28 de marzo de 2014

“Recibido el don del agua viva de la gracia y del Espíritu, seamos para los demás “manantial que brota hasta la vida eterna”.


Podemos encontrar el eje de las enseñanzas de este domingo en lo que el salmo 41 proclama: “Mi alma tiene sed de Dios, cuándo llegaré a ver su rostro”. En efecto, el hombre camina en este mundo sediento siempre de plenitud y buscando al mismo tiempo cómo calmar esa sed tan profunda.

No es la sed del agua natural que fluye de la tierra, aunque esta también es necesaria cuando nuestro cuerpo sediento clama por ella, sino sed de vida eterna.

En el libro del Éxodo (17,1-7), los judíos murmuraban porque estaban sedientos del agua material, sin advertir que la sed más profunda del hombre se conecta directamente con el Creador a quien se busca desde el mismo ser creatural, y que sólo se sacia en el encuentro con Él mismo. Ese Dios que se presenta en el Antiguo Testamento como el agua viva que brota abundantemente de la roca viva. Es roca porque es el fundamento de nuestra vida y quien se asienta en ella no caerá porque es la única seguridad, y de esa roca brota el agua viva de la gracia, el don de Dios que nos salva haciéndonos participar de su misma vida.
Nosotros hemos experimentado muchas veces lo que significa la sed y sabemos que solamente el agua la calma. También muchas veces estamos sedientos en el espíritu y por eso buscamos poseer cosas, experimentar placeres, disfrutar de las distintas formas de poder; caminamos tras las realidades que nos encandilan y nos prometen felicidades aparentes, siguiendo sedientos aunque las poseamos.
El mismo Jesús nos dice en el evangelio (Jn. 4, 5-42) refiriéndose al agua del pozo, “el que beba de esta agua volverá a tener sed” y esto porque cuando más buscamos saciarnos de lo efímero y transitorio, más experimentamos la insuficiencia de lo pasajero para saciar nuestra sed más profunda.
Al respecto, santo Tomás de Aquino al hablar del fin último del hombre, en la Suma Teológica (I-II, q. 1) afirma que si bien toda persona tiene un fin último en su vida, éste difiere en cada uno, ya que algunos lo tienen puesto en Dios, otros en el dinero, quienes en el poder, o en el placer etc.
Ahora bien, cuando el fin está puesto en cosas o bienes efímeros el corazón humano nunca se satisface, de allí que se busque tener más, y cuanto más se tiene, más se experimenta su fragilidad, su carácter de perecedero, mientras que cuando el fin está puesto en Dios, el corazón humano se sacia completamente al descansar en Él en la vida eterna, pero lográndose ya desde esta vida cierto grado de perfección, “ya que no volverá a tener sed” al beber del agua viva que otorga Jesús.
En la actualidad, muchos hermanos nuestros deambulan sedientos por el mundo, creyendo que en  las cosas en las que han puesto su confianza encontrarán la satisfacción plena de todas sus apetencias, profundizando el vacío interior por la ausencia del agua viva que sólo concede el Señor.
Jesús llega al pozo de Jacob cansado de caminar, pero también al comprobar que muchos no lo reciben; de allí la sed que lo consume, sed de almas, de encontrarse con el regreso de quienes están alejados de la verdad para brindarles la salvación que restituye al hombre en su relación con el Padre. En el árbol de la cruz exclamará, como sabemos, “tengo sed”, sed de la fe del hombre como respuesta al don del agua viva que obsequia a todos, estén o no bien dispuestos a recibirlo.
La samaritana como dirá san Agustín “es figura de la Iglesia no justificada aún, pero en vías de justificación…Concuerda con el simbolismo del relato el hecho de que esta mujer, figura de la Iglesia, venga de un pueblo extranjero, ya que la Iglesia había de venir de entre los gentiles, de los que no eran de raza judía” (Tratado 15 sobre el evangelio de san Juan).
Jesús suscita en el corazón de esta mujer la fe, como lo hace habitualmente con toda persona que se le acerca, aunque no todos responden  a la iniciativa divina, para entregar el don del Espíritu que salva.
En su permanencia de dos días en esa ciudad, Cristo consigue que no pocos samaritanos digan con entusiasmo, después de recibir el testimonio de la mujer,  “Ya no creemos por lo que tú has dicho, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es verdaderamente el Salvador del mundo”.
Cuando el hombre se encuentra con Cristo personalmente, descubre que Él da sentido pleno a la vida, entendiendo cuando afirma “el agua que yo le daré  se convertirá en él en manantial que brotará hasta la vida eterna”.
En efecto, cuando el hombre recibe el don del agua viva de la gracia comprende que se ha de comprometer con una misión concreta, llevar a otros el agua viva de la fe ya que se ha transformado por el encuentro con Jesús en manantial de los sedientos de Dios, afirmando la esperanza en el encuentro pleno con Él y  ardiendo en la caridad que reconoce su gloria y la comunica a toda persona de buena voluntad.
El apóstol san Pablo (Rom. 5,1-1.5-8), relacionando con esto que afirmamos, nos dice que “justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por medio de Él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por Él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”. Y así, apoyándonos en la fe y la esperanza comprobamos que “la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”.
Es por medio de esta experiencia que comprobamos cuánto somos amados por Dios en Jesucristo ya que “difícilmente se encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz  de morir por un bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores”.
Queridos hermanos, refugiándonos, entonces, en esta manifestación plena del amor de Cristo, cantemos con gozo y esperanza “mi alma tiene sed de Dios cuándo llegaré a ver su rostro” (salmo 41).




Padre Ricardo B. Mazza. Párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz,  Argentina. Homilía en el tercer domingo de Cuaresma, ciclo “A”. 23 de marzo de 2014.- http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-


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