8 de septiembre de 2019

El creyente que sigue a Cristo, haciendo el bien, rechazando todo mal, deberá asumir su cruz, y ser como Él, rechazado e ignorado.

Convocados por el Señor, nos encontramos en este día, día suyo, para darle gloria reconociendo su grandeza, y agradecerle todos los beneficios que hemos recibido esta semana de sus manos paternas siempre generosas. 

Además, le pedimos que nos mire con amor de Padre “para que cuantos hemos creído en Cristo alcancemos la verdadera libertad y la herencia eterna” (Oración colecta).
Y así,  los que queremos vivir a fondo este ideal, necesitamos  la iluminación interior que sólo Él puede otorgar, para saber  cuál es su voluntad, qué espera de nosotros, los que tenemos fe, para cada día de la semana que iniciamos.
Ésta súplica la hacemos porque humildemente reconocemos que no es fácil reconocer su voluntad si Él no nos ilumina, si no nos habla en el interior del corazón, y esto porque nuestros pensamientos y reflexiones  son inciertos y no llegan a penetrar en profundidad la verdad, como señala el libro de la Sabiduría (9, 13-18) al afirmar “¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios o hacerse una idea de lo que quiere el Señor?”
Más aún, el texto de referencia muestra que a la inteligencia humana le cuesta conocer lo que hay sobre la tierra, y por lo tanto cuánto más lo que está en el cielo, de allí que asegure: “¿Quién habrá conocido tu voluntad si Tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu santo espíritu?”
Continúa la Palabra de Dios refiriendo que esto fructificó en el corazón humano ya que “Así se enderezaron los caminos de los que están sobre la tierra, así aprendieron los hombres lo que te agrada y, por la Sabiduría, fueron salvados”.
¿Quién es la Sabiduría, ya que el Antiguo Testamento está apuntando a la Nueva Alianza? Por cierto que a Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, que es imagen del Padre y se hizo presente en el mundo para mostrarnos la intimidad divina y el camino que conduce a la salvación.
El texto del evangelio (Lc. 14, 25-33) nos invita a acompañar a Jesús en su camino a Jerusalén donde entregará su vida a la muerte para seguir la voluntad del Padre y obtener para nosotros la vida nueva de ser rescatados del pecado y de la muerte eterna.
Conociendo el sentido de su subida a Jerusalén, cada uno es invitado a ser su discípulo, para lo cual debemos amarlo por sobre todo otro amor por grande o legítimo que sea, despegándonos de lo que pueda ser impedimento para seguirlo y continuar su misión en el mundo.
Sobre cómo descubrir la voluntad de Dios nos puede servir de referencia lo que describen las dos parábolas del texto evangélico de este día, que plantean como forma de vivir la sabiduría humana, el medir siempre antes de obrar, si contamos  con los medios para realizar lo que planeamos y, así tomar la decisión correcta.
Si así sucede en el diario acontecer en lo que refiere a acciones correctas a realizar, mucho más si se trata de actos sobrenaturales, contamos con la ayuda divina para descubrir siempre lo mejor.
Y así, para el seguimiento del Señor que reclama el texto del evangelio, se nos dice que todo verdadero amor, aún el de la familia, está subordinado al amor de Dios, el cual nos auxilia con su poder.
Más aún, Jesús advierte que “El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”.
Es en la humillación de la Cruz donde el Señor no sólo sigue la voluntad del Padre, sino que muestra que es el camino que nos redime.
Es en este misterio de la Cruz, donde el creyente se incorpora al Señor para acompañarlo en la redención  hasta el fin de los tiempos.
El ser humano busca siempre huir de la cruz porque cree ingenuamente que en la felicidad mundana está la clave de su salvación, ignorando que aún escapándole, la cruz está presente siempre en la existencia humana, con la diferencia que cuando le falta la conexión con Cristo crucificado, se agudiza más el sufrimiento por la falta de sentido no sólo en el existir en este mundo sino en cuanto preparación para la vida después de la muerte.
Tomar la cruz del Señor significa sufrir las consecuencias del seguimiento de Cristo, por hacer siempre lo que le agrada, en un mundo que se ha olvidado de su Creador y en el que el hombre sólo pretende un bienestar efímero gozando sin medida de lo que se le ofrece aquí pero sin el futuro que lo enaltezca como hijo de Dios.
Cuando el creyente va tras los pasos de Cristo, haciendo el bien, rechazando el pecado, deberá asumir la cruz de Cristo, ya que como Él, será rechazado e ignorado, precisamente porque ha elegido el ideal evangélico para su vida, donde el eje está puesto en servir a su Dios y a sus hermanos, despojándose de todo tipo de egoísmo paralizante.
A medida que recorremos el evangelio descubrimos que se muestran distintos caminos para perfeccionar el seguimiento de Cristo, lo cual  hace que debamos preguntarnos, iluminados por la sabiduría divina, qué realizar en cada momento para ser fieles al Señor y vivir en actitud siempre de servicio de los que nos rodean.
Lo cual nos traerá en esta lucha contra el maligno y sus seguidores, la consecuencia de la cruz de cada día, como la soportó Cristo, pero con la seguridad del triunfo final cuando el Señor lo disponga.
En este devenir temporal de la vida terrena, contando con la ayuda de lo alto, tendremos la palabra oportuna y la fortaleza necesarias para no desfallecer, como acontece con los débiles que sólo apuestan a las seguridades de este mundo porque se han apartado de Dios.
Por último, para subrayar todo esto, escuchemos a san Pablo que escribiendo a Filemón (9b-10.12-17), nos enseña que a pesar de ser  alguien “esclavo” como Onésimo, una persona puede ser totalmente libre si sigue al Señor, mientras que quien se considera “libre” de toda coacción, si no está unido al Señor, será a la postre esclavo de cualquier realidad temporal ajena a Dios.
Queridos hermanos: no tengamos miedo de manifestar que queremos vivir a fondo el evangelio, siguiendo los pasos del Salvador y cuidador de los que le son fieles, asumiendo las persecuciones de este mundo que ya soportó con creces el mismo Señor  asegurando el triunfo final.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXIII del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 08 de septiembre de 2019. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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