10 de enero de 2008

Jesús, Señor de la vida y de la historia


1.- Sentido de la celebración que nos congrega como Iglesia-comunidad.

Cada año en la Pascua actualizamos la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, el cual entregó su vida por todos, ya que El vino a salvar a los pecadores de sus miserias más profundas.
Por Padre Ricardo B. Mazza


Al entregar su vida en la Cruz, el Señor está pensando en los hombres de todos los tiempos, no hace acepción de persona alguna, carga sobre sí los pecados de todas las épocas y de toda la humanidad. Cuando resucita asegura la posibilidad de una nueva vida para todos.

Por eso es legítimo orar por los hombres de todos los tiempos y ofrecer la Eucaristía –renovación y actualización del Misterio pascual-, especialmente en el domingo Día del Señor, por los muertos, ya que ellos han sido alcanzados también por la sangre derramada en la Cruz

Hoy nos congregamos para orar por los muertos a causa de los desencuentros entre los argentinos, ya que por ellos como por nosotros los que aún vivimos en este mundo murió el Señor.

Sobre los que murieron no abrimos juicio, ya que para quienes ya no están en este mundo el juicio corresponde en exclusiva a Dios

Los muertos llegaron hacia donde todos vamos, se nos adelantaron y ya vieron la Verdad cara a cara, y por lo mismo saben en qué erraron, cuándo pecaron y cuándo fueron justos.

Para ellos deseamos que hayan experimentado la Misericordia del Señor y que vivan en el Amor.

Mal podemos entonces convocar a los muertos para el odio,

la desunión o la discordia, ya que ellos viven en la indecible Unidad de Dios.

Y cuando nuestros muertos –todos son nuestros muertos porque los muertos no tienen ideología- son utilizados para enfrentar a los hermanos, estamos reiterando, repitiendo la pérdida y la herida de la muerte porque laceramos la sociedad en la que ellos vivieron y quizá por la que entregaron su vida.

Aquel que en este mundo comió con los pecadores, se nos ofrece en ésta Eucaristía, para que convertidos, podamos alimentarnos de El con el deseo de paz y de reconciliación entre todos, reconocidos como hermanos en Cristo e hijos del mismo Padre del Cielo que “hace salir el sol sobre justos y pecadores”.

Reconciliarse no es signo de debilidad, sino por el contrario pone de manifiesto la magnanimidad de la que es capaz el corazón humano que dejando de lado toda diferencia y todo deseo de venganza mira hacia el futuro para transformarlo con un corazón dócil a la gracia.

Celebramos ésta Misa inspirados y motivados por las palabras luminosas de nuestro Arzobispo Mons. José María Arancedo quien nos decía el pasado 17 de junio en la Misa de la Solemnidad del Corpus: “Sabemos que la paz nace de la verdad y madura en la justicia, pero también sabemos que necesita de un espíritu de reconciliación que nos anime. En este sentido creo que nos falta a los argentinos una cultura de la reconciliación, que es un valor necesario para dar plenitud a las instancias de la verdad y la justicia, tan necesarias en el camino de la paz. Cuando en el horizonte de nuestros actos no aparece el valor de la reconciliación como una exigencia de bondad moral que da plenitud a nuestros actos, incluso a la misma justicia, creo que nos quedamos paralizados en enfrentamientos que nos debilitan y dividen. La eucaristía es la fuente de la paz porque ella nace y se ha sellado en la cruz, con la palabra de perdón que Jesucristo nos ha dejado como testimonio de su amor. Por ello celebrar la Eucaristía es testimoniar la presencia viva de Jesucristo, que se ha hecho por nosotros y por la salvación del mundo camino de verdad y de vida. Creer en lo que celebramos nos compromete a ser testigos y a trabajar por la paz”.

2.- La Argentina que se desangra en los diversos ámbitos de su vida.

La Palabra de Dios ilumina siempre la existencia de quienes peregrinamos en este mundo a la casa del Padre, de allí que el texto del Evangelio de hoy puede arrojar luz sobre nuestra situación actual y mostrarnos caminos superadores de tanta disgregación entre argentinos.

El texto del Evangelio (Marcos 5, 21-43) nos habla de una mujer que padecía hemorragias desde hacia doce años y que a pesar de haber acudido a innúmeros médicos no había logrado su curación. Al oír hablar de Jesús se acerca a El pensando que con sólo tocar su ropa se curaría.

¿Cómo no pensar en una Argentina que se desangra en luchas intestinas entre hermanos? Salvo el intento de reconciliación realizado en un pasado no tan distante, nos debatimos en el recuerdo y en la recreación de viejas antinomias cargando los corazones de odio y de espíritu de venganza.

