico comprometido inserto en el mundo.
También su experiencia personal como fundador y Director del Centro de Estudios Sociales y Políticos Santo Tomás Moro, como panelista pro vida y como columnista.
1.- Un poco de historia.
El Papa Juan Pablo II el mismo día en que se cumplieron los quinientos años del comienzo de la Evangelización en América, o sea el 12 de Octubre de 1992, al inaugurar la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo, presenta la propuesta de un encuentro sinodal “en orden a incrementar la cooperación entre las diversas Iglesias particulares” para afronta juntas, dentro del marco de la nueva evangelización, los problemas relativos a la justicia y la solidaridad entre las naciones de América (cf. Ecclesia in America nº 2).
Recibida con beneplácito la propuesta por parte de los distintos episcopados, se formalizó en el Sínodo de los Obispos para América, realizado en el Vaticano del 16 de noviembre al 12 de diciembre de 1997.
Como lo realizara en ocasiones similares, el Papa reúne en un documento las iniciativas y propuestas realizadas en el Sínodo, en el marco regulatorio de su propia visión como Pastor universal.
De allí nació el 22 de Enero de 1999 la Exhortación Apostólica Postsinodal “Ecclesia in América”, sobre el “Encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América”.
2.- El encuentro con Cristo.
El título del documento, que coincide con el tema de la Asamblea sinodal “expresa claramente la centralidad de la persona de Jesucristo resucitado, presente en la vida de la Iglesia, que invita a la conversión, a la comunión y a la solidaridad” (E in A. nº 3).
Seguirá expresando el Papa, como no podría ser de otra manera, que el punto de partida del programa evangelizador es el encuentro con la persona de Cristo.
Esta afirmación es de capital importancia si se quiere entender qué es el catolicismo y a dónde se orienta. Se piensa a veces que ser católico es vivir de acuerdo a un compendio de principios morales, desconectado de Cristo, cuando en realidad es primero un encuentro personal con Jesús, conformando nuestra vida a la de él, siguiendo sus pasos, y asumiendo sus enseñanzas en actitudes concretas. Es decir, el obrar moral es una prolongación del ser en y de Cristo.
De allí se explica tanta incoherencia en la vida del creyente que considera muchas veces que se puede ser cristiano con una vida moral censurable, cuando en realidad, la respuesta moral no es más que la concreción de lo que se cree y posee: la identidad con Cristo, y contrariamente, la falta de aceptación de la persona de Cristo lleva al naufragio moral.
Cuando un legislador o gobernante se dice católico por ejemplo y apoya lo que denigra al hombre como el aborto, la eutanasia, la esterilización o no hace nada por el engrandecimiento humano de sus hermanos, no comete meramente, como se piensa a veces, una picardía política al pensar en sus propios intereses solamente, sino que pone de manifiesto su falta de fe en Cristo, a quien no ve como Hijo de Dios hecho hombre, y por lo tanto termina por desconocer la dignidad del mismo hombre que se origina en su creación a imagen y semejanza de Dios y se perfecciona cuando el Hijo de Dios asume, dignificándola, la naturaleza humana.
3.-Los fieles laicos y la renovación de la Iglesia.
La exhortación apostólica Ecclesia in America va siguiendo en sus distintos capítulos lo anunciado por el Papa como tema. Y así comenzando por el encuentro con Jesucristo vivo (cap. 1), en el hoy de América (cap.2), camino de conversión (cap. 3), camino para la comunión (cap. 4), y para la solidaridad (cap. 5), llegar a la misión de la Iglesia hoy en América: la nueva evangelización (cap. 6).
El documento es profundísimo, - y no podría ser de otra manera ya que recoge la voz de los obispos latinoamericanos en comunión con la del Pastor Universal- y ciertamente da pie para muchas reflexiones que sería imposible realizar en el encuadre de esta nota.
De allí que quisiera detenerme sobre todo, por ahora, en lo expresado en el número 44: Los fieles laicos y la renovación de la Iglesia.
¿Y por qué ésta delimitación temática? Los últimos acontecimientos en la Argentina, ameritan el seguir profundizando en lo que ya expresara en mis dos últimas notas.
Mons. Piña, después de su triunfo misionero recordó la necesidad de que los fieles laicos tomen la posta para trabajar en el campos social, económico y político a favor de sus hermanos.
Uno se pregunta entonces: ¿Es que no había en Misiones suficientes laicos preparados para desempeñar las funciones que asumió su pastor? O si los había, ¿no eran reconocidos por la gente como propulsores de una nueva forma de trabajar en política? Dicho de otro modo, ¿carecían de un testimonio perceptible que motivara confianza en el electorado?
Posiblemente se dio un poco de todo eso, de allí la necesidad de que el obispo, conocido por todos, encabezara la lista de la resistencia ciudadana contra la naciente nueva forma de totalitarismo.
