1.- Sentido de la celebración que nos congrega como Iglesia-comunidad.
Cada año en
Por Padre Ricardo B. Mazza
Al entregar su vida en
Por eso es legítimo orar por los hombres de todos los tiempos y ofrecer
Hoy nos congregamos para orar por los muertos a causa de los desencuentros entre los argentinos, ya que por ellos como por nosotros los que aún vivimos en este mundo murió el Señor.
Sobre los que murieron no abrimos juicio, ya que para quienes ya no están en este mundo el juicio corresponde en exclusiva a Dios
Los muertos llegaron hacia donde todos vamos, se nos adelantaron y ya vieron
Para ellos deseamos que hayan experimentado
Mal podemos entonces convocar a los muertos para el odio,
la desunión o la discordia, ya que ellos viven en la indecible Unidad de Dios.
Y cuando nuestros muertos –todos son nuestros muertos porque los muertos no tienen ideología- son utilizados para enfrentar a los hermanos, estamos reiterando, repitiendo la pérdida y la herida de la muerte porque laceramos la sociedad en la que ellos vivieron y quizá por la que entregaron su vida.
Aquel que en este mundo comió con los pecadores, se nos ofrece en ésta Eucaristía, para que convertidos, podamos alimentarnos de El con el deseo de paz y de reconciliación entre todos, reconocidos como hermanos en Cristo e hijos del mismo Padre del Cielo que “hace salir el sol sobre justos y pecadores”.
Reconciliarse no es signo de debilidad, sino por el contrario pone de manifiesto la magnanimidad de la que es capaz el corazón humano que dejando de lado toda diferencia y todo deseo de venganza mira hacia el futuro para transformarlo con un corazón dócil a la gracia.
Celebramos ésta Misa inspirados y motivados por las palabras luminosas de nuestro Arzobispo Mons. José María Arancedo quien nos decía el pasado 17 de junio en
El texto del Evangelio (
¿Cómo no pensar en una Argentina que se desangra en luchas intestinas entre hermanos? Salvo el intento de reconciliación realizado en un pasado no tan distante, nos debatimos en el recuerdo y en la recreación de viejas antinomias cargando los corazones de odio y de espíritu de venganza.
Al respecto nos llegan hoy las palabras de un encarcelado injustamente por no someterse a los caprichos del rey Enrique VIII. Me refiero a santo Tomás Moro quien escribió en
Santo Tomás Moro -que prefirió servir a Dios cuando servir al rey era traicionar al Señor del Cielo-, mantiene el siguiente diálogo acerca de la muerte injusta que iba a recibir.
En efecto, Enrique VIII, maestro de la astucia, había elegido jueces que lo halagaran con sus veredictos acomodados a sus caprichos.
Uno de ellos era el duque de Norfolk, quien le recuerda a Moro que “indignatio principis mors est” (la cólera del príncipe es la muerte), a lo que Moro responde: “¿Es esto todo lo que tenéis que decirme? Pues, entonces no hay entre vos y yo más diferencia que ésta: que yo moriré hoy, mientras que vos moriréis mañana” (T.Moro “Utopía” pág 16 Ediciones Abraxas).
¿Cómo no pensar en nuestra Patria que atacada por las sanguijuelas de los imperialismos económicos se desangra en el expolio de los recursos naturales
¿Cómo no pensar en nuestra Patria que se desangra en gastos superfluos para engordar intereses ideológicos, mientras los argentinos más pobres son excluidos de la mesa del convite en la tierra del pan?
¿Cómo no pensar en una argentina que se desangra cuando no se planifica para el bien común de todos con políticas que favorezcan la dignidad del hombre y de la familia, mientras se recurre al facilismo de esterilizar las posibilidades de vida, consecuencia de la esterilización de las conciencias sin ideas?
Cabe reconocer en este campo la nobleza de aquellos legisladores, que aún a costa del rechazo y burla de sus pares, dan testimonio defendiendo la verdad y la dignidad de la persona humana. Ellos nos hacen ver que no todo está perdido en la búsqueda de nuestra grandeza originaria.
