1 de noviembre de 2016

“Que Dios los haga dignos de su llamado, y lleve a término en ustedes, con su poder, todo buen propósito y toda acción inspirada en la fe”.


Estamos como Iglesia llegando al final de este año dedicado a la Misericordia divina, en el que no sólo actualizamos, sino reflexionamos largamente sobre este atributo que brota de las mismas entrañas divinas.
El libro de la Sabiduría (11, 22-12,2) del que hemos proclamado algunos versículos, precisamente señala que la misericordia es una prolongación concreta de la omnipotencia divina, de allí que afirme: “Tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y apartas los ojos de los pecados de los hombres para que ellos se conviertan”.
Incluso el texto sagrado avanza más todavía, aclarando que aún el pecador, es amado por su Creador, en cuanto persona, ya que “Tú amas todo lo que existe y no aborreces nada de lo que has hecho, porque si hubieras odiado algo, no lo habrías creado. ¿Cómo podría subsistir una cosa si Tú no quisieras?”
De esto se concluye en la benevolencia divina aún con el pecador, ya que “Tú eres indulgente con todos, ya que todo es tuyo, Señor que amas la vida, porque tu espíritu incorruptible está en todas las cosas”.
Estas afirmaciones que descubren el corazón divino, explican el actuar cotidiano de Dios para con nosotros pecadores, “por eso reprendes poco a poco a los que caen, y los amonestas recordándoles sus pecados, para que se aparten del mal y crean en ti, Señor”.
Afirmación esta última que se verificó profundamente en la persona de Zaqueo (Lc. 19, 1-10), a quien Jesús fue modelando interiormente con su gracia en orden a la conversión, y coronó diciendo con énfasis “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.
Este deseo del Señor no sólo apunta a la casa material sino también al  corazón del publicano que se abrió con generosidad al misterio del amor divino que se despliega con creces ante quien está dispuesto a una nueva vida.
Y Zaqueo decide apartarse del mal reparando cuatro veces más a quienes perjudicara, y entregando la mitad de sus bienes a los pobres, e iniciar así un nuevo camino.
Ante la actitud de Zaqueo, Jesús no le pide que deje de ser rico, sino que como en otras oportunidades, enseñará que lo malo no está en la posesión de abundantes bienes sino en el mal uso de los mismos.
De hecho como ya meditáramos en este año litúrgico, Cristo fustiga a quienes se esclavizan de tal manera de las riquezas que sólo piensan en su disfrute egoísta prescindiendo de compartirlos con los más débiles.
Por eso es que el “hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”, se realiza plenamente en la persona del jefe de los publicanos, ya que al convertirse y creer en el Señor, sabiendo quién es Él, no sólo manifiesta en el presente arrepentimiento, sino que restituye lo mal habido en el pasado, y asegura para el futuro la actitud nueva que ha adoptado en el uso de las riquezas.
Zaqueo estaba perdido para los ojos del mundo, considerado pecador insalvable, pero la acción de Jesús para con él, lo llevó a una existencia nueva, en la que cambia totalmente su mirada de las cosas y de la vida.
En Zaqueo se concreta lo que siempre pide san Pablo para los demás (2 Tes. 1,11-2,2): “Que Dios los haga dignos de su llamado, y lleve a término en ustedes, con su poder, todo buen propósito y toda acción inspirada en la fe”.
El llamado divino para con todos comienza en el de la vida cuando nos crea, en el deseo de salvarnos cuando pecamos y, en el de recrearnos por su gracia devolviéndonos la realidad tan bella de ser sus hijos, al convertirnos de nuestras maldades.
Queridos hermanos: busquemos cada día profundizar más y más en la persona de Jesús, descubriéndolo como prolongación de la misericordia del Padre en sus actitudes, tratando de ser fieles al llamado de santidad recibido en el bautismo, e implorando el lograr llevar a término todos nuestros buenos propósitos.


Canónigo Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXXI del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 30 de Octubre  de 2016. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com






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