22 de octubre de 2010

“El poder mediador de la súplica confiada ante el Juez Eterno”


1.-La eficacia de la oración.-
Los textos bíblicos de este domingo ponen el acento en algo que es vital en nuestra vida, la oración, el encuentro personal con el Señor. Y así en la primera lectura tomada del libro del Éxodo (17, 8-13) se nos habla de esta batalla que el pueblo de Israel enfrenta con los amalecitas. Moisés sube a la cima del monte y con los brazos en alto comienza a orar, a implorar a Dios su ayuda. Cuando bajaba los brazos, signo del flaquear de la oración, los amalecitas triunfaban en el combate. Cuando levantaba los mismos, indicando el regreso de la súplica, la suerte cambiaba favorablemente para los israelitas.
El poder intercesor no estaba en los brazos en alto, sino en la oración, aunque éstas indicaban la perseverancia o no en la invocación al Señor de la Alianza.
Amalek representa a las fuerzas del mal, a todo aquello que busca destruir lo que pertenece sólo a Dios, maldad que es derrotada por el poder de la oración confiada de quien se siente débil en sí mismo, pero fuerte por el apoyo recibido de lo Alto.
Conviene tener presente que el maligno a través de sus servidores nos acecha siempre y, busca la destrucción de todo lo bueno y noble que existe en el mundo. A nosotros nos resta siempre el poner nuestra fuerza en lo que viene de Dios.
2.-La oración ante los embates del maligno, hoy.
Algo semejante ha acontecido en estos días en el denominado XXV encuentro de mujeres autoconvocadas. En efecto, mientras quienes sometidas a ideologías abortistas manifestaban su odio por la Iglesia Católica, otras muchas mujeres, católicas fervientes, exponían hasta su integridad física por defender la naturaleza de las cosas y la verdad sobre la mujer y la vida humana.
Grupos de jóvenes, también, confiando sólo en el poder de la oración, dieron testimonio de su fe ante la presencia palpable del espíritu del mal que no pudo consumar su decisión de atentar hasta contra los lugares sagrados.
Dios nos prueba, pero también nos sostiene en medio de las dificultades que presenta cada vez más una cultura hostil a la Verdad, animándonos a no abandonar nuestros principios cristianos.
La presencia de María Santísima –insoportable para el espíritu del mal- ha de ser nuestra compañía, especialmente a través de la simple y sencilla oración del rosario, agradable a la Madre del salvador y, recomendada con frecuencia por la Iglesia. María fue llamada desde la antigüedad, la “potencia suplicante”, porque ante su intercesión, el Hijo de Dios y suyo, siempre responde a quienes la invocan con fe y constancia.
La oración nos fortalece y da sentido a nuestra vida cuando lo hacemos siempre reconociendo nuestra pequeñez creatural.
3.-Orar sin desánimo ante quien nos escucha siempre.
Muchas veces sucede entre nosotros que rezamos especialmente en los momentos difíciles y, nos olvidamos fácilmente en los tiempos tranquilos o cuando volvemos a poner nuestra seguridad únicamente en lo humano. Creemos engañosamente, con frecuencia, que todo lo debemos al trabajo personal, al propio esfuerzo, o a la capacidad de cada uno.
Nos creemos seguros y nos olvidamos de Dios, sin caer en la cuenta que sin Él nada podemos hacer, aunque lo intentemos de modos diversos.
En los momentos de crisis, cuando no encontramos solución a los problemas, volvemos a recurrir a la oración. Esta experiencia nos tiene que ayudar a cambiar de actitud dejando de lado el interés por la oración sólo cuando estamos en dificultades para convertirnos en orantes permanentes.
En el texto del evangelio (Lc. 18,1-8) de hoy se nos da un dato no menor para nuestra vida en relación con la necesidad de orar sin desanimarnos.
