8 de marzo de 2014

“Siguiendo los ejemplos de Jesús y preparándonos siempre para la lucha espiritual, derrotemos las insidias del espíritu del mal”


1.-El apóstol san Pablo escribiendo a los cristianos de Roma (5,12-19) nos presenta de una manera resumida lo que explican más extensamente el libro del Génesis y el Evangelio de Jesucristo según san Mateo.
Dice el apóstol: “Por un solo hombre entró el pecado en el mundo y con el pecado la muerte” haciendo alusión de esta manera al relato del  Génesis en el que el pecado original  entra en el mundo, hiriendo gravemente a la humanidad toda, trayendo la muerte.
Pero continúa el apóstol diciendo que “….los que reciben a raudales  el don gratuito de la salvación, vivirán y reinarán gracias a un solo, Jesucristo”. Se trata de la victoria de Cristo con su muerte y resurrección que comienza con su triunfo en el desierto sobre el espíritu del mal, el  enemigo de la humanidad.
La enseñanza del Génesis (2, 7-9; 3,1-7) aparece en paralelismo con el texto evangélico (Mt. 4, 1-11) ya que las tentaciones por las que fracasa y es vencido el hombre en los orígenes del mundo, son las mismas que sufre Cristo, sobre las que vence ampliamente.
Al respecto, san Gregorio (**) enseña que el hombre es tentado siguiendo la siguiente escala: es manipulado primero por la gula para que coma el fruto prohibido, luego por la vanagloria diciéndole que será como dios, concluyendo con la avaricia al prometerle conocer o decidir sobre el bien y el mal. Igualmente, Cristo es tentado por la gula de bienes temporales incitándolo a convertir las piedras en panes, luego a la vanagloria asegurándole que nada ocurrirá si se tira al vacío, concluyendo con la avaricia prometiéndole un sinnúmero de riquezas.


2.-Teniendo en cuenta esta coincidencia acerca de las tentaciones, conviene reflexionar sobre la relación existente entre la cuaresma y el desierto de Cristo para percibir qué nos dice hoy a nosotros.

En Cristo hombre, la humanidad vence al demonio, en Cristo Dios encontramos la fuerza necesaria para vencer a la tentación que soportamos continuamente en nuestra existencia humana.
Cristo nos enseña que para luchar y vencer al demonio es necesario prepararse, de allí la necesidad de retirarnos al desierto, es decir, alejarnos del ruido para encontrarnos con Dios. Cuarenta días para que veamos que nuestra debilidad, ya desde el pecado original, exige constante y arduo  fortalecimiento para afrontar al demonio. Son cuarenta días en los que la Iglesia nos invita a pensar más en nuestra relación con Dios, nuestro Creador, y desde la mirada divina contemplar nuestra existencia de hoy proyectando un renovado camino de santidad. Cuarenta días en los que mediante la penitencia, la oración y la limosna alcancemos la fuerza necesaria para luchar y vencer las tentaciones de cada día, por las que el espíritu del mal busca apartarnos de la salvación.
Esto es más necesario cuanto que con frecuencia ante la comprobación de nuestras limitaciones, no buscamos robustecernos sino que nos quedamos en nuestras caídas y pecados o creemos que con sólo el sacramento de la confesión es suficiente para desterrar nuestras malas inclinaciones. Por el contrario, necesitamos la disciplina en el marco del ejercicio de las virtudes, sobre todo de la caridad, siguiendo el ejemplo del Señor. Necesitamos ser ayudados espiritualmente por algún guía para que nos ayude a discernir en la lucha de cada día cuál es la voluntad de Dios y cuál la del maligno, entrenándonos así para ser siempre dóciles a las mociones del Espíritu de la verdad. 
Necesitamos también la oración, profundo diálogo con Dios, que nos haga prontos a despreciar lo que proceda del demonio. La mortificación de los sentidos, aún en aquello que sea lícito, nos permite lograr la agilidad propia del atleta de Cristo, que es capaz de sacrificarse por altos ideales
La generosidad en la limosna para el bien del prójimo o de las obras de la Iglesia, nos ayudará a purificarnos de multitud de pecados y nos aliviará del peso de la preocupación por los bienes materiales, siguiendo con prontitud las sugerencias de Cristo.


3.- Un segundo aspecto a reflexionar que nos ofrece este domingo la liturgia, refiere a las enseñanzas que las tentaciones de Cristo nos dejan hoy.

El pecado original ha dejado debilitada nuestra libertad, por eso sentimos constantemente la mala inclinación en nuestros pensamientos, palabras y obras, mientras el demonio espera cauteloso, estudiándonos  y así atacarnos en el punto más débil de nuestra vida de fe y costumbres. De allí la necesidad de conocer su estrategia para rechazarla con firmeza.
La actitud de Cristo es la de no dialogar nunca con el demonio, sino rechazar de un modo cortante cualquier sugestión maliciosa que nos haga.
Normalmente presenta falsas razones para justificar la sugerencia del pecado, o nos hace creer que no es necesario llegar al pecado mortal en la respuesta que prestamos ante lo innoble y cuando menos lo pensamos ya hemos caído en la trampa que nos ha presentado.
Al igual que en el paraíso y con Jesús, nos tienta primero por la gula, no meramente de comida o bebida sino de todo lo temporal que resulta atractivo para nosotros, tratando de llevarnos a ser esclavos del tener cosas, especialmente el dinero que prepara la segunda tentación.
Jesús es cortante cuando responde no sólo de pan vive el hombre –es decir- no sólo de las cosas vive el hombre-  sino de toda palabra que sale de Dios, en primer lugar. Es decir, buscar el reino de Dios primero y luego la añadidura, como reflexionamos días pasados.
Luego nos tienta por la vanagloria haciéndonos creer que por el pecado nos libramos de Dios llegando a ser nosotros los dioses del mundo prometiéndonos el poder que encandila y oscurece el corazón. Jesús responde no tentarás al Señor tu Dios, mientras que nosotros deberemos decir, que no tentaremos a Dios pretendiendo quitar su grandeza. 
La tercera tentación apunta  a la avaricia, sobre todo del propio honor, a la que hemos de responder “al Señor tu Dios has de adorar”, desalojando del corazón toda apetencia por la grandeza personal o consideración desmedida de nuestro obrar cotidiano.
Esta actitud firme de rechazo al maligno, imitando a Cristo, nos permitirá permanece fieles a Dios y recibir siempre los dones que  nos promete y ofrece, para crecer como verdadero hijos suyos.
Descubramos en nuestro interior cómo se desarrolla con frecuencia ese camino de la tentación hacia el pecado, y así desenmascarado, poder enfrentar los peligros con la firmeza que nos da la fe, la seguridad que nos otorga la esperanza y el fuego de la caridad.
Sigamos los ejemplos de Jesús, de manera que pertrechados con las armas de su obrar, podamos vivir en santidad e invitar a otros a hacer lo mismo.


**Sto Tomás de Aquino “Catena Aurea” tomo I pág. 93 ss. Ed. Cursos de Cultura Católica)



Padre Ricardo B. Mazza. Párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz,  Argentina. Homilía en el primer domingo de Cuaresma, ciclo “A”. 09 de marzo de 2014.- http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.- 


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