Al respecto nos llegan hoy las palabras de un encarcelado injustamente por no someterse a los caprichos del rey Enrique VIII. Me refiero a santo Tomás Moro quien escribió en la Torre de Londres en el año 1534: “Hacia ningún hombre tengas mala voluntad. Pues, una de dos: o es bueno o es un malvado. Si es bueno y le odio, entonces, soy yo el malvado. Si es un hombre malvado, o bien se arrepentirá y morirá bien y se irá a Dios, o se quedará en su maldad y se irá al diablo…….Si se salva, no dejará de amarme de todo corazón (si yo también me salvo, como espero), y entonces le amaré de la misma manera. Por lo tanto, ¿por qué odiar durante algún tiempo a alguien que después me amará para siempre? ¿Por qué ser ahora enemigo de quien estará un día unido conmigo en amistad eterna? Además, si esa persona continúa en su maldad y se condena, tan tremendo es el castigo eterno que le va a caer, que sería yo implacablemente cruel si, en lugar de compadecerle en su pena, tuviera rencor a su persona”. (Un hombre solo. Cartas desde la Torre. Pág. 118. Edit. Rialp.).

Santo Tomás Moro -que prefirió servir a Dios cuando servir al rey era traicionar al Señor del Cielo-, mantiene el siguiente diálogo acerca de la muerte injusta que iba a recibir.

En efecto, Enrique VIII, maestro de la astucia, había elegido jueces que lo halagaran con sus veredictos acomodados a sus caprichos.

Uno de ellos era el duque de Norfolk, quien le recuerda a Moro que “indignatio principis mors est” (la cólera del príncipe es la muerte), a lo que Moro responde: “¿Es esto todo lo que tenéis que decirme? Pues, entonces no hay entre vos y yo más diferencia que ésta: que yo moriré hoy, mientras que vos moriréis mañana (T.Moro “Utopía” pág 16 Ediciones Abraxas).

¿Cómo no pensar en nuestra Patria que atacada por las sanguijuelas de los imperialismos económicos se desangra en el expolio de los recursos naturales

¿Cómo no pensar en nuestra Patria que se desangra en gastos superfluos para engordar intereses ideológicos, mientras los argentinos más pobres son excluidos de la mesa del convite en la tierra del pan?

¿Cómo no pensar en una argentina que se desangra cuando no se planifica para el bien común de todos con políticas que favorezcan la dignidad del hombre y de la familia, mientras se recurre al facilismo de esterilizar las posibilidades de vida, consecuencia de la esterilización de las conciencias sin ideas?

¿Cómo no pensar en una Argentina en la cual se prefiere impedir el nacimiento del pobre o matarlo antes de que nazca, solamente para no hacerse cargo de la injusticia social, para evitarse el trabajo de construirla solidaria, generosa y madre de todos?

Cabe reconocer en este campo la nobleza de aquellos legisladores, que aún a costa del rechazo y burla de sus pares, dan testimonio defendiendo la verdad y la dignidad de la persona humana. Ellos nos hacen ver que no todo está perdido en la búsqueda de nuestra grandeza originaria.

¿Cómo no pensar en una Argentina que se desangra cuando no son considerados los niños como los únicos privilegiados?

Decía al respecto el difunto arzobispo de Santa Fe, Mons Vicente F. Zazpe el 2 de Agosto de 1970: “Nuestra sociedad declamará por todos los medios posibles su amor y su veneración al niño. Sin embargo, sería interesante hacer también un listado de las incoherencias y de las violaciones que nuestra historia hace de los derechos más profundos del niño. Las historias clínicas de nuestras maternidades pueden ser un testimonio brutalmente doloroso de desamor y despreocupación. Nuestras cárceles también. La infinidad de institutos de rehabilitación o de adaptación, acusan la desintegración y el egoísmo suicida de miles de nuestros hogares. Los niños con apellidos materno o sin apellido; los niños con sufrimientos o taras heredadas de padres alcohólicos o sifilíticos; los niños dejados horas y horas frente al televisor; los niños consentidos y mimados para que no lloren ni molesten. Muchos niños de nuestras villas de emergencia sufren hambre de pan, de vivienda y de cultura; pero muchos niños en zonas de abundancia sufren un hambre más profunda de cariño, de paternidad, de orientación, de hogar. Las bandas de asaltantes integradas por criaturas de 12 a 14 años, ya no producen asombro. Son común también las patotas nocturnas de adolescentes……………Hablábamos antes de la conveniencia de hacer un listado de incoherencias y violaciones, de derechos fundamentales del niño. Deberíamos incluir en primer lugar el derecho a vivir; a llegar a la vida. El aborto intencionado es un delito para el Código y para los mandamientos de Dios. El Código podrá variar. Los mandamientos permanecerán….Para Dios no hay fluctuaciones: es crimen en Rusia, Suecia, Inglaterra, y la Casa Blanca. Para Dios es crimen en cualquier consultorio, hospital o sanatorio de nuestra patria o de nuestra provincia. El listado de derechos violados podría seguir y hacerse interminable…..: los sueldos que no alcanzan, atacan un derecho del niño, las viviendas precarias o imposibles también; la falta de trabajo; la desatención hospitalaria; el alto costo de vida, la infraalimentación, la mendicidad.”