En efecto, mientras el juez, a quien no le importa Dios ni los hombres, administra justicia de mala gana, sólo para terminar con los reclamos de una mujer cargosa, Dios escucha ciertamente lo que se le implora aunque “haga esperar” su respuesta según sirva para nuestro crecimiento personal.
Dios se coloca en el lugar del juez pero para hacer justicia siempre, ya que le interesa la suerte de los elegidos, respondiendo “en un abrir y cerrar de ojos”. Aunque no siempre se nos conceda lo que pedimos, sí se nos otorga aquello que sirve para nuestro bien y crecimiento, aún en medio de la prueba que significa encontrarnos en una encrucijada.
4.-La figura materna y la oración.
Hoy en nuestra patria se recuerda el día de la madre universal.
La figura materna es de capital importancia en el seno de las familias cristianas en cuanto elegida por el Señor, junto con el padre, para transmitir la fe a sus hijos, que se va incrementando a través de la oración. La actitud orante del ser humano deja en claro que nos anima la fe salvadora que rescata al hombre de las miserias propias de la temporalidad. De allí que resulte conmovedor ver a los niños pequeños que son enseñados por sus madres a elevar su mirada al cielo para orar al Padre común de todos.
Así instruidos, fácilmente entienden que del mismo modo que cuando necesitan alguna cosa la piden a su madre, confiados en conseguirla, si es posible, de la misma manera pueden implorar al Padre de los cielos todo aquello que resulta imposible obtener con la sola capacidad humana.
Es necesario transmitir a los niños la necesidad de una oración confiada en que el Señor siempre escucha nuestras peticiones, aunque demore su concreción.
Al respecto San Pablo advierte a Timoteo (2 Tim. 3,14-4,2), en la segunda lectura, “recuerda que desde la niñez conoces la Sagrada Escritura”, y expresa su certeza de que recibió su fe sincera por medio de su abuela Loide y su madre Eunice (2 Tim. 1, 5).
¡Qué bello resulta que los niños, como antiguamente Timoteo, conozcan desde la niñez la Palabra de Dios transmitida por sus madres, porque allí “se encuentra la sabiduría que conduce a la salvación”!
Esta sabiduría que conduce a la salvación no la alcanzan los niños en la televisión, en la radio, en los juegos por Internet, o en las costumbres del mundo sino en la Palabra del Señor.
De allí la importancia de trabajar para que crezca en todos el espíritu de oración. La misma nos hace tomar conciencia de nuestra debilidad y pequeñez al mismo tiempo que la grandeza de Dios.
5.-Puestos en la presencia de Dios por la oración.
Me parece oportuno recordar siempre a los cristianos en mis conversaciones particulares, la importancia que tiene el elevar nuestra mente a Dios desde el primer momento del día.
Agradecer al Señor por el nuevo día que nos da, por el pan sobre la mesa, porque tenemos trabajo, por la familia en la que nacimos. Pedir que sepamos llevar a ejemplo de Cristo las cruces de la jornada. Implorar la gracia de lo Alto para mantenernos las veinticuatro horas del día como buenos hijos del Padre.
Todo esto, cuando lo concretamos, le da un sentido nuevo a todo nuestro día ya que permanecemos bajo la mirada complaciente de quien nos ha dado la existencia y nos ama entrañablemente.
Por el contrario, así como al levantarnos, nuestros seres queridos nos mirarían extrañados si no les dirigimos la palabra, de la misma manera el olvidar elevar nuestro pensamiento al Creador desde el comienzo del día le hace preguntar “¿qué bicho le picó a este que me ignora desde temprano?”.
Queridos hermanos sepamos ser agradecidos siempre a Dios y sintámonos hijos suyos a cada momento, no sólo cuando los problemas se nos presentan como irresolutos.
Elevemos nuestras plegarias a través de la Madre común de todos, María Santísima. La Virgen vendrá siempre a fortalecer con su maternidad a todas las madres, enseñándoles el cómo conducir a los hijos al encuentro de su Hijo, nuestro Salvador.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXIX “per annum”, ciclo “C”. 17 de octubre de 2010.
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