Esta realidad nos lleva a reflexionar en voz alta sobre el papel que incumbe a los laicos, con el objeto de avizorar posibles caminos para el futuro, sin dejar totalmente de lado lo que dijera en el artículo “La Iglesia y la Política”, en el sentido de que en situaciones especialmente difíciles, no sería contrario a la vocación del consagrado asumir alguna misión dentro del quehacer político, como aconteció en los albores de nuestra Patria.
Mons. Domingo Castagna en su homilía (Despertadores de la Conciencia) del pasado domingo 29 de octubre confirma mi pensamiento, -es el misterio de la comunión- , cuando dice: “Sabemos, por acontecimientos notables de nuestra historia patria, que debieron también los clérigos comprometerse en la alta política nacional: la Revolución de Mayo, la Declaración de la Independencia etc. El obispo Fray Mamerto Esquiú, en proceso de beatificación y canonización, fue el inolvidable predicador de la Constitución. Fueron circunstancias excepcionales, en las que se pusieron en juego los valores fundantes de la Patria. Por lo visto, aquellos momentos críticos pueden repetirse y siempre requerirán los mejores ciudadanos, clérigos y laicos. Lo normal y deseable, conforme a las últimas declaraciones del Papa, es que el laicado, bien formado en la fe y en las disciplinas seculares, asuma su responsabilidad temporal y la administración del poder político. Es de lamentar que a la normal enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia se la quiera calificar de intromisión en la política partidaria. Es una táctica para enmudecer a quienes -con absoluta libertad- se constituyen en despertadores de la conciencia ciudadana, particularmente entre quienes se profesan católicos”.
Ahora bien, ¿cómo conseguir un laicado “bien formado en la fe y en las disciplinas seculares?”
La exhortación apostólica señala cuáles son los elementos comunes a la dignidad de todos los bautizados: a) la imitación y el seguimiento de Cristo, b) la comunión mutua y c) el mandato misional.
Dicho esto, reconoce Juan Pablo II que “los pastores han de estimar profundamente el testimonio y la acción evangelizadora de los laicos que, integrados en el Pueblo de Dios con espiritualidad de comunión , conducen a sus hermanos al encuentro con Jesucristo vivo. La renovación de la Iglesia en América no será posible sin la presencia activa de los laicos. Por eso recae en ellos, en gran parte, la responsabilidad del futuro de la Iglesia “ (nº 44).
4.- Los ámbitos en los que se realiza la vocación laical.
La Exhortación Postsinodal señala dos ámbitos bien precisos:
El primero, y más propio, es el de las realidades temporales, que están llamados a ordenar según la voluntad de Dios (cf. nº 44).
Esto se realiza llevando el Evangelio dentro de las estructuras del mundo y así siendo la secularidad la nota propia del laicado y de su espiritualidad “lo lleva a actuar en la vida familiar, social, laboral, cultural y política”, ya que está llamado a su evangelización.
En una América caracterizada por la corrupción, el laico está llamado a vivir su vocación con honradez, transparencia de corazón y la paciencia en las condiciones difíciles de vida.
En relación con la vida política, dice el documento que “es urgente formar hombres y mujeres capaces de actuar, según su propia vocación, en la vida pública, orientándola al bien común. En el ejercicio de la política, vista en su sentido más noble y auténtico, como administración del bien común, ellos pueden encontrar también el camino de la propia santificación. Para ello es necesario que sean formados tanto en los principios y valores de la doctrina social de la Iglesia, como en nociones fundamentales de la teología del laicado. El conocimiento profundo de los principios éticos y de los valores morales cristianos les permitirá hacerse promotores en su ambiente, proclamándolos también ante la llamada neutralidad del Estado”. ( nº 44)
El segundo ámbito es el intraeclesial en el que muchos laicos están llamados a aportar sus cualidades en el campo de la catequesis, de la caridad, visitadores de enfermos y encarcelados, animadores de grupos, etc.
Se trata de fomentar la cooperación de laicos preparados en diversas actividades dentro de la Iglesia con verdadera disponibilidad y permanencia.
Como se observa son dos campos bien delimitados, siendo el último el más frecuente y el primero el menos explotado, por no decir el más olvidado.
De hecho suele suceder que el intraeclesial es el ámbito al que suele acudir y reconocer más frecuentemente la jerarquía para la evangelización, con resultados muchas veces inocuos cuando se trata de hacerse presente en las realidades temporales, que es el ámbito más propio.
¡Cuántas veces acontece que el laico preparado para el ámbito intraeclesial resulta ineficaz en el trabajo de evangelización de las realidades temporales cuando accede por ejemplo a la función pública o política para la cual no ha sido preparado! ¡O lo que es peor se mimetiza con las mañas y actuaciones de una sociedad propensa a asimilarlo a su propia estructura mundana perdiendo el carácter de levadura!
De allí surge la necesidad de plantearse a fondo, reconociéndolo, que lo verdaderamente laical es ordenar a Dios las realidades temporales primer ámbito que señala la Ecclesia in América.