Decía al respecto el difunto arzobispo de Santa Fe, Mons Vicente F. Zazpe el
¿Por qué recordar aquí especialmente a los niños? Porque sin niños ya sea porque no se los deja nacer o porque no se les brinda posibilidades para crecer armónicamente una vez nacidos,
Porque si ahora no se reconoce la dignidad de los niños, mañana quedará olvidada la existencia valiosa de los ancianos y enfermos por el flagelo de la eutanasia.
Porque si no se reconoce y protege a los niños tendremos que seguir rezando por los muertos a causa de los desencuentros de los argentinos y de las políticas de estado que sólo pretenden pasar el momento sin visión de un futuro promisorio para todos los argentinos.
¿Qué podemos hacer ante tantos desencuentros?
El Evangelio nos invita a acercarnos a Cristo como aquella mujer que sangraba, y recibir del Señor las palabras consoladoras: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”
La fe en el Señor nos hace ver la realidad de nuestro mundo con una mirada nueva.
La fe nos hace encontrar siempre respuestas válidas ante tantas dificultades y nos anima a buscar soluciones, en la aparente debilidad del evangelio.
La fe nos hace trabajar siempre desde el hombre y para el hombre desde la visión de Dios.
Sin fe el hombre no es más que un eslabón más del engranaje perverso
del hedonismo esclavizante que quiere hacer vivir el momento sin proyectos futuros que enaltezcan la persona humana.
Hemos de evitar caer en la tentación de marearnos con las voces seductoras de promesas vacías, para ir al encuentro de aquél que es
Para quienes no creen en la resurrección de la niña, Jesús muestra que la muerte no tiene la última palabra. Cuando todo parece muerto y sin esperanza, actúa el Señor y nos devuelve la vida.
Nuevamente el tema de la fe sirve de fundamento y referencia para nuestra vida, porque la fe no es un elemento mágico, sino una disposición de confianza total en Jesús.
Por eso su presencia en nuestro ser y obrar basta para dar seguridad de salvación.
Ante los fracasos de las soluciones meramente humanas, cuando todo parece estar perdido, el creyente sabe que en la confianza total en Jesús, la fe se irá desarrollando en una libre aceptación de su salvación.
Eso nos hace obrar inteligentemente en clave evangélica.
No importa que aparentemente fracasemos, a la larga o a la corta, los criterios evangélicos aparecen como los únicos salvadores del hombre, dejando atrás las falsas soluciones que ofrecen los que actúan en clave del momento, del oportunismo o de la muerte.
No importa que se nos rían cuando decimos que la muerte puede convertirse en vida, éstos desaparecerán sin pena y con olvido, y sólo quedarán los que como Pedro, Santiago y Juan, creyendo en el Señor, contemplarán la resurrección de lo que ya estaba muerto.
De las cenizas de un país consumido por proyectos humanos deshumanizadores nacerá una nueva Argentina, la que hemos recibido de nuestros padres.
Por ello, sin miedos paralizantes, hoy tenemos necesidad más que nunca de acudir a Cristo Salvador.
Volver a nuestra matriz católica que nos recuerda siempre la necesidad de vivir los valores evangélicos más profundos será nuestra tarea, y el Señor con su gracia coronará nuestros esfuerzos.
Hermanos, estamos aquí, en Lourdes, la advocación mariana de la salud;
María, viva en el alma del pueblo, viva en los colores de la insignia Patria, bandera que debemos defender para que siempre sea íntegramente celeste y blanca, color de cielo, colores de María, con el sol invicto, el Cristo resplandeciente en quien espera
María, que quiso quedarse en nuestra tierra y así lo vemos en sus manifestaciones en San Nicolás, Catamarca, Luján para bendecirla y cuidar de sus hijos.
María, la que pidió a su Hijo el vino mejor en las bodas de Caná festejando el nacimiento de esa maravillosa y fantástica expresión de unidad que es una nueva familia; vino que alegró el corazón de aquellos que participaban de la fiesta como debía ser, porque toda familia es alegría, unión, vida que nace.
No hay comentarios:
Publicar un comentario