17 de agosto de 2012

“En la debilidad de la persecución, caminemos al Horeb apoyados en la fuerza del Señor”

El primer libro de los reyes (19,1-8) en el texto que acabamos de proclamar, nos presenta una situación particular del reino de Israel que a pesar de haber realizado Alianza de fidelidad con Dios en el monte Sinaí, ha pervertido su corazón dando culto a los Baales, a instancias de Jezabel, esposa del rey Ajab.
Le tocará al profeta Elías, como mensajero de Dios, predicar la conversión y el retorno a una vida de fidelidad, manifestada por un culto purificado de la idolatría. Puestos en cuestión los sacerdotes de Baal, que no pueden demostrar la “verdad” de su culto, son pasados a cuchillo. Jezabel promete idéntico final a Elías, quien perseguido huye de la furia real. El profeta se encuentra angustiado por la situación que le toca vivir y reclama la muerte. Elías viene a constituir el prototipo de todo enviado de Dios que al reclamar el seguimiento de la Alianza y la pureza religiosa- cultual a un pueblo que ha seguido otros pasos, ha de sufrir persecuciones. Salvando las distancias, percibimos que esta situación se reedita también en nuestros días no sólo en el mundo, sino también en nuestra Patria. La Argentina nació de matriz católica y desde su origen creció en alianza con su Creador y más precisamente con Jesucristo. Sin embargo poco a poco, se fue introduciendo, máxime en la actualidad, el culto a dioses que nos va imponiendo la cultura relativista que lo invade y contamina todo. Ya no es Jesús el centro de la vida de muchos, sino el dinero, el placer, el gusto personal, hasta llegar al desvarío de institucionalizar los llamados “protocolos del aborto” que recuerdan precisamente el sacrificio de niños al dios Baal de antaño. Ofician de sacerdotes de Baal en la actualidad, los políticos, jueces, agentes de salud, los que buscan hacer negocios, y todos los que ideológicamente se suman para defender y propagar la matanza de niños que no han nacido y que esperaban vanamente ser protegidos por entrañas de misericordia. A raíz de esto, la figura de Elías tiene que resurgir nuevamente entre nosotros, hijos de la Iglesia Católica, enviados a proclamar nuevamente el evangelio de la verdad y de la vida, para que nuestra Nación vuelva a ser fiel a sus orígenes que le han dado vida y grandeza en el pasado. Sabemos que la proclamación de la fe en Jesús y la adhesión a Él nos traerán problemas hasta de índole laboral, despreciados, tratados como fundamentalistas, vistos con indiferencia, rechazados muchas veces por los más cercanos, llevándonos esto como a Elías a sentirnos angustiados y con deseos de no seguir luchando hasta desear la muerte de nuestras ideas, en definitiva, tentados a huir de todo compromiso, preocupados nada más que de subsistir esperando cómodamente el fin de nuestros días. Ante la inquietud de Elías, Dios lo sustenta con el pan y el agua, que recuerdan al pueblo alimentado en el desierto -en su camino a la tierra prometida- con el maná y el agua de la roca, y anticipan a Jesús como pan vivo bajado del cielo que se da como comida nutriéndonos mientras caminamos hacia la meta de la vida eterna. Así fortalecido, Elías podrá caminar los cuarenta días que lo separan del monte Horeb donde se encontrará con Dios. Cuarenta días estuvo Moisés en el monte en la presencia de Dios, cuarenta días estuvo Jesús en el desierto, cuarenta años fueron el peregrinar de Israel a la tierra prometida. Cuarenta, en fin, que significa un período significativo en la vida del hombre como preparación para un acontecimiento que ha de marcar su existencia. Nosotros también hemos de disipar nuestros temores para caminar al encuentro definitivo con el Padre, fortaleciéndonos con su presencia anticipada en la recepción digna del Pan Vivo, Cristo. El Horeb, el monte Sinaí, está significando la meta de nuestra llegada a la que nos dirigimos mientras somos apoyados y fortalecidos siempre por nuestro Dios, dando testimonio al mismo tiempo de nuestra fe a todos los que se encuentren con nosotros. El apóstol Pablo (Efesios 1,30-5,2) sintetiza el deseo que ha de anidar en nuestro corazón de vivir de un modo diferente al decir “practiquen el amor a ejemplo de Cristo”, invitación fundamental sobre todo en nuestros días que por amor se entiende por lo general, una vivencia que sintetiza más bien el tenernos a nosotros mismos como eje, lejos del espíritu del Evangelio. Continúa san Pablo afirmando de Jesús “que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios”. Significa todo esto que como Cristo se ofrendó totalmente al Padre y a nosotros en su sacrificio salvador de la Cruz, así también el creyente mientras camina por este mundo –durante cuarenta días o años- debe trabajar para vivir en el amor del que habla el apóstol, evitando todo tipo de maldad. La realización del bien, imposible para nosotros solos, dada nuestra debilidad, precisa siempre la ayuda constante de Aquél que se llama a sí mismo “Yo soy el pan bajado del cielo” (Jn. 6, 41-51). “Nadie puede venir a mí” –continúa Jesús- “si no lo atrae el Padre que me envió”, de manera que desde el bautismo estamos orientados a Jesús por el Padre, lo cual necesita de nuestra aceptación continua que pasa por la escucha de su Palabra, de la obediencia de la fe, y el seguirlo con la entrega de nuestro corazón, viendo como atrae nuestra voluntad a la fidelidad. Al nutrirnos con su propia vida, Cristo transforma nuestro ser convirtiéndonos en hombres nuevos, anticipando lo que seremos, cuando nos encontremos con Él en el Horeb de la vida eterna. Al decir Jesús que “sus padres comieron el maná y murieron” está afirmando que todo aquello que para el hombre significa seguridad, es pasajero, es para la muerte, y que solamente el vivir de Él y con Él nos da la Vida verdadera, saboreándola ya desde la temporalidad. Hermanos: pidamos a Jesús que siga instruyéndonos e iluminando con sus enseñanzas para que robustecidos por su gracia podamos ser fieles a la vocación de grandeza a la que fuimos llamados desde la creación.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XIX del tiempo ordinario, ciclo “B”. 12 de agosto de 2012. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com

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