Ciertamente no podemos olvidar entre los muertos a causa de los desencuentros entre los argentinos a tantos niños víctimas del aborto, cuya sangre derramada clama al cielo.

¿Por qué recordar aquí especialmente a los niños? Porque sin niños ya sea porque no se los deja nacer o porque no se les brinda posibilidades para crecer armónicamente una vez nacidos, la Patria no tiene futuro.

Porque si ahora no se reconoce la dignidad de los niños, mañana quedará olvidada la existencia valiosa de los ancianos y enfermos por el flagelo de la eutanasia.

Porque si no se reconoce y protege a los niños tendremos que seguir rezando por los muertos a causa de los desencuentros de los argentinos y de las políticas de estado que sólo pretenden pasar el momento sin visión de un futuro promisorio para todos los argentinos.

¿Qué podemos hacer ante tantos desencuentros?

El Evangelio nos invita a acercarnos a Cristo como aquella mujer que sangraba, y recibir del Señor las palabras consoladoras: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”

La Fe en el Señor no sólo nos fortalece en medio de las dificultades sino que nos asegura con su luz que lograremos una transformación de la sociedad toda.

La fe en el Señor nos hace ver la realidad de nuestro mundo con una mirada nueva.

La fe nos hace encontrar siempre respuestas válidas ante tantas dificultades y nos anima a buscar soluciones, en la aparente debilidad del evangelio.

La fe nos hace trabajar siempre desde el hombre y para el hombre desde la visión de Dios.

Sin fe el hombre no es más que un eslabón más del engranaje perverso

del hedonismo esclavizante que quiere hacer vivir el momento sin proyectos futuros que enaltezcan la persona humana.

Hemos de evitar caer en la tentación de marearnos con las voces seductoras de promesas vacías, para ir al encuentro de aquél que es la Verdad y el único que nos muestra el Camino que lleva a la Vida.

3.- Jesús Señor de la Vida.

Así lo entendió también Jairo que ante su hija moribunda fue al encuentro del Señor.

Para quienes no creen en la resurrección de la niña, Jesús muestra que la muerte no tiene la última palabra. Cuando todo parece muerto y sin esperanza, actúa el Señor y nos devuelve la vida.

Nuevamente el tema de la fe sirve de fundamento y referencia para nuestra vida, porque la fe no es un elemento mágico, sino una disposición de confianza total en Jesús.

Por eso su presencia en nuestro ser y obrar basta para dar seguridad de salvación.

Ante los fracasos de las soluciones meramente humanas, cuando todo parece estar perdido, el creyente sabe que en la confianza total en Jesús, la fe se irá desarrollando en una libre aceptación de su salvación.

Eso nos hace obrar inteligentemente en clave evangélica.

No importa que aparentemente fracasemos, a la larga o a la corta, los criterios evangélicos aparecen como los únicos salvadores del hombre, dejando atrás las falsas soluciones que ofrecen los que actúan en clave del momento, del oportunismo o de la muerte.

No importa que se nos rían cuando decimos que la muerte puede convertirse en vida, éstos desaparecerán sin pena y con olvido, y sólo quedarán los que como Pedro, Santiago y Juan, creyendo en el Señor, contemplarán la resurrección de lo que ya estaba muerto.

De las cenizas de un país consumido por proyectos humanos deshumanizadores nacerá una nueva Argentina, la que hemos recibido de nuestros padres.

Por ello, sin miedos paralizantes, hoy tenemos necesidad más que nunca de acudir a Cristo Salvador.

Volver a nuestra matriz católica que nos recuerda siempre la necesidad de vivir los valores evangélicos más profundos será nuestra tarea, y el Señor con su gracia coronará nuestros esfuerzos.

4.- María, la Madre que nos cura.

Hermanos, estamos aquí, en Lourdes, la advocación mariana de la salud; la Virgen siempre amorosa que nos cuida.

María, viva en el alma del pueblo, viva en los colores de la insignia Patria, bandera que debemos defender para que siempre sea íntegramente celeste y blanca, color de cielo, colores de María, con el sol invicto, el Cristo resplandeciente en quien espera la Patria brillando en su centro, centro que no sólo ilumina sino que convoca al amor, a la hermandad, a la unidad.

María, que quiso quedarse en nuestra tierra y así lo vemos en sus manifestaciones en San Nicolás, Catamarca, Luján para bendecirla y cuidar de sus hijos.

María, la que pidió a su Hijo el vino mejor en las bodas de Caná festejando el nacimiento de esa maravillosa y fantástica expresión de unidad que es una nueva familia; vino que alegró el corazón de aquellos que participaban de la fiesta como debía ser, porque toda familia es alegría, unión, vida que nace.

Homilía del sábado lº de Julio de 2006 en la Misa por “los muertos a causa de los desencuentros entre los argentinos y por la reconciliación nacional

Cngo Ricardo B Mazza, Cura Párroco de Nuestra Señora de Lourdes de Santa Fe (Argentina). Director del Centro de Estudios Políticos y Sociales “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”

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