14 de septiembre de 2009

La “venganza” de Dios como salvación del hombre.


1.-En la primera oración de esta misa que recoge las intenciones de la comunidad reunida para celebrar el día del Señor, pedíamos a Dios, “Míranos siempre Señor con amor de Padre”.

Esta súplica elocuente constituye el eje sobre el que giran los textos bíblicos que acabamos de proclamar.

Cuando el profeta Isaías (35,4-7) le dice al pueblo de Israel que se acerca “la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos” (v.4), está diciendo que Dios nos mira con amor de Padre.

¿Cuál es la revancha de Dios, nos preguntamos? Mientras el israelita –y con él todo hombre- se empecina en ofender a Dios y prestar oídos sordos a su interpelación, Dios más lo busca y trata de atraerlo con los lazos del amor. Por eso el profeta con tanta seriedad dice que viene “la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos”

Y da signos o señales de la salvación futura con la llegada del Mesías: “Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo” (v.5 y 6). El profeta, por lo tanto, mientras anuncia, está mirando el futuro promisorio que traerá el Hijo de Dios hecho hombre.

2.-Con la presencia de Jesús, nuevamente se cumple y se responde a la súplica hecha por nosotros, hombres indigentes de toda misericordia: “Míranos siempre señor con amor de Padre”.

En efecto, el amor del Padre se manifiesta a través de Jesús en la curación –en esta ocasión- de un sordomudo, por medio de la imposición de manos. Imposición de manos, que es el signo del poder de lo alto que se invoca y derrama en el corazón de aquél que es curado

Y nos dice el texto del Evangelio (Marcos 7, 31-37) que Jesús aparta a este hombre de la multitud.

Lo saca de en medio de la gente para mantener en reserva lo que obrará en su interior, ya que Jesús cuando entra en el corazón de alguien quiere hacerlo sin bulla, sin gestos espectaculares, lejos de la multitud distraída que con frecuencia espera el prodigio y no tanto la manifestación del poder operante de la fe sanadora que permite entrar de lleno en el contexto del misterio que significa la curación del sordomudo.

Y Jesús lo cura: “Efféta” dice, ábrete, e inmediatamente el hombre queda curado.

Hasta ese momento no podía escuchar. De repente oye el susurro del aire, la conversación de la gente, el trinar de los pájaros, pero sobre todo comienza a escuchar a Jesús, con los oídos del cuerpo y de su alma iluminada y robustecida por la fe.

Y también empieza a hablar normalmente, de aquello que le ha cambiado su vida, su existencia. No hablará de cosas pasatistas, pasajeras, sino de lo más importante: de lo que Jesús ha hecho en él. El agradecimiento más profundo aflora en sus labios, la alabanza por las maravillas de Dios se hace necesaria y urgente. Junto al curado, la gente impresionada por el signo viviente de la curación, no puede callar, aunque Jesús lo ordena, y se une a la misma proclamación de la bondad de Dios.

Quien no oía, ahora escucha, quien no pronunciaba palabra alguna, ahora puede hablar.

3.-El sordomudo ocasional representa a toda la humanidad, tantas veces sorda para escuchar a Dios y muda para proclamar sus maravillas.

Al pedir, “Míranos Señor, con amor de Padre”, solicitamos con fe que a través de Jesús se nos otorgue la posibilidad de escuchar y hablar.

Y esto porque muchas veces estamos sordos, especialmente ante lo que Dios quiere comunicarnos para que nosotros a su vez transmitamos.

El corazón humano está tan metido en las cosas perecederas, materiales, escuchamos tantas voces aturdidoras que sofocan la verdad y nos distraen de lo principal, que ya no escuchamos a Dios.

En la cultura tan banalizada del mundo de hoy se perciben permanentes interferencias en la escucha de la voz del Señor que nos conducen a escuchar sugestiones, a menudo atractivas, pero no verdaderas, que nos sumergen en la vaciedad de los criterios humanos.

Nos sentimos no pocas veces, más interesados en “pasar” por este mundo sin tropiezos que en vivir en la plenitud de una existencia convocada a la amistad con el Creador.

No pocos medios de difusión nos aturden con la inmediatez que fugazmente corre tras diversas fantasías, trastocan nuestro recto pensar y obrar al difundir como verdad la mentira y al provocarnos a vivir según las sensaciones personales y conforme a lo que pueda ser disfrutado según el parecer de cada uno.

Ante estas voces “formadoras y modeladoras” de nuevas vivencias y equívocos comportamientos humanos, donde abunda la frivolidad, la chabacanería, la entronización de las “nuevas verdades “complacientes de todo lo que degrada, la Palabra de Dios pareciera haber perdido su eficacia para rescatar a la humanidad de tantas miserias.

