27 de septiembre de 2009

El Evangelio y la codicia de los primeros puestos


El malvado, trata por todos los medios de imponer con la razón de la fuerza lo que no puede enseñar con la fuerza de la razón”.

1.-Según los textos bíblicos de hoy, “seguir a Cristo es transformar el mundo, como Él, no desde los puestos de mando sino desde abajo. En la debilidad, en el servicio de los últimos puestos, está la fuerza del cristiano” (Misal de la BAC, pág. 582).
En efecto, Cristo nos dice:”Quienquiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.
Para muchos, ya sea para los que no creen, ya para los que son cristianos sólo de nombre, lo significativo es el éxito conseguido desde los puestos importantes. Se busca llegar a la cumbre por cualquier medio, por sucio que sea, no para servir al prójimo, sino para crecer uno mismo, para ser importante.
Y así, para la mentalidad moderna es en el dinero, en el honor o la fama, donde se consigue seguridad. Hay un afán egoísta de buscar siempre la propia conveniencia, con olvido total de los demás.
Cuando desaparece la fortuna o el pedestal sobre el que uno busca erigirse, queda al descubierto una existencia vacía y superflua.
El cristiano verdadero, en cambio, se centra en otra realidad. Comprende que el éxito se alcanza en la humildad, en el servicio a Dios y al otro.
La experiencia nos enseña que una persona en trabajos humildes, sin cartel, sin propaganda, está más abierta a Dios que los que se envanecen en su profesión o en algún cargo de importancia.
Y así, el primero, sabe lo que es, está abierto a Dios y a sus hermanos. El segundo, en cambio, engreído por el dinero o el poder, coloca en esas cosas su propia seguridad de cartón, prescinde de su Creador, y se preocupa por los demás sólo si puede sacarles algo.
El cristiano se siente seguro en Dios, no en sus pobres fuerzas humanas, y valora al prójimo por lo que es, no por lo que tiene.
Dios mismo nos enseña la grandeza que encierra la eficacia de lo débil y pequeño fundados en la roca proviene de lo alto. Cristo elige a doce pescadores rudos y de pocas luces, funda la Iglesia sobre “la debilidad” visible de ellos, y difunde por el mundo entonces conocido, la grandeza del Evangelio, que alcanza rápido eco especialmente entre los más humildes y pobres de la sociedad, con lo cual se demuestra que nos llevan la delantera en lo que apertura a Dios se refiere.
A pesar de las sangrientas persecuciones de la antigua Roma, el cristianismo crece ya que la verdad proclamada no provenía de los hombres sino de Dios.

2.-La actitud cristiana de buscar los últimos puestos tiene sus consecuencias positivas, porque “ahí no se dan la codicia y ambición que terminan corrompiendo a los que se mueven en el poder” (Misal de la BAC, pág. 582).
Los creyentes hemos de buscar ser los primeros en bondad, en misericordia, en caridad, en justicia. Y si tenemos los primeros puestos en la sociedad o detentamos el poder en el orden político, económico o social, ha de ser para pensar siempre en el bien de los demás, en el servicio desinteresado de los que menos tienen para vivir con dignidad su condición de hijos de Dios.
En definitiva debe quedarnos claro que quienes viven en desacuerdo con el Evangelio terminan desangrándose mutuamente.
Así lo proclama abiertamente Santiago Apóstol cuando dice:”¿De dónde salen las luchas y los conflictos entre ustedes?¿No es acaso de los deseos del placer que combaten en el cuerpo de ustedes?
La codicia lleva al crimen, continúa Santiago, conocedor de nuestras miserias. La ambición y el no poder alcanzar lo que se desea conducen a luchas y peleas de unos contra otros.
Pero este estilo de vida pasa y llega la muerte, y con ella se terminan todas las vanidades.

3.-El libro de la Sabiduría nos recuerda hoy que el malvado sufre llevado por el odio visceral contra el que obra el bien sin advertir que su recompensa no será más que soledad y podredumbre.
Sin Dios, el hombre es capaz de las maldades más grandes. Y así, la Palabra de Dios nos dice que los malvados piensan entre ellos de manera inicua, “acechemos al justo, que nos resulta incómodo, se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada”.
Quien vive del mal y por el mal sangra por la herida cuando se le hace ver su inicua vida y busca siempre destruir al que no es como él, de allí que se caiga en la calumnia, en el desprecio del bueno tratando de justificar su mal obrar sin lograr vivir en paz.
En nuestros días es tan grande la vigencia de los corruptos que se enriquecen y hacen ostentación de sus maldades, que la bondad del justo aparece en su máxima pureza no sólo como bien portado por alguien, sino como meta que hay que alcanzar para dar lugar a una sociedad nueva.
El que sigue a Cristo proclama su verdad, invita a la libertad de cada uno a seguir un estilo de vida que es capaz de rescatar al hombre bien dispuesto de sus miserias y trampas personales.
El malvado, en cambio, que acecha con desprecio todo lo bueno, se endurece en su corazón pervertido, y cuando está encaramado en el poder, -muchas veces elegido porque para acceder escondieron su malicia- trata por todos los medios de imponer con la razón de la fuerza lo que no pueden enseñar con la fuerza de la razón.
Con frecuencia, en nuestros días, por ejemplo, doctrinas perversas que vulneran permanentemente el orden natural, como no tienen cabida racionalmente en los hombres que todavía actúan conforme a la verdad, son impuestas tiránicamente por medio de leyes inicuas que buscan borrar de la conciencia humana todo vestigio de bondad y verdad.
Esta mentalidad relativista de la verdad y la moral deja al descubierto de este modo su profunda fragilidad, ya que debe imponer por la fuerza de la violencia intelectual más atroz, lo que no puede inculcar por medio de un pensamiento racional.
Por otra parte, el que así se aleja de Dios, abdica de dirigir su pensamiento y obrar en la procura del bien del prójimo.
De allí que la vigencia de una pobreza cada vez más generalizada golpea duramente a nuestras puertas, clamando por la concreción de una justicia largamente esperada.

4.-En la liturgia de este día se nos interpela interiormente de manera que trabajemos para tener una conducta intachable, a pesar que la “aparente” felicidad de los que obran el mal, quisiera por la tentación, apartarnos de la nobleza de vida y de ideales.
Y esto porque con una conducta que no se ha dejado manchar, puede el cristiano, como el justo del libro de la Sabiduría, reprender y reprochar aún sin palabras.
Quien obra el mal busca siempre la oscuridad para hacer lo que Dios no quiere, pero sus obras tarde o temprano –como sucede en estos días en nuestra Patria con tanta mezquindad descubierta- quedan expuestas ante el juicio de Dios, el único que no se deja seducir por los halagos y promesas dinerarias o de poder.
El creyente que vive de Jesús no teme a la luz de la verdad porque vive iluminado desde lo alto por la Sabiduría que proviene del mismo Dios.
El que obra el mal se ríe del bien obrar del justo al considerarlo un pobre infeliz, pero no encuentra la felicidad en aquello en lo que ha puesto su ilusoria confianza.
Jesús nos invita a ser sencillos como los niños, a escuchar embobados sus palabras y llevarlas a la práctica sin doblez de intenciones y de vida.
Que nuestro primer lugar más ansiado en esta vida sea el obrar el bien, para poder llegar algún día a formar parte de los elegidos del Padre de las Misericordias.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Párroco de “San Juan Bautista” en santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en torno a los textos bíblicos de la liturgia del domingo XXV “per annum”, ciclo “B” (Sab.12, 17-20; Santiago 3,16-4,3; Marcos 9, 29-36).-20 de Septiembre de 2009.-
ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com; www.nuevoencuentro.com/tomasmoro.-

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