26 de marzo de 2009

¿Qué nos está pasando? Lectura desde la fe.


Como lo señala el título, pretendo desde la fe, mirar -en definitiva la más plena de las miradas- lo que acontece en nuestra Patria en estos días.
De allí que sugiera a quien no puede o no quiera echar un vistazo a lo que nos acontece desde esta perspectiva, no perder su tiempo en la lectura de esta nota, a través de la cual partiendo de una experiencia histórica vivida en el pasado por el pueblo elegido por el Dios de la Alianza, iluminar nuestro presente.
La historia del pueblo elegido es una lección de pedagogía divina, y así lo destacan los autores sagrados que muchas veces atribuyen la ruina de Israel a las infidelidades del pueblo para con el Dios de la Alianza.
En el libro de las Crónicas (2 Crón. 36,13-16.19-23) el autor sagrado alrededor del año 300 antes de Cristo presenta una reinterpretación de toda la historia de Israel sobre los acontecimientos del pasado, y así responde los interrogantes del pueblo que padecía el retraso del destino glorioso prometido a Israel.
Y así presenta con crudeza lo acontecido bajo el reinado de Sedecías, rey de Judá, infiel a su Dios (años 597-587) el cual “se obstinó y endureció su corazón, en lugar de volverse al Señor, el Dios de Israel “(v. 13), acompañado en su maldad por “todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo” quienes “multiplicaron sus infidelidades, imitando todas las abominaciones de los paganos y contaminaron el templo que el Señor se había consagrado en Jerusalén” (v.14).
En el texto de referencia –como se observa claramente- el autor sagrado describe las maldades cometidas por las clases dirigentes presididas por el rey y el pueblo en su mayoría, y cómo las infidelidades al Dios de la alianza se van multiplicando sin cesar, incluyendo el rechazo e indiferencia hacia los enviados de Dios –los profetas- .
El proceso de contaminación generalizada va creciendo de tal modo que la paciencia de Dios se agota y ya no hay más remedio a pesar de la vigencia de su permanente misericordia.
En este sentido hemos de advertir que Dios actúa siempre en la historia humana para nuestro bien, y lo hace a través de instrumentos que en este caso fue el rey caldeo Nabucodonosor quien asoló Jerusalén derrumbando sus murallas, destruyendo el templo santo y concretando el traslado de los judíos al exilio obligado, por el término de setenta años.
Lejos de su Patria los judíos desganados para cantar en tierra extranjera, expresan ante tantos males la nostalgia permanente de volver a su tierra:”Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras” (Salmo 136). Como lo haría mucho más adelante el hijo pródigo del Nuevo Testamento (Lucas 15) que añora volver a la casa de su padre, dirán :“Si me olvido de ti Jerusalén que se me paralice la mano derecha”.
Después de este período de purificación, Dios que no se olvida de sus promesas de salvación, suscita otro medio humano, esta vez el Rey Ciro de Persia, para hacer retornar al pueblo a su tierra de promisión (2 Crón. 36,22 y 23).
El autor del libro de las Crónicas –por lo tanto- presenta los hechos no como provocados por la casualidad, sino como inscritos en la Providencia de Dios quien mediante hechos concretos busca la salvación del pueblo elegido, previo proceso de purificación de tantos males causados.
De hecho desde la fe, si aguzamos nuestra mirada sobre la historia humana, nos encontramos con que la caída de los grandes imperios o reinos en el transcurso del tiempo fue causada por la vigencia de la corrupción y todo tipo de injusticia, es decir el quiebre del orden natural de las cosas.
También nosotros desde la fe podemos hacer una lectura de los acontecimientos que asuelan nuestra Patria, y así descubrir que lo que hoy padecemos es consecuencia del abandono de Dios y de lo que Él desde su Providencia nos ha entregado a lo largo de nuestra historia como argentinos.
Digámoslo abiertamente: consciente o inconscientemente hemos despreciado y desperdiciado el proyecto de grandeza que Dios ha diseñado para todos los argentinos.
Como pueblo no hemos mirado las expresiones diferentes de la realidad desde la fe, sino desde “una promisoria bonanza económica”, olvidando el llamado que como Nación hemos recibido.