A éste cometido, reclama el Papa, deben orientarse los esfuerzos de la Iglesia para preparar hombres y mujeres que puedan transformar el mundo, siendo sal del mismo y sin el peligro de perder “su sabor” laical.
5.- El ámbito de las realidades temporales y el Centro de Estudios Políticos y Sociales Santo Tomás Moro.
Atento a que la Iglesia debe estar presente en ciertos ámbitos de la vida social y política principalmente a través de los laicos, en el mismo año de la Exhortación Apostólica “Ecclesia in América” (1999) e interpelado por ella, me pareció que en Santa Fe urgía la preparación de laicos que se desempeñen en el primer ámbito laical de las realidades temporales.
Para realizar este cometido fueron convocados representantes de diversas profesiones y del mundo del trabajo, para que a la luz de lo que reclamaba el Papa Juan Pablo II, y constituidos en Centro de Estudios Políticos y Sociales, fueran adquiriendo la formación que los tiempos actuales reclaman.
Santo Tomás Moro, verdadero ejemplo como laico en el campo del derecho y de la política, sería desde ese momento el faro luminoso que daría sentido al obrar futuro.
Indudablemente fue necesario, a la luz del documento papal, ir adquiriendo una nueva concepción de la política “vista en su sentido más noble y auténtico como administración del bien común” (nº 44), superando antiguas concepciones que sólo miran a la posesión y el goce del poder, sin ponerlo al servicio de los más débiles de la sociedad.
Esta nueva concepción de la política debía incluir el despojo de los propios intereses para laborar por el bien de todos.
Ahora bien, más allá de los esfuerzos silenciosos realizados por el Centro desde 1999 en la formación de sus miembros y con aportes concretos en el campo de algunos proyectos de ley, -como el de la mal llamada salud reproductiva- , la Jornada Pro-Vida de 2005 en la que disertaran Mons Franzini, Obispo de Rafaela y el Pbro. Juan Claudio Sanahuja, o la defensa y difusión de aquellos principios que reconocen la dignidad de la persona humana, se hizo necesario un compromiso más acorde con los tiempos presentes.
En este contexto acepté la invitación que se me hiciera –en mi carácter de Director del Centro de Estudios Políticos y Sociales Santo Tomás Moro- para disertar en el II Congreso Internacional por la Familia y la Vida realizado los días 19, 20 y 21 de agosto del presente año en la ciudad de Buenos Aires sobre el tema “El relativismo Moral y la perspectiva de género”.
La defensa de la vida humana desde el comienzo hasta su natural terminación, pasando por el reconocimiento de la dignidad de la persona humana en todos los estadios de su desarrollo natural, nos llevan a organizar el Grupo Pro-vida Juan Pablo II cuya presentación en sociedad será Dios mediante, el próximo Sábado 11 de Noviembre con ocasión de la proyección de la película que no se puede ver por TV “El Grito Silencioso” en el marco del II Encuentro Juvenil parroquial organizado por el Grupo “San Luis Gonzaga”.
Cabe destacar que este grupo juvenil parroquial se inscribe desde sus orígenes en lo que denomina la Ex. Ap. (nº 44) “el ámbito de las realidades temporales”, de allí –entre otras actividades- su colaboración en el nuevo Grupo Pro-Vida.
En este sentido me parece necesario mencionar además que el nuevo equipo de trabajo Pro-Vida es el mejor homenaje a rendir al gran Pontífice que tan valientemente denunció la cultura de la muerte y llamó a una nueva cultura de la vida.
Estos ejemplos los cito a simple modo de referencia para que aquellos que lo deseen vean que es posible trabajar en el mundo confrontando el Evangelio, que aparece como lo “políticamente incorrecto” a los ojos de la posmodernidad, con lo que es considerado “políticamente correcto” que es la cultura de la muerte y la indiferencia por Cristo y los hermanos.
Tarea a realizar todavía será la de convocar a más personas de buena voluntad, consustanciadas con la identidad de católicos, para que vayan formándose en el marco que señala la Exhortación Apostólica “Ecclesia in América”.
De aquí en más la consigna ha de ser como decía Mons Domingo Castagna la de formar “despertadores de la conciencia ciudadana, particularmente entre los que se profesan católicos”, cumpliendo de esa manera con lo que Cristo reclama a los laicos, de modo que no tenga que asumir la jerarquía aquello que descuidan quienes han de evangelizar las estructuras temporales.
Quiera Dios con su gracia, seguir bendiciendo estos emprendimientos que avizoran una nueva cara de la Iglesia militante.
(*) Cngo Prof. Ricardo B. Mazza, Director del Centro de Estudios Políticos y Sociales “Santo Tomás Moro” (Santa Fe), Prof. Titular de Teología Moral y DSI en la UCSF, Párroco de Ntra Sra de Lourdes en Santa Fe. 06 de Noviembre de 2006.
ribamazza@gmail.com
http://ricardomazza.blogspot.com/
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