29 de agosto de 2009

Señor, ¿a quién iremos? sólo tú tienes palabras de vida eterna.



“Es bastante común en nuestros días comprobar que muchos sedicentes católicos son proclives a abandonar la fe recibida”.

1.-Nosotros serviremos al Señor, porque Él es nuestro Dios (Josué 24,1-2.15-18).

Cansado de asistir durante tanto tiempo a la infidelidad israelita en su caminar hacia la tierra prometida, Josué reúne a los ancianos, jefes, jueces y magistrados y les formula una exigente pregunta: ¿a quién servirán en el futuro si no les parece bien servir al Señor? ¿A los dioses a quienes sirvieron los antepasados de ustedes o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitan? Y culmina diciendo: “Yo y mi casa serviremos al Señor”.
Les reclama así, una opción fundamental que marcará sus vidas en el futuro, ya sea por el camino de la idolatría y por lo tanto de la mentira, o por el camino de la verdad rindiendo culto al Dios verdadero.
La respuesta es unánime:” ¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros!”.
Y manifiestan enseguida el fundamento de esa elección en la presencia del Dios verdadero junto al pueblo desde la salida liberadora de Egipto, continuando en su caminar por el desierto, hasta llegar a la tierra prometida, culminando con la expresión jubilosa de “Nosotros serviremos al Señor, porque Él es nuestro Dios”. (Josué 24,1-2.15-18).
Josué los conmina a tomar una decisión que signifique una conversión profunda de cada uno porque sabe de la actitud fluctuante del pueblo para con el verdadero Dios, y ante el temor siempre latente de que cedan a la idolatría.
Esta conversión es palpable en la medida en que todos y cada uno de los miembros del pueblo elegido opte por servir al Señor de la Alianza sin condición alguna que pueda disminuir esta opción fundamental por el Dios verdadero, realizada no por conveniencia sino por convencimiento acerca de dónde está la verdad que enaltece la existencia humana.
Indudablemente esta decisión de los israelitas aparece como un modelo a seguir en nuestros días en los que el ser humano retacea un compromiso que implique a todo el hombre.
En efecto, en el fondo de este “no comprometerse” tan peculiar en el voluble corazón humano, siempre está vigente la tentación de guardarse algo para sí como si el entregarlo todo pudiera disminuir a la creatura en su relación con el Creador.

2.-¡Es duro este lenguaje! ¿quién puede escucharlo?
La enseñanza de Jesús sobre el pan de vida que es Él mismo, produce una escisión entre sus propios discípulos que llegan a exclamar: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?” (Juan 6,60).
¿Cuál fue la causa de esta crisis entre sus seguidores? En realidad se produce un planteo parecido al que surgiera con Josué.
El machacar que “los padres de ustedes comieron el maná y murieron” mientras que quien come a Jesús tiene vida eterna, pone a todos ante una decisión que formalice también una opción fundamental de vida que trasciende el momento de las enseñanzas de Jesús y marca para el futuro la vida de cada uno.
En efecto, o se está con Cristo que nos da la Vida Eterna, o se elige el maná del espíritu mundano y las cosas materiales que nos esclavizan a lo perecedero.
O sea, qué considera cada uno como lo más importante en su vida.
El planteo de Cristo suena duro porque implica ceder a los criterios de un mesianismo meramente temporal para entrar de lleno en la novedad del Hijo de Dios que nos lleva a un estilo de vida totalmente diferente.
Elegir al Señor supone dejar de lado las propias visiones causadas por la “carne y la sangre” y encauzarnos por la senda del “Espíritu y Vida”.
Si las palabras de Jesús significan un escándalo, es decir, una piedra de tropiezo en el caminar tranquilo de las seguridades de este mundo, “¿qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?” (v.62).
En efecto, si la proclamación de una vida distinta presente y futura fruto del pan de vida resulta un “avasallamiento” de las convicciones frívolas de los hombres, ¡cuánto más lo será la confirmación de esta vida nueva prometida con la glorificación del Salvador!
Y sigue, concluyendo el mismo Señor con una afirmación mucho más dura todavía: “El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida” (v.63).-