Desde hace años se fue gestando un vaciamiento de la cultura argentina de matriz católica para dar lugar a ideologías “extrañas” no sólo a nosotros, sino a toda persona que desee vivir en la verdad en cualquier parte del mundo.
Hablar de “matriz católica” es para no pocos mala palabra en nuestra Patria, imbuidos por cierta corriente “universalista” o “sincretista”, que pretende diluir aquello que configuró nuestra identidad como Nación.
Es cierto que en la convivencia ciudadana es necesario respetar otros pensamientos y convicciones religiosas, pero es también verdad que cada pueblo tiene su propia identidad original.
A nadie se le ocurre negar que otros pueblos –por ejemplo el mundo musulmán o judío- posean en el orden religioso y cultural una identidad que los distingue y que ha de respetarse, si bien es cierto –es obligación decirlo- aspiramos a que puedan tener cabida libremente en esas latitudes otras formas de adorar a Dios.
Volviendo a lo nuestro cabe consignar que hemos renunciado a los principios que nos han hecho Nación para ir detrás de los modelos “paganos”, como lo hizo el pueblo de Judá previamente a su caída.
Y sucedió entre nosotros lo mismo que en Judá, ya que la decadencia embrujó tanto a las clases dirigentes como al pueblo mismo.
Encandilados por el espejismo de la bonanza económica hicimos la vista gorda ante la progresiva “nueva inculturación” que nos han impuesto los resortes de poder y los interesados en hacer de nosotros un pueblo de esclavos sometido a los poderes de turno.
Permitimos que mientras nos distraían con la mirada puesta en el pasado, silenciosamente pero sin pausa, nos fueran lavando el cerebro despojándonos de los valores más sagrados.
Todos estos “anti valores” fueron gestando lo que hoy padecemos.
Y así, la corrupción generalizada, la impunidad con que actúan delincuentes de todo tipo –alentados por el pasado ejemplo de los “jóvenes idealistas”-, el desprecio por la vida, el afán desmedido por el poder usado para provecho propio, el dinero puesto como el dios moderno que enceguece a muchos, la sociedad consumista que olvida totalmente al otro, la vigencia de un egoísmo cada vez más profundo, la búsqueda de los propios intereses en perjuicio del bien común, van indicando, entre otros males, un camino que parece sin salida alguna.
El odio provocado por la exclusión social, económica o política, va gestando en el corazón de muchos la sed de revancha y de venganza que apunta a un final peligrosamente sospechado de muerte y desolación, ya que el quebranto de las leyes, ya la natural como la positiva, enmarca al presente a una sociedad sin ley que la busca por otros caminos.
El evangelio (Juan 3,14) nos invita como camino de superación de tantos males el volver nuestra mirada hacia aquél que es levantado en alto, es decir, a Cristo, que desde el misterio de la Cruz nos ofrece nuevamente la salvación humana y por lo tanto de nuestra patria, ya que Él, como lo afirma San Pablo nos ha sido dado por Dios el cual siendo “rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo –por pura gracia estamos salvados”(Efesios 2,4-6).
A pesar de nuestras carencias, pecados e indiferencias ante Dios y los hermanos, se repite incansablemente lo del evangelio: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él sino que tengan vida eterna” (Juan.3, 16).
Por eso si creemos en la salvación que nos trae Jesús, -ojala sea así- hemos de moldear nuestra vida con la de Aquél que es la Luz, para que iluminados por el Señor nos decidamos a asumir una vida nueva según el evangelio (cf. Juan 3,19-22).
Desde la mirada que viene de la fe entonces, aportemos nuestro cambio personal a la Argentina de hoy, de manera que podamos contribuir –no importa si la respuesta no es de todos- como el pequeño rebaño del evangelio o el “resto” de Israel, a disipar tantas tinieblas que oscurecen el horizonte de nuestro futuro como Nación.
Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro”. Reflexiones en torno a los textos de la liturgia del IV domingo de Cuaresma. Ciclo “B”. 22 de Marzo de 2009. ribamazza@gmail.com. http://ricardomazza.blogspot.com.- www.nuevoencuentro.com/tomasmoro.-

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