4.-Por eso es necesario volver a escuchar a Dios, renovar en este mes de la Biblia nuestra estima por este alimento imperioso para el diario caminar humano.

Pero aprender también a escuchar el clamor permanente de nuestro interior que reclama cada día a Dios, -aunque no lo advirtamos- , el regreso a Dios, a lo permanente y a todo lo que da sentido a la vida humana. Clamor por algo diferente, por ir a las cosas, a aquello que es fundamental para el ser humano sin quedarnos en la superficie de lo anecdótico.

Estamos incomunicados entre nosotros mismos –de allí que no sepamos de qué hablar cuando nos encontramos con alguien a quien no conocemos-, porque antes no hemos escuchado a Dios.

Urge por lo tanto, ir descubriendo lo que Dios significa en la vida del hombre, cuál es su Providencia para nosotros y para el mundo en el que estamos insertos.

Nos quedamos mudos porque no hemos experimentado el asombro que suscita el descubrir la realidad profunda de nuestra existencia humana que va más allá de lo que aparece visiblemente en el transcurrir de nuestra vida sin la presencia fundante de Dios.

Hemos de pedir al que nos mira con su amor de Padre que nos cure de nuestras sorderas y de nuestras mudeces silenciosas que no atinan a proclamar las maravillas de Dios realizadas en nuestra existencia humana.

5.-El Apóstol Santiago (2,1-5) nos muestra un ejemplo típico de lo que es la sordera espiritual. Describe hoy la situación que se nos presenta a menudo con lo que llamamos acepción de personas, es decir, la tentación a diferenciar en nuestro trato según el extracto social del prójimo.

Cristo no hace diferencia con las personas, porque Él es el Salvador de todos buscando siempre el bien de cada uno. Nosotros en cambio juzgamos de un modo distinto a como lo hace Jesús ya que tendemos a hacer distinción en el trato según sea la persona que se nos presenta.

Santiago expresa –por su parte- que son los pobres –y también los que se hacen como ellos- los elegidos para ser enriquecidos en la fe y constituirse en herederos del reino (cf. 5).

En cambio, pondrá énfasis en señalar que es de “los ricos” de quienes proviene toda opresión para los hombres (cf.v.6).

Si bien no podemos universalizar en el sentido de pensar que todo poseedor de riquezas es inicuo, la experiencia concreta que tenemos en nuestros días, en nuestra Patria, nos hace pensar en cuán acertado está el Apóstol Santiago.

Y así percibimos, en este sentido, que la avaricia transforma el corazón del hombre haciéndolo enemigo de los demás.

Todos los días, entre nosotros, comentamos acerca del festival de corrupción que hoy asuela nuestro país.

¿No decimos acaso, que los de arriba viven enriqueciéndose, usando el poder en los distintos ámbitos, no para procurar el bien común, sino buscando desenfrenadamente el bien particular? ¿No pensamos acaso que la “vida política”, sea cual sea el signo partidario, se ha transformado en un medio para prosperar económicamente a través de los cargos mientras aumenta escandalosamente la pobreza entre nosotros? ¿Cuando se dice que hay que sostener “la gobernabilidad”, es porque interesa un estilo de vida democrático o porque existe el miedo a perder los beneficios que ella trae a sus principales actores? ¿No asistimos a la carrera desenfrenada por aumentar y mantener los negocios personales o de grupos, con detrimento de los más pobres? ¿Acaso muchos de los que fueron elegidos para servir a los demás, no acumulan propiedades, campos y riquezas producto del “magro sueldo” que reciben?

Las palabras de Santiago cobran por lo tanto especial relevancia entre nosotros, de allí que nos diga “sepan Juzgar como corresponde”, no hagan acepción de personas, porque el peligro no viene de los pobres que se alimentan de las migajas de los poderosos, sino de los que han hecho de su vida una búsqueda permanente de riquezas.

Concluyamos pidiendo a aquél que “todo lo ha hecho bien” (Mc.7, 36) que nos salve de nuestras miserias, que convierta el corazón del hombre argentino, para que vencida tanta maldad presente entre nosotros, podamos vivir bajo su mirada en la paz que hermana a todos en la búsqueda del bien y de la verdad.

Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro”. Santa Fe de la Vera Cruz. Homilía en el domingo XXIII durante el año (ciclo B).

06 de Septiembre de 2009. ribamazza@gmail.com; www.nuevoencuentro.com/tomasmoro; http://ricardomazza.blogspot.com.-

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