3.-Las escisiones en la vida del cristiano provocadas por la Palabra.
El Apóstol Pablo (Efesios 5,21-32) con su enseñanza acerca del matrimonio nos presenta un ejemplo concreto que produce masivos abandonos de cristianos que no quieren vivir según el espíritu del Señor. Es un texto podríamos decir clásico acerca de la dignidad del matrimonio.
San Pablo no presenta meramente una visión matrimonial desde la óptica de la enseñanza del libro del Génesis, sino que va más allá.
Compara el matrimonio constituido por un varón y una mujer con la unión estrecha que existe entre Cristo y la Iglesia.
La unión varón y mujer se constituye para los bautizados en un signo sensible y eficaz de la unión entre Cristo y la Iglesia.
Signo porque “significa”, señala, que la conformación del matrimonio apunta a una unión más plena –Cristo y la Iglesia-, que se hace “sensible”, es decir perceptible, en el varón y la mujer que realizan –de allí eficaz- los significados de la relación entre Cristo esposo y la Iglesia esposa.
Más allá de que algunas palabras de San Pablo, descriptivas de la relación esperada entre el esposo y la esposa puedan parecer “extrañas” a las modas de este mundo, apuntan a una realidad más profunda para la relación varón y mujer que sólo puede ser vista desde la fe.
Ante esta enseñanza también hoy no son pocos bautizados que repiten las palabras de los discípulos del Señor: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?”.
¡Piénsese en el zapateo de los defensores de la perspectiva de género ante esta proclama paulina sobre el matrimonio!
Para estos ciegos – culpables porque niegan la verdad presente en la naturaleza humana- ante la verdad de las cosas e instituciones más sagradas como el matrimonio y la familia, tales afirmaciones son una afrenta imposible de soportar.
Para los bautizados que eligen el camino de las “uniones de hecho” sin matrimonio como fórmula para “probar” si se aman o hasta qué punto pueden comprometerse desde sus propias inmadureces, no les cabe otro camino –a no ser que se conviertan- que alejarse de Cristo y su enseñanza.

4.-El abandono de los “infieles”.
Es bastante común en nuestros días comprobar que muchos sedicentes católicos son proclives a abandonar la fe recibida.
Los hay quienes apostatan de la fe impulsados por cierta moda anticatólica o escudándose en la excusa”de los escándalos de la Iglesia”.
Otros, cuando no se les concede lo que pretenden de la Iglesia, se alejan dando un portazo gritando que la exigencia de la misma por una vida más seria de fe, no hace más que “espantar a la gente”, cuando a decir verdad ya se habían autoexcluido con su visión mundana de la institución que los cobijó generosamente desde el día del bautismo.
Hay católicos que emigran de parroquia en parroquia buscando una predicación “que les halague el oído” o que la catequesis para sus hijos esté a tono con sus “necesidades de mantenerse en la mediocridad” sin exigirles mucho para una vida auténticamente de fe.
Ante esto, ¿qué debemos hacer? La respuesta podría ser la del Buen Pastor que sale en busca de las ovejas extraviadas.
Sin embargo, Cristo en esta oportunidad los deja ir sin intención de retenerlos porque “hay entre ustedes algunos que no creen” (v. 64).
La fe es un don, pero también como acto implica un asentimiento del entendimiento bajo el impulso de la voluntad movida por la gracia.
Y como este acto es libre, no son pocos los que no quieren entregar el obsequio de su entendimiento y voluntad al Dios de la Alianza.
Conociendo Jesús ésta situación, prosigue preguntando a los doce, y con ellos a nosotros “¿también ustedes quieren irse?” (v.67).
Pregunta realizada con dolor sentido por el corazón de Cristo ante la ingratitud de los discípulos que no supieron comprender lo que estaba en juego para ellos.

5.- El seguimiento de los que “creen”.
“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (v.68) responde bellamente Simón Pedro, respondiendo en nombre de todos los creyentes que sólo buscan la verdad.
Hoy más que nunca el ser humano se halla confundido en su caminar por el mundo.
Busca sendas con frecuencia que no encuentran una meta que los colme de Verdad y de Bien.
Engañado muchas veces por sus ilusiones o por el encandilamiento de un mundo fugaz no atina el rumbo correcto.
Sólo el humilde que se asienta únicamente en su fe en el Señor es capaz de captar que exclusivamente es Cristo quien tiene palabras de vida eterna que iluminan el camino fatigoso de “homo viator”.
Por eso cuando confunde su camino se pregunta “¿a quién iremos?”, para encontrar nuevamente como única respuesta salvadora: “Tú tienes palabras de vida eterna”.
Grabemos en nuestro corazón estas evidencias que brotan de la intimidad con Cristo.
Busquémoslo a Él haciendo por una amistad duradera con quien nos ama de veras, una auténtica opción que marque para siempre nuestra existencia.
------------------------------------------------------------------------------------------------
Padre Ricardo B. Mazza. Cura Párroco de "San Juan Bautista" en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en el domingo 21 "per annum". Ciclo B. 23 de Agosto de 2009.
-------------------------------------------------------------------------------------------------


No hay comentarios: